14.12.08

luna

Te he visto.

Ni aunque lo hubieras intentado a conciencia te hubiera sido imposible esconderte. Irradiabas.

Y yo, mudo, he vuelto a pensar en pedestales y templos que dedicarte, mientras esas escaleras automáticas me acercaban unos metros más a ti.

Al desaparecer tras los bordes de los edificios una parte muy profunda de mí lo ha hecho contigo.

Como mínimo hasta la próxima luna.

29.11.08

normativa interna para las culpabilidades rancias

No dejes que nadie te convenza de lo contrario. Convierte el sendero de tus decisiones en el camino de tus pequeñas victorias. Revisa mentalmente las notas que pusiste en el tablón de avisos de tus más tristes derrotas. Y sobretodo lucha; pelea por no dejar que te golpeen con tierra en los ojos esas manadas de ciegos, tan solo por el hecho de que un día a ellos les hicieron lo mismo.

Buenas noches.

22.11.08

quizás si no mordieras

- ¿Otra taza de café?

- Sí. Quizás lo que pasa es que espero que algo suceda. Que algo me saque de este estado de sopor permanente en el que me hayo. Que algo llame con insistencia a las puertas de mi mente y consiga una respuesta involuntaria, reptiliana, de los impulsos que en algún sitio estan escondidos.

- Puede ser. ¿La leche como la quieres?

- Natural. Tengo una duda...

- Dime.

- ¿Tu me escuchas cuando te hablo?

- No suelo. Solo lo hago cuando dejas de morder la realidad.

28.10.08

sobre la causalidad entre sábanas

De nuevo esto de levantarte de la cama cuando lo único que se huele es el silencio espeso de las horas largas.

Escribir, o más concretamente, dejar surgir lo que sea que quieres decir. Divagar, en el sentido estricto de la palabra, sobre sensaciones que tan solo puedes perfilar con los cuatro lápices de colores con los que te ha armado la vida.

Quizás lo único que me ha motivado a sentarme aquí sea esa quemazón de siempre, la que te hace sentir el tonto del pueblo, la de detrás de las orejas, la que me enrojece las mejillas y me provoca cosquilleos en el cogote. La que me indica que a ratos, cuando todo está en calma y dos y dos siempre dan cuatro, hay un error en la matriz de todo.

Y ese error me rodea como bruma, me zarandea, y me hace pensar en el futuro simple del verbo fallar, teniendo la certeza de que ya me sé de memoria cómo se conjuga el pretérito perfecto simple. Y lo único que hago es pensar en aquellas clases de filosofía en las que aprendí cosas sobre causalidades y certezas, y en cómo el aplicarlas a mi vida ha hecho que llegue a odiar a Hume por tener la razón de una manera tan sencilla.

Mi lista de defectos (interminable, desafiante, incisiva) estira de nuevo en dirección a la cama. Juntos entraremos en ese mundo onírico que separa una rutina de otra, un día de otro, una pena de otra, una alegría de otra.

Buenas noches.

17.10.08

not another zombie movie

No hace falta medir el tiempo en días u horas si puedo hacerlo en fotogramas. Y la película que conforman, una vez montados, es la película de tu vida.

¿Sabes? En algún momento del pasado sucedió algo remarcable: la guionista de tu film se fue de birras con los dados del destino. Y juntos, hablando de diálogos sin sentido y de frases refritas de películas de los sesenta, confeccionaron un texto que debo agradecerles. ¿El motivo? En alguna parte de esa película, de ese documental que a ratos se te antoja crudo, hay un actor novel con ganas de hacerlo bien y de ayudarte.

Déjate de "silencio se rueda". Déjate de maquillajes y de iluminaciones. Sonríe ante la cámara, pues (ironías de la vida) la que tienes delante está enfocando al revés ahora.

Abrázame en los "aquí y ahora" que vayamos improvisando. Disfrútalos como yo lo hago. Sin necesidad de usar dobles en las escenas difíciles ni en las de cama, saboreando cada travelling circular como un nuevo enfoque para cada secuencia que vayamos imaginando.

Y si al rodar la última escena, la del beso, notas esa tristeza agridulce.. no te apures. Cierra los ojos. Disfruta de la banda sonora y del fundido a negro. Saborea mis labios como yo saborearé los tuyos, y durante los títulos de crédito te susurraré al oído la Gran Verdad sobre las Cosas.

(que las películas bonitas siempre tienen secuelas, que las escenas del beso siempre se tienen que rodar más de una y más de dos veces, y que, por suerte para ti, tú puedes ser la mejor amiga de la guionista)


dedicado a s, mi directora favorita

8.10.08

de que hablo?

De los días en los que sientes que el puzzle sigue incompleto. De momentos crípticos en que crees que te conoces pero te engañas a ti mismo, y reaccionas lento y mal ante tus propios chistes negros. De leves sentimientos de pena surgidos de no sabes donde pero sabes bien porqué. De volver bajo la lluvia disfrutándola pero a la vez sufriéndola. De sujetar el móvil con la mano ahuecada, no sea que se caiga.

De todo eso hablo.

3.10.08

apología de un hasta luego

"Alejarse es de cobardes."

Esta idea, demasiado extendida y demasiado medieval, debería desaparecer de nuestras cabezas. El alejarse de algo o de alguien no debe entenderse como una negativa o como un feo, ni como una huída ni una despedida. Alejarse debe estar asociado a ganar algo tan valioso como el oro, la vida, el agua o los abrazos: alejarse te hace ganar perspectiva. Los kilómetros de separación mental y/o física entendidos como un "me voy y luego vengo" son totalmente necesarios. Lo que ahora nos hiere, visto desde lejos, recapacitando sobre ello, asimilándolo en pequeñas y sencillas partes, se convierte en algo entendible. O mira, quizás no lo sea, pero la perspectiva lo convierte en totalmente relativo. Y ese mirar(nos) desde fuera convierte el camino de vuelta en un obstáculo salvable.

"Afrontar es de valientes."

Sí, embiste. Carga con todas tus fuerzas. Capea el temporal que zozobra barcos y quiebra mástiles, armado con el paraguas de la ingenuidad y la torpeza. Y una vez hecho, corrige todo lo dicho en cursiva cuando en realidad iba entre comillas, y intenta convertir en minúsculas lo que ladraste a gritos. Afrontar es de valientes, como ir a la cabeza del pelotón al cruzar el río Vietcong lo era en su momento, o como poner aquella mina bajo aquel tanque lo fue en la Segunda Guerra Mundial. La valentía entendida como osadía, como arriesgar, creyendo que el "quien no llora no mama" será aplicable a todas las situaciones que la vida nos arroje.

30.9.08

del escribir y los espejos (homenaje a mis blogs favoritos)

Y de nuevo una pausa en mis memorias tristes para escribir un poco de no-ficción. Pardiez, corro el riesgo de acabar mostrando más de mí de lo que puedo disfrazar.

Pero correré el riesgo.



De la sarta de sandeces, historias, manías, creencias, mentiras enteras aceptadas y medias verdades reptantes que nublan mi mente y conforman lo que soy, una de ellas surge, como punta de iceberg, por entre las demás. Y versa sobre la escritura misma.

Muchas veces, visitándoles a ustedes (sí, a ti. Y a ti también) me doy cuenta de que tienen el Don: aquello que puedo definir, de alguna manera, como la capacidad para tocar el interior de las personas por el mero hecho de moldear la realidad o la ficción con palabras y frases, con parágrafos y poemas.

El Don consiste en hacer que uno lea y asienta, y diga "sí, joder, es verdad", y sienta lo mismo que aquél que lo ha plasmado. Con el Don, ustedes consiguen que yo vibre de la manera como vibran, que yo sienta la pena que ustedes sienten, que yo saboree la esperanza, la desazón, los celos, la dicha o la rabia que sus palabras expresan.

¿Y saben qué? He descubierto cómo surge todo.

Verán, mi teoría dice que lo que sentimos, vivimos y escribimos surge de tres lugares, y tan solo de uno de ellos surge el Don.

El peor lugar es la cabeza. Pensar lo que se escribe, darle vueltas a las frases, a la manera de decirlo todo, a las comas y a los puntos. Jugar a buscar triplesentidos en los diccionarios y a pararse tres veces antes de darle a cada enter.

