24.5.08

qué decias?

- Eso es porque no lo pensaste lo suficiente.

- De qué hablas?

- Tú ya sabes de que va el tema. De persianas que cierran. De negocios en quiebra. De respiraciones al otro lado de la linea. De carteles de "aforo completo" dos minutos antes de que tú entres. De "no quedan entradas, señor" ante el estreno que ansiabas poder ver. De sobredosis de psicotrópicos extraños cuando yo pedía metadona. De no poder agacharse a abrocharse los zapatos y tener que caminar con cuidado sabiendo que a cada paso puedes caer.

- Tampoco hacía falta ser tan explícito.

- Y que lo digas. Tampoco hacía falta que se te cayera el alma.

23.5.08

los sueños

Álex está preocupado: jamás logra recordar sus sueños. Cada mañana despierta y durante unos fugaces instantes sabe qué ha soñado e intenta retenerlo, siempre con desastroso resultado.

Ha probado de todo; desde dormir con una hoja de papel y un bolígrafo en la cabecera de su cama, hasta intentar desvelarse ipso-facto y repetir, como si de un mantra se tratara, ideas sueltas de aquello que ha soñado.

Y nada de esto le funciona.

Cada mañana, al instante siguiente al despertar, los dedos metafóricos de su mente rozan su mortecina estela onírica. Es durante esos segundos que cree ver ballenas, astronautas, patines, concursos, sonrisas, sombras; simples proyecciones en su cabeza que duran lo que dura un suspiro. Y a los cinco minutos, cuando aún se está peleando con sus legañas, ya se le ha olvidado todo.

Pero Álex no pierde la esperanza. Es por esto que hoy, tras volver del trabajo, ha pasado por el "todo a cien" chino de la esquina, y ha comprado un bonito atrapasueños. Cree, producto de alguna película barata de su juventud o algún cuento para dormir de su infancia, que al despertar mañana todo será diferente y sabrá qué es lo que subconsciente le oculta en esas noches de sueños borrados.


Y cuando mañana despierte intranquilo, y sea capaz de recordar todo, quizás piense que hubiera sido mejor idea comprar por el mismo dinero dos juegos de pinzas y una esterilla de ducha. Le deseo suerte.

Y sobretodo, felices sueños.

22.5.08

... y ...

Y el color predominante le miente al gris y al blanco, apostando a la vez por ambos. Y mentiría si digo que me disgusta.

Y huele a humedad, pero humedad limpia, de hojas de árboles y césped gritando que están ahí, y que el verde es la única opción en lo que a color del suelo respecta.

Y la lluvia que cae, fina, casi etérea, tampoco molesta. Si no fuera porque tengo el portátil en el regazo ahora mismo estaría en el balcón, trasteando con mis recuerdos y jugando con mis futuros.

Un chico se asoma a una de las ventanas del edificio de mi derecha. Enciende un cigarro y mira al infinito, mientras la fina cortina de lluvia le hace parecer un personaje de película de cinta antigua, una de esas películas en VHS que de tanto verlas se me estropearon.

Y cerca de él, en otra de las ventanas, una chica aparece en el marco de la ventana durante unos instantes. Creo que me ha mirado, y le sonrío. "pobre loco", debe pensar, al verme en mi silla, con el portátil en el regazo, y con las puertas del balcón totalmente abiertas a mi izquierda. Tanto ella como el chico de hace un momento desaparecen a la vez en el interior de sus casas. Y yo me pregunto si alguna vez se conocerán. Si hace unos meses estuvieron juntos, si saben a qué sabe la piel del otro o si jamás coincidirán en el ascensor, buscando incómodos algún tema banal con el que poder pasar esos minutos de trayecto.

Y las golondrinas y las gaviotas pasan, trinando desesperadas, buscando resguardo o echándose en cara lo que quiera que tengan que decirse entre especies tan dispares.

Y el chico vuelve a aparecer de nuevo en la ventana, supongo que a acabar su cigarro. ¿Qué será eso tan interesante que ve sin llegar a ver? Me dan ganas de salir afuera, gritarle un "eh tu!" y preguntárselo, aún a riesgo de quedar como un necio.

