8.9.13

el miedo.

Dardos tranquilizantes lanzados con una cerbatana y con mucha destreza, directos al corazón. Brazos de zombie de película de serie B, de bajo presupuesto y peores efectos especiales, que surgen de una tumba de cartón piedra y sujetan de los tobillos a la guapa de la película. Ese momento en que terminas tu examen y empiezas a alzarte, y te paras justo al darte cuenta de las miradas de reojo y de que eres el primero y el único que está a punto de entregarlo. Ese ahogo en seco, esa parálisis ante una puerta oscura que la parte racional de tu cerebro quiere cruzar, y la parte irracional lo único que quiere es estar de copas en el bar de siempre con los amigos.

Pero la protagonista siempre vive. Y los exámenes se pueden repetir y aprobar. Y las puertas se pueden cruzar. Y no hay dardos que puedan parar a los valientes.

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