El segundo lugar es el corazón. De ahí solo surgen los tonos pastel, los finales felices, los fundidos a negro con dos manos cogiéndose y las historias fotocopias de historias que a su vez son la sombra de otros tantos cuentos chinos. Y las palabras amor, querer, siempre y feliz no hacen mas que mezclarse en un alarde de total bidimensionalidad que no viene a contar nada que no se haya dicho ya. Todo eso ya puede encontrarse en las canciones comerciales de cualquier intérprete llano.

Y finalmente, el sitio de donde surge todo. El sitio desde donde ustedes, cuando escriben, me tocan la fibra. El sitio desde el que me joden la noche, me provocan insomnio, me hacen sentir el nudo en la boca del estómago y me patean las neuronas hasta odiarles y admirarles a partes iguales. De ahí sale el Don: de las tripas.

Cuando odian y sienten ese nudo, y escriben sobre ello, surge de las tripas. Cuando desean con tanta fuerza que duele, con tanta ansia que ahoga, y escriben sobre ello, surge de las tripas. Cuando aman y expresan esa sensación, esa atracción tan pura, tan descarnada en rojo vivo que no existen palabras que siquiera rocen los conceptos, y escriben sobre ello, surge de las tripas.

Porque lo visceral es lo que perdura y marca, y lo etéreo por mas que nos engañemos no nos alimenta ni nos cobija, no nos apacigua ni nos corrige. Y si no.. díganme donde les duele cuando alguien les deja. O cuando pasan nervios. O cuando se enamoran.


Les pido por favor que jamás dejen de escribir así. Es el motivo por el cual les leo, unas veces en silencio, otras aplaudiéndoles.

Consideren pues esto como un sencillo homenaje a todos los minutos que pasé mirándoles y callando.

Un abrazo inmenso de éste su admirador,

Os-K-r

23.9.08

algo alegre que contar

Sí, es curioso. Pero así es.

Mañana la veré de nuevo en concierto. Frágil. Delicada. Casi eterea. Dulce. Mi sueño, como el de tantos, de cómo debería ser la persona que yo quisiera que (algún lejano día) fuera.

Su voz afilada volverá a recorrerme y a provocarme de nuevo ese cosquilleo que tan solo las historias más suaves consiguen hacer aflorar. Y sus letras sencillas que hablan de lo que a ti y a mi nos pasa desde las diez de la mañana hasta las doce de la noche volverán a llamar a nuestras puertas.

Y desear durante un concierto entero que nadie respire ni se inmute, que las velas no se apaguen, que la guitarra no se pare y que tu sonrisa de bobo se mantenga allí donde Lourdes consigue mantenerla.

Russian Red, o un paréntesis de chicle de limón y lima, refrescante, inesperado.

(En qué puesto estaré en su lista de posibles maridos? el 2000? el 2500?)

19.9.08

de antes de ir a dormir (o de los planes sobre todo y nada)

El aire fresco que entra por la puerta del balcón anunciando que no son horas.

Los párpados que pesan como losas y dicen con voz queda que dormir se escribe con muchas zetas.

Las ganas de que llegue mañana como contraposición a las ganas de que el hoy acabe, no por nada en específico, sino porque quiero que siga el curso cósmico de todas las cosas e inercias.

La cama con sábanas limpias, suaves, con olor a detergente de Marsella y ese diseño tan chulo que escogí lleno de palabras de contexto francés (Paris, El Louvre, Fnac, cabaret, Avenue Montagne..).

La música (Sigur Rós) sonando al volumen de entresueño, allanando el camino que ya de por si está bastante liso a estas horas de la mañana.

Y como cada día, el mismo diálogo conmigo mismo. "La cama es muy grande, Oskar", me digo. "Eso es porque aunque odies también anhelas", contesto.

Y me voy a dormir escuchando a lo lejos las voces de gente que sube por la calle borracha, con un último pensamiento...

... sería interesante sonreir. Ni que sea un ratito... :)

15.9.08

matemática básica (o de lo que aun queda para que nos entendamos)

Y sumando tus sonrisas y las mías, y restándoles tus berrinches y los míos, y añadiéndoles la raiz cuadrada de los abrazos que son más que abrazos.

Y dividiendo por dos los enfados y los puñales, y quitándoles el veneno de las frases que hieren, y multiplicando por dos besos que alguna vez fueron tan solo medio.

Es matemática básica. Y en estos instantes, aun me da negativo.

9.9.08

hueca

De vez en cuando vuelvo a acordarme de ti. Te veo desdibujada en los sitios más recónditos de mi mente, aquellos lugares a los que prefiero no ir nunca, no sea que me vea inmerso en un cruce de incómodos silencios conmigo mismo: lo mismo que cuando te encuentras al vecino que no soportas en el ascensor y los dos subís sin nada que decir pero con todo que echar en cara.

Suelo verte también cuando los párpados se me cierran, eco de cosas que a ratos creo que deseo, y a ratos tan solo quiero que no existan nunca. Son momentos de cruda dualidad, en los que tan pronto te quiero como te odio; tan pronto te necesito como me aburro de ti, de mi idea de ti, y de la profunda y sangrante intensidad con la cual te quiero y te rechazo.

Te huelo. Te siento. Te oigo entre susurros que me hablan de teorías que no llegan ni a eso y que siempre se quedan en hipótesis. Rotas. Rotas en múltiples pedazos.

Toda tu eres éter. Tu aliento, tu sonrisa de caramelo amargo, tus hombros trazados a compás, tu cuello en el que me perdería en horas de mordiscos, la curva de tu ombligo por la que mataría ejércitos de juguete, tus ojos infinitos, redondos, mentirosos, tu pelo que ahora es negro, largo y rizado, como antaño fue rubio, corto y liso (tan cambiante como lo han sido las mil ideas de ti que se te han ido sobreponiendo).

Estoy harto de haberte creado. De mentirme con mis "todo va bien" de las 4h de la mañana, cuando los ecos de mis penas rebotan contra las paredes de todas las culpables que te han hecho así. Harto de que muchas quieran ser tú, de que se hayan introducido en tu rol como si fuera un espíritu en pena al que resucitar, cuando la realidad es otra, y yo os la voy a decir: habéis profanado un traje de novia que un día creé en lo más profundo de mis entrañas. Que mimé con esmero, que cosí con ahínco, que esculpí molécula a molécula. Habéis sentido envidia y os habéis vestido con él en una burda imitación de un ensayo de bodas barato. Y cuando pasaban dos minutos de las doce habéis salido corriendo a por el pan en el horno que de golpe recordásteis haberos dejado. Y con cada huída, un rasguño en el traje.

Ahora solo me quedas tú. Te creía tangible. Y ahora te veo tal como eres. Acepto la realidad, y lloro hacia adentro lágrimas de cocodrilo, pues mi siguiente paso será devorarte. Tan solo eres un traje.

Hueca. Como yo.

4.9.08

hueco

Así me siento. Incapaz de nada. Harto de todo. Hueco.

He entrado tantas veces estos días aquí.. y he intentado escribir tantas cosas.. y no había nada que decir porque ya está todo dicho.

Vacío. De inspiración, de ideas, de letras, de frases. Vacío de ánimo. Y con la total convicción de que esta especie de catatonia que arrastro acabará por reventarme en mil pedazos. Nada de lo que ocurre tiene sentido en ningún contexto. Ni lo tendrá.

Volveré por aquí cuando sea capaz de sentir. Si no siento, no puedo escribir.

Adios a todos.

11.8.08

del amor (XI) o de lo que deberías cantarme si me quieres para siempre.

Y sonaba La Habitación Roja, y te giraste hacia mí, y pronunciaste en mi oído esas palabras que me ataban para siempre (carne con carne, piel con piel y alma con alma):

"Mis ojos solo se abren para ti
mis manos son para tocarte
mis dias sueños que dicen adios..."

9.8.08

la fe (o de las cosas perennes)

He perdido mi fe en nosotros como especie.

Antaño era capaz de sentarme a pensar y observar, y encontrarle las bondades a las esquinas de todos los gestos, sonrisas, abrazos y movimientos de aquello que me rodeaba. Fueron días buenos en los que regalar confianza no era la transacción fría de esperar tranquilidad a cambio, sino un ejercicio de recibir bondad sin tener que moverse de la silla.

Fueron días felices, de caminar desarmado sin miedo a que el sheriff apareciera y sospechara de ti por tu aspecto de forastero. Nadie sentía la necesidad de disparar.

Ahora las cosas son diferentes. Ahora, salir a la calle implica buscar antes francotiradores en las terrazas de los edificios. Ahora, confiar implica saltar al vacío con los ojos vendados y sin poder clamar ayuda a gritos, esperando que surja de puro azar una mano que te sujete e impida que te hagas trizas.