Y las nubes comienzan a dispersarse, y aunque siguen cayendo cuatro tímidas gotas parece que la lluvia se resiste, y el sol ilumina las antenas y los tejados del edificio de enfrente.

Y las golondrinas siguen a lo suyo, y el aire fresco de ahora mece los plásticos que cubren la ropa tendida en los balcones interiores de todos los patios, y me sonrío porque la canción que suena en los altavoces me gusta.

"El desconocimiento de un idioma extravagante
sea la única razón
por la que no entiendo a nadie"


Y la lluvia cesa del todo.


Me gusta Nueva Vulcano.

19.5.08

pensando en Nada (Surf)

Porque no sólo de puntos y aparte vive el hombre, sino también de comillas y exclamaciones.

Porque siempre hay más de un camino para llegar de A a B en cualquier plano que se precie.

Porque me divierto cuando hablo de lo que quiero y parece que no se lo que digo, aún diciéndolo tan claramente como si estuviera en Speaker's Corner con un megáfono de cuatro kilos.

Porque me encanta sentirme como un boxeador de los pesos pesados que ha salido a defender el título por enésima vez ante un público que venía a ver un espectáculo de funambulistas coreanos, y llegado el segundo asalto, toda la gente que lo compone se miran entre ellos, avergonzados, sin saber si irse en silencio o ya que estaban allí, corear mi nombre y tirarme cacahuetes.

Porque la vida sin canciones es como la vuelta a casa sin mirar el móvil: insípida, gris, recta y fría.

Y si esas canciones, una y otra vez, una y otra vez, rasgan esa parte de ti que está hecha de papel mojado, mejor que mejor.

Como esta.

"Oh no you make your own mistakes
I cannot bring them back to you
Oh no you make your own mistakes
I cannot measure up to you"

18.5.08

todo recto.

Hace dos días, en mitad de la noche, volví a coger la pluma de escribir de las metáforas sangrantes. Y lo hice guiado por ecos que ya son como vecinos de toda la vida, de los que se presentan en tu casa a la hora de la siesta por el simple hecho de que la confianza, a cucharadas, da asco.

Si cierro los ojos y juego a entrar en mi cabeza, puedo ver la forma de esos ecos. Veo la sencillez de los bordes de mis pensamientos, la belleza y la soltura con las que cada idea se entrelaza con otra. Me asombro ante las montañas y los prados de la inercia en los que pastan, a su aire, pequeños rebaños de celos y amarguras. Y si en un rápido zoom de los de película me acerco a esas montañas.. es ahí donde los veo, en forma de esquirlas enquistadas en la piel caliza curtida por los años.

Es curioso, sabes? Cómo ante ciertas situaciones soy capaz de permanecer impasible y que la vida, las risas, las amarguras, los chistes sobre pollas o los móviles de cemento no alteren mi ánimo. Ver cómo todo lo que me rodea conforma una película que bien podría haber quedado a medias tras el suicidio en masa de todos sus guionistas, y asistir al estreno con una bolsa de palomitas y que no se me tuerza el gesto. Y verla una y otra vez hasta que me coja el sueño cuando la demás audiencia está ya en sus casas, mirando intranquila el techo o llorando por las esquinas.

Es por esto que me descolocan esos ecos y su facilidad para abstraerme y fustigarme con látigos de introspección hiriente. Imagino que siempre han estado ahí, pugnando por un momento en el que puedan salir a decirme que no soy tan de piedra como a veces creo, y que por más que pasen los años sigo golpeándome en los riñones con los cantos de las mesas al pasar entre ellas, y que aunque sigo pretendiendo que ahora solo son rasguños, duelen. Y eso es debido a que golpearte dos veces en una misma herida es mucho peor que múltiples contusiones en todo el cuerpo.

El otro día, a muchos kilómetros de todo y prácticamente a casi ninguno de nada, pude verle las aristas a mi Teoría General del Todo. Y al sentarme, lejos, ausente, nublado e impar, bajo aquella lluvia fina, fui capaz de ver la imagen estereoscópica que se hallaba impresa tras esos ecos. Surgió de golpe y hacia todas partes como las rabiosas varillas de un paraguas azotado por un monzón.

"Todo recto", me decía la imagen. Qué puta.