Antes sabías a ciencia cierta que había una casa a la que volver a resguardarte cuando fuera el frío apremiaba; un hogar auténtico en el que el fuego crepitaba en la chimenea, el sofá esperaba de tu contacto, un perro aguardaba, manso y peludo, para calentarte los pies, y una sopa bien caliente y nutritiva permanecía en un rincón de la mesa. Ahora no hay casa. Ni fuego. Ni sofá. Ni perro. Y la sopa está helada y te deja un regusto amargo.

Cada gota que ha caído en estos últimos tiempos ha colmado su propio vaso. Cada frase lanzada por las buenas, cada sonrisa de veinte duros, cada mensaje vácuo, cada historia de dos días, cada polvo rápido y mal, cada diálogo de besugos, cada espalda que he observado marcharse, no han hecho más que zarandear la fe que siempre he tenido en ciertos pilares para mi inamovibles.

Me he estado equivocando.

¿Qué me queda? El vacío. el contentarme con tenerme, y gracias. El decir "zorra" ante el espejo no con mala idea o como insulto tangible, sino como válvula de escape y culpa para mis propios poltergeist de bolsillo.


Y en el recuerdo, la historia de otras tantas columnas vertebrales repasadas con el dedo. Contornos de mujer recorridos con el índice, cuando ellas dormían y yo observaba sus cuerpos, serenos, mágicos, casi etéreos, en las horas del día en que toda chica era aquella a la que yo había estado esperando. Sabiendo, a mi pesar, que todo acaba.

Y que al despertar de mis ensueños la rotunda espiral de la vida volvería a mostrar su pauta: tras todo hola siempre se esconde un adiós.

24.7.08

shhhh...

- Atrapa esa nube - implora él.

- Es imposible - le contesta ella. - Está demasiado alta.

- Atrapa esa sonrisa - le pide él.

- Es imposible - le dice ella. - Las sonrisas no tienen brazos que estirar ni piernas a las que hacer trabanquetas.

Él se remueve, intranquilo. La cosa no va bien, y en su corazón de niño las cosas son diferentes y funcionan sin necesidad de engrasarse.

Levanta la mirada de nuevo y dice:

- Caza para mi algún entremomento.

Ella le mira sin entender nada mientras se coloca bien el pelo tras las orejas, en un intento por controlar su larga melena. Sus grandes ojos fijos, marrones y verdes, clavan una interrogativa mirada a los del chico (negros azabache, sinceros, curiosos).

- ¿Y se puede saber qué narices es un entremomento? - le pregunta finalmente.

El chico sonríe para sus adentros. Sabe que ha capturado su atención, de la misma manera que una cámara Polaroid sería capaz de detener una mirada y reconvertirla en una eterna pregunta, tan larga como él desee y espere para responder. Coge una piedra y la lanza al río con un gracioso ademán. Le gusta sentirse el centro del mundo durante esos instantes, le hace sentirse importante para ella, le hace creer que realmente es dueño de su interés y sus interrogantes.

La chica, impasible, le repite la pregunta de nuevo en un tono al que se le pueden observar matices de impaciencia rasgada.

Finalmente, él le contesta:

- Esto. Esto es un entremomento. El espacio de tiempo que queda entre tu pregunta y mi respuesta, con ese matiz de algo que queda a medias. Es la bocanada de aire que coges cuando vas a decir algo y no lo dices, por miedo, por vergüenza, por apuro, por tener horchata en vena o hielo en sangre.

>> Es el beta entre un alfa y un omega. Es el vacío entre los puntos suspensivos de las frases con doble, incluso triple sentido. Es ese instante siguiente al momento en que que alguien dice "a" y la persona de la silla de al lado dice "e", y coinciden en el mismo segundo y se miran confundidos esperando que sea el otro el que mueva el álfil y el caballo.

>> Es la pausa durante la cuál alimento mi ego, esa pequeña parte de mí, herida, profunda, frágil, diminuta, en la que habito y coexisto con mis miedos; la pausa en la que finjo que importo y que te importo, y que mis heridas podrían ser las tuyas y las tuyas las mías.

>> Es el espacio de tiempo en el que la gota del rocío cae al suelo y tu percepción de ese lapso la convierte en interminable. Y cuando suena, casi imperceptible, y hace plink... se rompe el hechizo del entremomento.

La chica lo mira de otra manera. Y calla mientras él sigue tirando piedras al río. Y disfruta de los entremomentos sin decir nada que pueda estropearlo.

(Y cuando las hojas caigan al cabo de unos días, ya no seran tan niños).

21.7.08

lo de ayer y lo de siempre

Salíste, saltaste, vibraste, bebiste.

Te agobiaste, sufriste, pensaste, te cansaste, te rallaste y te medio-dormiste.

Sudaste, bailaste, tonteaste, conociste.

Besaste, lamiste, tocaste y te corriste.


Disfrutaste. Como suele suceder en esas ocasiones. Y como dice la canción de The Verve (grandes, muy grandes, en directo): una sinfonía agridulce.

Lo de ayer y lo de siempre, vamos.

15.7.08

ver

Y ver que todo tiene un porqué,
un origen y un final,
un de aquí y un hasta allá,
un antes y un después.

Y por debajo de todo esto, poder verle los cuatro pies al gato.


Yo, mí, me, conmigo.

12.7.08

puedo / no puedo

Puedo hacer como que las paredes son más interesantes. Puedo tener conversaciones banales en las que las palabras tabú abundan aquí y allá, salpicándolo todo de frases esquivas y retorcidamente vacías. Puedo jugar al no me importa y no me afecta. Puedo disimular que las piernas me tiemblan y los nervios me traicionan.

No puedo soportar el sentirte brillar como un faro. No puedo entender que hayas sido mía y que todo se haya desvanecido en una gris bruma. No puedo no sentir nada. No puedo aceptar tratos en los que mis ejércitos tengan que marchar en direcciones tan equivocadas. No puedo parar la hemorragia, que sangra, sangra, y sangra, y me deja hueco por dentro como lo estaría un niño pidiendo un helado y llorando durante horas, incomprendido. No puedo conjugar el verbo estar en pretérito imperfecto y cortarlo en dos como si fuera una sandía.

Esto es lo que puedo y no puedo hacer.

8.7.08

esquisiteces musicales

Empate a uno. Sin riesgos.

Y hablando de esto y aquello, hoy querría darme un paréntesis en estas mis memorias tristes para lanzar a quien me lea una perla musical, una de ésas que si no la conocías antes de que te la recomendara, te preguntarás qué estuviste haciéndole a tus oídos los últimos años, cómo lo hiciste para conciliar el sueño en las noches traicioneras o dónde estuvieron escondidas esas notas que, a partir de ahora, te mostrarán el camino a casa.

El tuyo, y el de muchos.

Permíteme, por último, que comparta contigo un mantra que asumo conocerás, pero que en este instante de mi vida, y ante la aterradora cantidad de caminos rabiosamente individuales que observo y sufro, se me antoja necesario recordar:

"No estás solo. No estás sola"

Y dicho esto, señoras y señores.. les presento a The Album Leaf.


The Album Leaf - Always For You

In the air I flew
Through the clouds I fall
Through the country I've walked
In front of temples I've stood
Before the ocean I pray
And I said your name

In the air I flew
Through the clouds I fall
And all the things I've tried to say
Were never easy to explain
They were always meant for you

And all the memories that were made
For years and years
I've chased this day
They were always for you
Always for you

In the air I breath
Through the clouds I see
Through the cities I've walk
In the castles I dreamed
On the mountain I climb
When I call your name

In the air I flew
Through the clouds I've fell
And all the things I've tried to change
Were never easy to contain
They were always meant for you
(always for you)

And all the memories will never fade
For years and years
In my heart you'll stay
It was always for you
Always for you
Always for you

And all the pieces that remain
They will build a place for us to stay
They were always meant for you
(always for you)

And all the chances that we take
For years and years
We'll have this place
They were always for you
Always for you





Para H, que afortunada o desafortunadamente, no recuerda el camino de vuelta a mi blog...

5.7.08

la percepción (errónea) de las cosas

Hoy me he dado cuenta de algo: todo en esta vida es un juego de percepciones.

Quizás esta noción ya existía en mi interior desde antes, puede que viniera impresa de serie desde que salí de la fábrica, o puede que simplemente la haya inferido de tantas y tantas patadas en la boca del estómago.

El caso es que mira, oye, me doy cuenta justo ahora: para guiarme por la vida tan solo cuento con un par de brazos, un par de piernas, un par de ojos y oídos, una boca (Dios me libre de tener dos) y un saco de percepciones. Mis percepciones.

Ellas son las que de alguna manera guían el sendero. En base a ellas pienso, me decepciono, río, busco el cobijo de otros, odio, abrazo, tiemblo, o estallo en mil millones de pedazos rotos.

Esta mañana mis percepciones han venido a darme los buenos días. Me han traído el almuerzo a la cama y me han estado explicando toda una serie de historias que han despojado a mi antiguo yo del optimismo con el que pretendía empezar el día. Luego me han dado unas palmaditas en la espalda y se han largado quién sabe dónde. Como si fuera a echarlas de menos.

Así que ahora me encuentro con que no tengo visión sobre nada. Ando (si cabe) más perdido que nunca. Y todo estalla en pedazos y puedo verlo, y en realidad es un gran problema, porque equivale a tener las esquirlas de un cristal reventado dirigiéndose a toda velocidad hacia mí y carecer por completo de manos con las que, en un instintivo gesto, intentar parar la que se me viene encima.

Qué no daría yo ahora por conseguirme una bolsita pequeña, de las de supermercado, llena de nuevas percepciones. Y si pudiera elegirlas, las pediría pintadas de rosa palo.

O yo me equivoco siempre o es el mundo el que no funciona como debiere. Maldita Navaja de Occam.

Buenas noches...

4.7.08

una mañana de no domingo

Cuando abre los ojos lo primero que percibe es la luz: intensa y brillante, lo envuelve todo, en el equivalente óptico a hacer sonar un badajo y despertar con su sonido a todo el vecindario. Le hiere los ojos, poco acostumbrados, y cuyo único recuerdo de luz son las luces verdes de aquella discoteca.

Su mente tarda unos veinte segundos en saber cuál fue. Será la resaca, se dice el chaval. O será que recordar lo de ayer es un poco abrir algunas rendijas de ventanas cerradas a cal y canto.

Se levanta, se pone los primeros pantalones que encuentra, y se medio arrastra por el pasillo. Al llegar al baño, se mira durante unos minutos en el espejo, con el mismo ritual de siempre. Ouch, un arañazo en el brazo. Y sonríe, se acuerda de cuando estuvieron bromeando empujándose, y supone que la marca proviene de eso. Luego, lentamente, abre la boca y se examina la lengua. Efectivamente, no parece una lengua, sino un zapato. Puto alcohol, se repite, como si convencerse de eso impidiera futuras borracheras.

Sale al balcón y respira hondo. Sol. Aire. Y en el iTunes de su ordenador suenan The Smashing Pumpkins.

Vaya, se dice, al final resultará que incluso las mañanas de no domingo tienen su qué.


(y aunque le entristece recordar esto y lo otro, se dice que hoy será un buen día)

3.7.08

las horas largas

Las horas largas son aquellos conjuntos de minutos en los que el tiempo se ralentiza dolorosamente, y tú miras el reloj y las manecillas son una burla, puesto que ni siquiera las ves a ellas, lo único que haces es pensar en aquello que no estás viendo y que es bastante probable que esté sucediendo y te esté doliendo, y en cambio tú estás aquí, gris, conmocionado, confundido, resignado, dejando que las horas largas te raspen la epidermis dejando feas y mezquinas marcas de color carne y lágrima.


Las horas largas son sesenta minutos de lo que está siendo y no sabes en lugar de lo que podría haber sido, una especie de guerra de tiempos verbales en los que el vencedor es aquel que te proporcione mayor número de puñales por centímetro de espalda, y esos sesenta minutos duran muchísimo más que la suma de sus segundos, cada uno de ellos repiqueteando en tu cerebro como pequeñas y afiladas agujas, y el resultado final es un tatuaje de motivos tristes que la gente puede observar al verte por la calle y que tú, pobre infeliz, ves cada día al despertarte y mirarte en el espejo del cuarto de baño.

Y ahora nos vamos, mis horas largas y yo, a compartir ese espacio de mi cama reservado solamente para mí y para las personas caducas que el tiempo va trayendo.


Muchas caras, ninguna fija, dicen mis horas largas. Y llevan razón, y no es mi culpa.


Llanto de niño herido.

1.7.08

hurt

Volviendo a aquello de que la vida de cualquier persona puede ser perfectamente reconstruída a base de retazos de canciones, de pequeñas pinceladas de versos de grupos que una vez fueron o que aún son, que pasan sin pena ni gloria entre los recodos de la fama, o que triunfaron moviendo (y removiendo) a todo el mundo.. como decía, volviendo a todo eso, me viene de nuevo a la mente el sr. Johnny Cash versionando a Nine Inch Nails.

Me rompe por dentro. Me hiere.


"I hurt myself today
to see if I still feel
I focus on the pain
the only thing that's real
the needle tears a hole
the old familiar sting
try to kill it all away
but I remember everything
what have I become?
my sweetest friend
everyone I know
goes away in the end
and you could have it all
my empire of dirt

I will let you down
I will make you hurt

I wear this crown of thorns
upon my liar's chair
full of broken thoughts
I cannot repair
beneath the stains of time
the feelings disappear
you are someone else
I am still right here

what have I become?
my sweetest friend
everyone I know
goes away in the end
and you could have it all
my empire of dirt

I will let you down
I will make you hurt

if I could start again
a million miles away
I would keep myself
I would find a way"

30.6.08

dardos

Hoy es uno de "esos" días. Jamás lograré acostumbrarme a ellos.

Comienzan con la amargura del que descubre la pieza que no iba ahí. Y con la certeza de que en algún momento si que encajaba, uno se entristece y se queda apático para el resto de horas, días, semanas. En algunos casos (como el que ahora me ocupa) es probable que dure menos, pero quién sabe, ¿no?.

Pero bueno, para eso existe el afán de superación. No hay mal que por bien no venga, o algo así dice el refrán (que por cierto se me antoja como uno de los más masoquistas que jamás haya oído).

En fin. Una nota puede que más autobiográfica y personalizada de lo que jamás haya escrito aquí. Me largo a comprar y a intentar encontrarme en este mar de pensamientos. Llevo muchas horas delante del ordenador en lo que se me antoja la demostración más clara de que soy un idiota al que alguien martiriza grabándole mientras existe, mientras es.

Lo que yo te diga, al final alguien me pasará la película de mi vida y nos reiremos juntos con una birra en la mano.

Suenan Bran Van 3000.

"What the hell am I, doing drinkin' in L.A. at 26...?"

27.6.08

bla bla bla

Las palabras.

Imperfectas, esquivas, vagas y difusas. Confunden y llevan a interpretaciones tan dispares que no podríamos unir A con B ni que lo intentaramos con el Sagrado Cartagón de la Paciencia.

Las palabras.

Piezas incompletas de puzzle cuyos colores no llegan ni de lejos a mostrarte donde encajan. Y tú, armado con ellas y con tu ingenio, te propones completarlo aún cuando percibes que no tienes las suficientes para acabarlo.

Y si hubieras mirado antes la caja del puzzle (¡necio, orgulloso, infeliz!), sabrías que es un 1000 x 1000.



Dedicado a tod@ aquél/lla que me lee y no me escribe. Animáos, anda. Podría decirse que escribo para vosotr@s más que para nadie.

19.6.08

diana

A ti, que con tu simple compañía (créeme) eres bálsamo curativo de muchas de mis penas.

A ti, que consigues doblegarme en las cosas sencillas, y hacerme medio-enfadar con manías tontas.

A ti, que podrías escribir libros sobre estereotipos que harían sangrar ojos y oídos de no poca gente.

A ti, que aciertas siempre en los cincuenta puntos de la diana de la realidad, la que se esconde tras frases que son susurros y medias mentiras que son verdades completas.

A ti, que te mereces treinta mil veces más de lo que recibes y sin embargo esperas, existes, con tu sonrisa simpática y tu acento olvidado a ratos.

A ti, que te pareces a tantos pero que en realidad no te pareces a nada que haya conocido, una curiosa dualidad que cuanto más te conozco más me sorprende.

A ti, que me hiciste llorar cuando te fuiste y me haces llorar cuando me tocas la fibra.

Te quiero mucho tío.

15.6.08

memoria

¿Quieres que te lo describa? Muy bien, pues allí voy. Con lo que me cuesta encontrar alguien que quiera escucharme.. cuando tengas mi edad, niña, te darás cuenta de lo difícil que es conseguir que la credibilidad y la atención de la gente no se escapen por las ranuras entre tus dedos, como fina y esquiva arena de playa.

Como cada día, todo empieza con un lento abrir de párpados. El director de mi peculiar película de la vida parece que juega a aprender por primera vez en su trayectoria profesional lo que es el slow motion, y no con mucho acierto. En nada se parece al que yo usaba en aquellas primeras películas tan malas, que muchos tildaron de pueriles, y que a ti siempre te gustaron tanto. Tiene gracia cómo funciona la memoria, ¿verdad?. Soy capaz de recordar incluso los detalles sobre todos los actores.

Al contrario de cómo le sucede a mucha gente, esos primeros instantes de despertarme nunca son traumáticos. Más bien los veo de una manera muy poética, un lanzarme a la vigilia como lo haría un niño que durante el arco ascendente de su columpio se arriesgara a saltar, con más suerte que habilidad, para mostrarle a sus padres que está ahí.

Lenta, trágica o felizmente, según haya sido la ristra de sueños que mi subcosciente me haya asignado a lo largo de la noche, saboreo y encajo las piezas de puzzle de las inconexas ideas que en éllos habitan. Unas veces tengo la sensación de tejer un lindo y colorido pañuelo, suave y vistoso; original y errático. Otras tantas lo veo más como intentar recoger los muchos pedazos de una copa rota, una que supieras especialmente cara, que se ha hecho añicos de una manera estridente y ha conseguido llamar la atención de todos los asistentes a la fiesta. Y entre sus risas, tu torpeza, y la amargura del sabor a cava barato en el fondo de tu paladar, te sientes bastante lejos de lo que te rodea.

¿Sabes qué me pasa últimamente? Las manos y brazos se me duermen. No, niña, no; se lo que estás pensando, y la edad aquí tiene menos que ver de lo que tú crees.

He llegado a la conclusión de que es debido a mi tendencia a colocarme como si el mundo quisiera caer sobre mi cabeza. Quizás un miedo inconcreto se apropia de mí cuando todo está oscuro y el silencio me acaricia el espinazo, o puede que mi primitivo hipotálamo de reptil, el que vive al acecho en lo más fondo de mi decrépito cerebro de ser humano, esté más desarrollado que el de otras personas y piense aún en cuevas, depredadores, piedras o mordiscos a traición de algún otro malsano animal. Sea como fuere cuando despierto suelo encontrarme de lado, con los brazos por encima de la cabeza y chafándome siempre uno de ellos en una postura poco ortodoxa para los estándares que marcaría una escena de cama cualquiera. Y el hormigueo cuando mis extremidades despiertan es una buena manera de recordarme que ya volvemos a estar ahí, otro día más, aunque la claqueta hace tiempo que se quedara guardada en el cajón.

¿Me pasas un vaso de agua? Muchas gracias...

¿Por dónde iba? Ah si... perdona si divago, niña: tú sabes que siempre he tenido una mente átipica, capaz de manejar a la vez lo más sordido y lo más dulce, y que ha traído de cabeza a hordas de críticos que han tratado de hurgar y analizar en todo lo que he hecho durante estos años. Ardua tarea, pues está claro que ni a estas alturas de mi vida tengo yo muy claro qué he conseguido. Y mi memoria, como los dos sabemos, anda ocupada por las esquinas invitando a últimas rondas a mi oído y a mi vista.

Ya recuerdo de qué mascullaba: mis brazos dormidos. ¿Puedes imaginarte lo que es despertar cada día igual? La pesadez de empezar la jornada mientras cientos de pequeñas cuchillas se mueven bajo tu piel y te miras el brazo, extrañado, como si fuera una extremidad que perteneciera a otra persona y te hubiera aparecido de la noche a la mañana. Es un horror.

El siguiente paso lógico es incorporarme. Hay días en que este proceso sigue una especie de metódico ritual en el cual paso unos dos o tres minutos mirando el techo, intentando atisbar algún cambio en su color, en su textura, alguna grieta aparecida en esas horas en las que no estaba atento. Me gusta mantener una débil ilusión de que el mundo cambia a mi alrededor cuando no lo miro, y que algún día me fijaré lo suficiente como para entrever los cambios, o me giraré tan rápido a mirar tras de mí que notaré los gazapos en la realidad de las cosas pequeñas, y que seré capaz de recordarlo al día siguiente con total nitidez. Sin embargo, tras ese tiempo mirando el techo, sigue tan blanco perla y tan estucado como creo que estuvo ayer.

¿Debes irte ya? No importa, tranquila, en realidad el relato que me pedías acaba ya, como el mismo proceso de despertarse o como cualquier rutina cíclica que seas capaz de imaginar. Y termina, en realidad, de la misma manera en la que la vigilia acaba. Conmigo sentado, mirando esa pared llena de imágenes del pasado, alimentos de un ego que con el paso de los años ha seguido el mismo trayecto que mi cuerpo. Se ha marchitado, se ha encogido y se ha llenado de polvo con olor a viejo y a gris. Y así, de esta manera que te he descrito, vuelvo a funcionar. "Un día más", me digo. Y lo paso.

Un beso muy fuerte. No llores. Y vuelve a perdonarme por lo que volverá a pasar mañana. Quizás te resulte menos violento si en vez de volver a preguntarte tu nombre lo llevas escrito en la solapa... Así, durante unos instantes, o minutos, o horas, seguiremos alimentando la ficción de que te he reconocido nada más entrar por la puerta, y de que seguimos siendo, a nuestra extraña y equivocada manera, una familia.

Adios, hija.

14.6.08

cruces

Cruces.

Que marcan los lugares donde nunca has estado, donde nunca querrías haber ido o desde los de donde lamentas haber partido.

Cruces.

Que tachan de la lista de culpables a aquellos que es evidente que, a todas luces, son los inocentes de turno de la película cómica de policías y vaqueros.

Cruces.

Que estigmatizan aquello de lo que no queremos hablar hasta el punto de hacerlo invisible a la vista y a la sal de las heridas.

Cruces.

Otrora símbolo religioso, estandarte de sangre e Iglesia, convertidas ahora en mi excusa (matutina) para contaros un poco de qué va todo esto.

10.6.08

Sigur Rós (VI)

Acaso sea la lluvia y su olor el origen de todo, el comienzo de la inspiración, la fuente de ese torbellino persistente que a ratos casi me nubla la mente y me suelta los dedos sobre el teclado.

Y acaso sean esas gotas y su sonido lo que me guía de nuevo aquí, al estuario donde acuden todos los ríos. Al baile de graduación de las ideas melancólicas. Al final de la penúltima copa de la boda de aquellos amigos. Al recodo del camino donde un árbol de tronco torcido y lleno de musgo te cobija de la que está cayendo. A la cueva entre las rocas desde la que puedes ver cómo sigue lloviendo, y sigue, y sigue.

Hasta que la última gota cae lamiéndote los pies y el sol aparece.

Y en el fondo, es como si todo hubiera sido un gran chiste contado a destiempo; uno de ésos que nadie entendió porque, en realidad, nadie lo estaba escuchando.

4.6.08

yo vi a Portishead en directo

Las primeras notas ya te indican que todo comienza y el corazón se te vuelca porque es lo que estabas esperando desde que hace ya meses viste el cartel, compraste la entrada y reservaste una semana de tus vacaciones. Lo hiciste para esto.

Exclusivamente.

Una voz tenue, un susurro frágil parecido al de seda sobre seda. Llorar.

Luces azules y verdes incidiendo sobre las figuras de la gente, dibujando sus contornos con una débil estela de formas suaves y anhelantes. Miles de personas guiadas por la misma sensación de desamparo gris y necesidad de vivir ese vacío.

Instrumentos que comienzan a sonar al ritmo de esa canción, y suenan a roto; pero no son ellos los que lo están, eres tú por dentro.

Porque poder escuchar "Roads" en directo, desde allí arriba, viéndolo todo, saboreándolo, hace que cualquier ser humano se parta en dos desde la médula hasta el bazo, y sangre durante horas por las cicatrices que nunca ha tenido.

Y lloras, porque todo es triste y melancólico, porque Beth Gibbons quiere que así sea en este aquí y este ahora, y mientras su voz suena notas el aire del mar acariciando las lágrimas en tus mejillas, a modo de bálsamo curativo que saca de tu interior los restos de viejos (y no tan viejos naufragios).

La canción sigue y los violines suenan. Es entonces cuando te elevas y sigues cantando dentro de ti, quizás desde ese corazón que en este momento está hecho trizas de tanto sentir y que te ahoga.

No hace falta ser muy listo para darse cuenta de que no hacía falta decir nada. A mi alrededor todo eran pequeños submundos de gente taladrada por las mismas notas. Unas gradas del Fòrum abarrotadas de miradas absortas cuyo único fin era seguir alimentandose del mismo soma que es la esencia de la cual se alimentan los suspiros.

Cientos de cristales rotos ocupando durante cinco minutos de canción el espacio de otras tantas personas. Una exquisita y fugaz salida de la vulgaridad para vivir un momento entre ascuas ardiendo.

Joder. Ojalá lo hubieras visto. Conmigo.



para m, porque no pude grabar un video y tenía que expresar de alguna manera lo que fue aquello..


Portishead - Roads

"Oh, can't anybody see,
We've got a war to fight,
Never found our way,
Regardless of what they say.

How can it feel, this wrong,
From this moment,
How can it feel, this wrong.

Storm,
In the morning light,
I feel,
No more can I say,
Frozen to myself.

I got nobody on my side,
And surely that ain't right,
Surely that ain't right.

Oh, can't anybody see,
We've got a war to fight,
Never found our way,
Regardless of what they say.

How can it feel, this wrong,
From this moment,
How can it feel, this wrong.

How can it feel this wrong,
From this moment,
How can it feel, this wrong.

Oh, can't anybody see,
We've got a war to fight,
Never found our way,
Regardless of what they say.

How can it feel, this wrong,
From this moment,
How can it feel, this wrong."

24.5.08

qué decias?

- Eso es porque no lo pensaste lo suficiente.

- De qué hablas?

- Tú ya sabes de que va el tema. De persianas que cierran. De negocios en quiebra. De respiraciones al otro lado de la linea. De carteles de "aforo completo" dos minutos antes de que tú entres. De "no quedan entradas, señor" ante el estreno que ansiabas poder ver. De sobredosis de psicotrópicos extraños cuando yo pedía metadona. De no poder agacharse a abrocharse los zapatos y tener que caminar con cuidado sabiendo que a cada paso puedes caer.

- Tampoco hacía falta ser tan explícito.

- Y que lo digas. Tampoco hacía falta que se te cayera el alma.

23.5.08

los sueños

Álex está preocupado: jamás logra recordar sus sueños. Cada mañana despierta y durante unos fugaces instantes sabe qué ha soñado e intenta retenerlo, siempre con desastroso resultado.

Ha probado de todo; desde dormir con una hoja de papel y un bolígrafo en la cabecera de su cama, hasta intentar desvelarse ipso-facto y repetir, como si de un mantra se tratara, ideas sueltas de aquello que ha soñado.

Y nada de esto le funciona.

Cada mañana, al instante siguiente al despertar, los dedos metafóricos de su mente rozan su mortecina estela onírica. Es durante esos segundos que cree ver ballenas, astronautas, patines, concursos, sonrisas, sombras; simples proyecciones en su cabeza que duran lo que dura un suspiro. Y a los cinco minutos, cuando aún se está peleando con sus legañas, ya se le ha olvidado todo.

Pero Álex no pierde la esperanza. Es por esto que hoy, tras volver del trabajo, ha pasado por el "todo a cien" chino de la esquina, y ha comprado un bonito atrapasueños. Cree, producto de alguna película barata de su juventud o algún cuento para dormir de su infancia, que al despertar mañana todo será diferente y sabrá qué es lo que subconsciente le oculta en esas noches de sueños borrados.


Y cuando mañana despierte intranquilo, y sea capaz de recordar todo, quizás piense que hubiera sido mejor idea comprar por el mismo dinero dos juegos de pinzas y una esterilla de ducha. Le deseo suerte.

Y sobretodo, felices sueños.

22.5.08

... y ...

Y el color predominante le miente al gris y al blanco, apostando a la vez por ambos. Y mentiría si digo que me disgusta.

Y huele a humedad, pero humedad limpia, de hojas de árboles y césped gritando que están ahí, y que el verde es la única opción en lo que a color del suelo respecta.

Y la lluvia que cae, fina, casi etérea, tampoco molesta. Si no fuera porque tengo el portátil en el regazo ahora mismo estaría en el balcón, trasteando con mis recuerdos y jugando con mis futuros.

Un chico se asoma a una de las ventanas del edificio de mi derecha. Enciende un cigarro y mira al infinito, mientras la fina cortina de lluvia le hace parecer un personaje de película de cinta antigua, una de esas películas en VHS que de tanto verlas se me estropearon.

Y cerca de él, en otra de las ventanas, una chica aparece en el marco de la ventana durante unos instantes. Creo que me ha mirado, y le sonrío. "pobre loco", debe pensar, al verme en mi silla, con el portátil en el regazo, y con las puertas del balcón totalmente abiertas a mi izquierda. Tanto ella como el chico de hace un momento desaparecen a la vez en el interior de sus casas. Y yo me pregunto si alguna vez se conocerán. Si hace unos meses estuvieron juntos, si saben a qué sabe la piel del otro o si jamás coincidirán en el ascensor, buscando incómodos algún tema banal con el que poder pasar esos minutos de trayecto.

Y las golondrinas y las gaviotas pasan, trinando desesperadas, buscando resguardo o echándose en cara lo que quiera que tengan que decirse entre especies tan dispares.

Y el chico vuelve a aparecer de nuevo en la ventana, supongo que a acabar su cigarro. ¿Qué será eso tan interesante que ve sin llegar a ver? Me dan ganas de salir afuera, gritarle un "eh tu!" y preguntárselo, aún a riesgo de quedar como un necio.

Y las nubes comienzan a dispersarse, y aunque siguen cayendo cuatro tímidas gotas parece que la lluvia se resiste, y el sol ilumina las antenas y los tejados del edificio de enfrente.

Y las golondrinas siguen a lo suyo, y el aire fresco de ahora mece los plásticos que cubren la ropa tendida en los balcones interiores de todos los patios, y me sonrío porque la canción que suena en los altavoces me gusta.

"El desconocimiento de un idioma extravagante
sea la única razón
por la que no entiendo a nadie"


Y la lluvia cesa del todo.


Me gusta Nueva Vulcano.

19.5.08

pensando en Nada (Surf)

Porque no sólo de puntos y aparte vive el hombre, sino también de comillas y exclamaciones.

Porque siempre hay más de un camino para llegar de A a B en cualquier plano que se precie.

Porque me divierto cuando hablo de lo que quiero y parece que no se lo que digo, aún diciéndolo tan claramente como si estuviera en Speaker's Corner con un megáfono de cuatro kilos.

Porque me encanta sentirme como un boxeador de los pesos pesados que ha salido a defender el título por enésima vez ante un público que venía a ver un espectáculo de funambulistas coreanos, y llegado el segundo asalto, toda la gente que lo compone se miran entre ellos, avergonzados, sin saber si irse en silencio o ya que estaban allí, corear mi nombre y tirarme cacahuetes.

Porque la vida sin canciones es como la vuelta a casa sin mirar el móvil: insípida, gris, recta y fría.

Y si esas canciones, una y otra vez, una y otra vez, rasgan esa parte de ti que está hecha de papel mojado, mejor que mejor.

Como esta.

"Oh no you make your own mistakes
I cannot bring them back to you
Oh no you make your own mistakes
I cannot measure up to you"

18.5.08

todo recto.

Hace dos días, en mitad de la noche, volví a coger la pluma de escribir de las metáforas sangrantes. Y lo hice guiado por ecos que ya son como vecinos de toda la vida, de los que se presentan en tu casa a la hora de la siesta por el simple hecho de que la confianza, a cucharadas, da asco.

Si cierro los ojos y juego a entrar en mi cabeza, puedo ver la forma de esos ecos. Veo la sencillez de los bordes de mis pensamientos, la belleza y la soltura con las que cada idea se entrelaza con otra. Me asombro ante las montañas y los prados de la inercia en los que pastan, a su aire, pequeños rebaños de celos y amarguras. Y si en un rápido zoom de los de película me acerco a esas montañas.. es ahí donde los veo, en forma de esquirlas enquistadas en la piel caliza curtida por los años.

Es curioso, sabes? Cómo ante ciertas situaciones soy capaz de permanecer impasible y que la vida, las risas, las amarguras, los chistes sobre pollas o los móviles de cemento no alteren mi ánimo. Ver cómo todo lo que me rodea conforma una película que bien podría haber quedado a medias tras el suicidio en masa de todos sus guionistas, y asistir al estreno con una bolsa de palomitas y que no se me tuerza el gesto. Y verla una y otra vez hasta que me coja el sueño cuando la demás audiencia está ya en sus casas, mirando intranquila el techo o llorando por las esquinas.

Es por esto que me descolocan esos ecos y su facilidad para abstraerme y fustigarme con látigos de introspección hiriente. Imagino que siempre han estado ahí, pugnando por un momento en el que puedan salir a decirme que no soy tan de piedra como a veces creo, y que por más que pasen los años sigo golpeándome en los riñones con los cantos de las mesas al pasar entre ellas, y que aunque sigo pretendiendo que ahora solo son rasguños, duelen. Y eso es debido a que golpearte dos veces en una misma herida es mucho peor que múltiples contusiones en todo el cuerpo.

El otro día, a muchos kilómetros de todo y prácticamente a casi ninguno de nada, pude verle las aristas a mi Teoría General del Todo. Y al sentarme, lejos, ausente, nublado e impar, bajo aquella lluvia fina, fui capaz de ver la imagen estereoscópica que se hallaba impresa tras esos ecos. Surgió de golpe y hacia todas partes como las rabiosas varillas de un paraguas azotado por un monzón.

"Todo recto", me decía la imagen. Qué puta.

17.4.08

silencio en los bolsillos

Nos miramos. Y luego, apartamos la mirada.

Un niño cruza la calle agitando las manos, gritando y riendo, persiguiendo monstruos imaginarios, piratas y astronautas, y mirarlo hace que no necesitemos decir nada durante unos segundos más.

Nos volvemos a mirar, y yo sonrío de ésa manera que sé que odias, pero lo hago de una manera totalmente involuntaria. Tú te tocas el pelo y te lo colocas por detrás de las orejas, en un gesto que quizás no sepas que me encanta. Y que de hecho es uno de los gestos que me hizo enamorar.

Hago un amago de ir a hablar y un sonido escapa del fondo de mi garganta, vacío, sin forma ni sentido. Los dos sabemos que nada de lo que diga podrá recomponer esta historia de cuadros rotos. Y las palabras se quedán ahí, en mi interior, agazapadas, en espera de un momento oportuno que no tiene demasiadas posibilidades de aparecer.

Seguimos callados. Con la diferencia de que ya no nos miramos. Puede que sea la vergüenza de conocernos ahora más que antes.

O puede que sea porque la historia del "te dije y me dijiste" ha llegado demasiado lejos. Y lo que sea que quede de lo nuestro ya solo puede escribirse en pretérito imperfecto.

Y ahí sigue. Guardado.


Silencio en los bolsillos.





para d, por inspirarme

6.4.08

en silencio

En calma.

Como una brisa suave que sopla desde donde debe en vez de desde donde quiere. Notas mudas lanzadas hacia mí con la certeza de que no caerán en saco roto, y que las sabré atesorar como merecen.

Un silencio tal que se diría que soy capaz de oirlo, de saborearlo, de tocarlo y acariciarlo y que las yemas de mis dedos me cosquilleen el alma.

Y por encima de todo ello, el sonido de las teclas mientras escribo y esta canción, exquisita, de The Album Leaf..

Buenas noches desde el país que siempre habito. Mí país. Aquí les espero. Si quieren.

12.3.08

naranja pasado

- Por qué ese nombre?

- Cuál?

- Naranja pasado. No existe ese color.

- Porque tú lo digas.. para mí es más real que colores que no entiendo o que no veo, como el rosa palo o el blanco roto.

- Aún así, no tiene sentido.

- Sí lo tiene. Verás: el naranja pasado es el color naranja de las cosas que fueron. Es aquel matiz que tenían las paredes y el suelo y los árboles iluminados por las noches sencillas. Es la tonalidad entre clara y apacible de irte a dormir sin que nada te pinchara dentro, escuchando ese grupo de música que acababas de descubrir y saboreando en el fondo del paladar historias que no caducaban.

- No sé si acabo de entenderte.

- Eso es porque tu estabas allí, en aquel momento, de una manera en que ya no lo estás. Y mientras hablas conmigo en esta falacia de diálogo en realidad no existes. Sigues siendo el producto final de lo que sea que yo quiera que seas.

- Aha...

- Sí. Y en aquel entonces, cuando todo era de color naranja pasado, tu existias de manera más real que nunca. No te acuerdas?

- Me temo que no.

- Da igual. Que no lo recuerdes no lo hace menos real. Y todas aquellas noches contándote las pecas, y todos aquellos amaneceres de sonrisas y caricias en que la luz del sol se colaba por las rendijas de mi persiana medio rota, y tus quejas por despertarte con sexo cuando en el fondo los dos sabíamos que no eran ciertas. Todo eso sigue en mi mente, iluminado por los anocheceres viendo películas de seis minutos con diálogos que carecían de sentido, y planeando, entre risas, cómo ibamos a pasear por el centro a la mañana siguiente si llovía y sólo teníamos un paraguas. Y fuera, mientras tanto, ese color que tú finges que no existe. Naranja pasado.

- Todo esto que dices es muy bonito.

- Te equivocas, mi amor, te equivocas. Lo fue.

4.3.08

el erizo

Le sonreiste a aquello como si no fuera más que un strike de chiripa de tu partida de bolos de dos rondas. Te rascaste la cabeza, en un gesto típicamente tuyo, un tic adquirido a fuerza de estar contigo mismo en los rincones más profundos de tu mente, y encontrar allí patrones de comportamiento que jamás te han gustado.

Te rascaste la cabeza, como te decía, y le diste la espalda a la lluvia. Qué más dará, pensaste, si aquí dentro estoy resguardado de ella.

Les hiciste la misma broma tonta de siempre, esa con la que siempre se ríen y la que siempre cuentan como anécdota tuya en las cenas con sus amigotes, y todos bromearon y le quitaron la misma importancia que tú ocultabas a patadas. Respiraron tranquilos, se relajaron, y tú seguiste con la ensalada de tripas que siempre sigue a cosas de esta índole.

Y ahora que nadie mira, todos duermen, y tú recuerdas dolorosamente que estás vivo, te miras en el pequeño espejo. Y te dices a ti mismo tonterías sobre ventanas que se cierran y metáforas que se follan a metáforas. Y frases que no quieres entender. Y que cada vez llueve menos en esta ciudad porque tú mismo montaste una fábrica de toldos. Y que qué suerte que tienes pruebas de no estar loco.

Y te duermes, con la angustiosa sensación de haberte tragado un erizo.




Menudo chiste.

17.2.08

de caer y levantarse

Lo tercero que oye al volver en si es una especie de eco apagado de explosiones lejanas. Lo segundo que oye, una voz que por la mueca de la boca de la que surge se diría que suena a grito, pero que sus tímpanos en shock le impiden recibir como algo más que murmullos.

Lo primero que oye son sus propios quejidos tras el estallido de un mortero a unos metros de su cabeza.

Todo está borroso. La persona que le grita a escasos centímetros de su cara parece que podría ser su teniente, o quizás el sargento. No acaba de percibir del todo bien los colores y las formas, solamente intuye la chaqueta marrón pálido que han llevado durante toda su estancia en esta campaña en Egipto.

A lo lejos oye los gritos del ejercito nazi, quizás en retirada, quizás acabando de masacrar a los restos del batallón estadounidense. Tampoco importa. Por lo menos no ahora, o no hasta que tenga la certeza de que aun está de una sola pieza.

Poco a poco comienza a recuperar la visión y empieza a poder centrar la vista. Se mira las manos, sorprendido ante el hecho de conservar ambas, y se cuenta las piernas solo por si acaso. Le asaltan vagos recuerdos de compañeros volando en pedazos por la explosión de las granadas del enemigo, la sangre la carne y los fragmentos de hueso describiendo horrorosas parábolas y manchándolo todo de una manera irreal. Parece que no será su caso.

Humo, por todas partes. Edificios semiderruidos por el fuego de los aviones y los morteros mal dirigidos. Los agujeros de bala y la sangre salpicando aquí y alla todo lo que no está cubierto por polvo. Los restos de un jeep nazi humeando, un cadáver calcinado e irreconocible al volante, y de alguna manera cómica, aun portando la gorra correspondiente a su rango.

Sus tímpanos siguen destrozados, cosa que no impide a su teniente seguirle gritando. Le debe estar diciendo que se ponga a cubierto, o que se levante y siga pateando los culos de los Africa Korps que aún no haya huído.

"Caer y levantarse", se dice, casi creyendo por un instante que es capaz de componer un haiku con esa frase, y sin incluir la palabra "sangre" en él.

"Caer y levantarse", se dice, como todas las otras veces que los tiros pasaron demasiado cerca y te tiraste cuerpo a tierra para que no te dieran.

"Caer y levantarse", se repite una y otra vez, como cuando le dispararon en la pierna, o en el antebrazo, o en el pecho, y su fuerza de voluntad y no la de otro fue quien le salvó la vida milagrosamente.

"Caer y levantarse", murmura, nuevo mantra adquirido para contrarrestar la locura que lo rodea, y con ese pensamiento vuelve a ponerse en pie, posiblemente sordo de por vida, coge su fusil, y se parapeta detrás de las piedras de un pozo derruído, al lado de su teniente que insiste en seguir lanzándole ordenes que no puede oir.

"No quiero morir".

3.2.08

de ser o esperar

O no lo fuiste lo suficiente, o lo fuiste demasiado. O calculaste mal la distancia a la cual debías saltar, y demasiados metros separaban el ti del mi. O puede que el peso de las culpas de nuestras miradas fueran la losa que jamás conseguimos quitarnos de encima.

En todo caso voy a estar aquí, dejando la puerta abierta por si acaso quisieras mirar adentro al pasar por delante. Mirar es gratis, se dice, y hacerlo dentro de esta especie de nido es normal. En cierta manera.

Me voy a ir a dormir, no sin antes confesarte algo: me encanta jugar a escuchar tus pasos por el pasillo. Y creer que el ruido de esa puerta pueda significar algo más que lo evidente, o que el clop-clop de tus talones sea una especie de saludo suave que indique que esta noche (y no otra) será menos fría que las demás..


(de alguna manera, me odio por esto)

30.1.08

Un cuento de piratas

Érase una vez, hace mucho, mucho tiempo, unas tierras gobernadas por malvados piratas. En ellas, la crueldad, la sangre, los cañones y las espadas lo regían todo.

Cuenta la historia que el más sanguinario de ellos, el pirata Mombars "el exterminador", llegó a dominarlos a todos mediante el miedo, el odio y la traición. No pocas naves sucumbieron a su salvaje tripulación y a la crueldad de sus métodos, que le valieron el respeto de todos los demás navegantes. Una vez en la cima de su poder se autoproclamó Rey de todos los Piratas y se retiró a su mansión de la isla Gran Caimán, desde donde podía atisbar todos los barcos de bucaneros y filibusteros que atracaban en su magnífico puerto.

Aburrido a causa de su retiro, y sintiendo tanta nostalgia de sus años de sangrientas corredurías, Mombars decidió buscar un sucesor digno de su nombre, para lo cuál proclamó a los cuatro vientos en todas las islas del Caribe la siguiente noticia:

"Yo, el más Grande entre los Piratas, Mombars el francés, más conocido como "el exterminador", deseo encontrar alguien digno de portar mi apodo. Es por ello que convoco a todo aquél pirata que crea reunir las cualidades necesarias para dominar el mar a mi mansión.

Si dicha persona es capaz de demostrar poseer dichas cualidades, pasaré a ser su mentor y mis riquezas no harán más que apoyar su carrera.

Pero... ¡ay de aquél que me haga perder el tiempo! Pues se verá privado de su vida mediante los tormentos por los cuales he llegado a ser famoso.



Firmado: Mombars El Exterminador
"


En las ciudades, en los puertos, en las cantinas y en los burdeles, muchos fueron los que se preguntaron si poseían las cualidades que Mombars demandaba. ¿Sería necesario demostrar valentía? ¿Sagacidad? ¿Acaso la fortaleza era lo que se necesitaba? No pocos piratas desistieron horrorizados al leer la nota y ver que en caso de fallar verían realizadas sus más oscuras pesadillas. Mombars gustaba de matar por el mero placer de hacerlo, y él y su tripulación reían divertidos ante los gritos de agonía de sus prisioneros. ¿Quién sería tan valeroso como para arriesgarse a tan cruel muerte?


Al cabo de unos días, Mombars recibió la visita de un bucanero español. Era éste un hombre de más de dos metros de altura, de larga y negra barba, y de ojos inyectados en sangre. Y habló así a Mombars "Oh, gran Rey Pirata, yo soy aquél que es capaz de dominar el mar". Mombars sonrió y le dijo "acompáñame y demuéstralo", y ambos salieron al suntuoso balcón de la mansión. Desde allí se abría una espectacular vista del puerto y de todo el mar atlántico. Mombars hizo un amplio movimiento con la mano, señalando todo lo que se veía, y le dijo al español:

"Para dominar el mar tendrás que ser capaz de decirme lo que ves. Si lo que describes me convence, tuyas serán mis riquezas. Si lo que describes no me convence, tuya será la condenación".

El bucanero meditó unos instantes, impertérrito, y admiró la vista ante sus ojos. Y al cabo de unos minutos se giró hacia el cruel pirata francés y le dijo:

"Veo un ejército de barcos a mis órdenes. Veo la sangre de mis enemigos tiñendo de rojo las velas de sus propias naves. Veo buques mercantes hundiéndose sin remedio entre los gritos de agonía de sus tripulantes. Veo nobles y capitanes arrodillándose ante mi, suplicando por salvar su vida y otorgándome todos sus títulos en un burdo intento por evitar ser víctimas de mi crueldad."

"Mi poder no tendrá límite si tú estás conmigo, oh Rey Pirata". Y tras este discurso, Mombars levantó su espada en un rápido movimiento y le cercenó la cabeza de un solo golpe. "No dices más que lo que ya soy capaz de ver, necio", dijo para si mismo.

Unos días más tarde se presentó en la mansion de Mombars un escuálido filibustero holandés. Su aspecto era encorbado, pálido, y con una rancia sonrisa de hiena que no desaparecía de su cara ni aún cuando los criados del Rey de los Piratas le plantaron ante él. Y el filibustero holandés habló así a Mombars: "Oh, gran Rey Pirata, yo soy aquél que es capaz de dominar el mar". Mombars sonrió y le dijo "acompáñame y demuéstralo". De nuevo los dos salieron al balcón, y el malvado francés hizo de nuevo un amplio movimiento con la mano, señalando todo lo que se veía, y le dijo al holandés:

"Para dominar el mar tendrás que ser capaz de decirme lo que ves. Si lo que describes me convence, tuyas serán mis riquezas. Si lo que describes no me convence, tuya será la condenación".

El encorbado filibustero meditó unos instantes en silencio, sus esquivos ojos moviendose por el paisaje como los de una rata ante un queso rancio. Y al cabo de unos minutos se giró hacia Mombars y le dijo:

"Veo el botín de mil barcos mercantes en las arcas de mi mansión. Veo las rutas marítimas de Las Antillas plagadas de mis naves. Veo el dinero de mil colonias expoliadas fluyendo hacia mí. Veo las joyas, los esclavos, las pieles y el tabaco llenando mis almacenes y convirtiéndome en el hombre más rico del Caribe"

"Mis riquezas no tendrán límite si tú estás conmigo, oh Rey Pirata". Y tras este discurso Mombars atravesó el pecho del holandés hasta la empuñadura de su espada. Y mientras agonizaba, le dijo: "No dices más que lo que yo ya soy capaz de ver, necio".


Pasaron los días y nadie se presentaba ante la puerta de la mansión de Mombars. Los rumores de la muerte de los dos piratas estaban en boca de todos, y ya nadie osaba ni siquiera alzar su mirada hacia la morada del francés, pues un horrendo final parecía el único destino de todo aquel que se atreviera a acercarse.

Unos días mas tarde, y justo cuando Mombars creía que nadie se plantaría ante su puerta, sus criados le sorprendieron con una nueva visita. Esta vez se trataba de un joven marinero, con aspecto sucio, desaliñado, el pelo largo y enredado, y una cara famélica de no haber comido en siglos. Mombars rió a carcajada limpia al ver su aspecto, pero decidió darle una oportunidad. Y cuando el joven marinero alzó la cara, el francés pudo ver que sus ojos no enfocaban hacia ninguna parte. Irritado, le dijo: "Y tú, niño, ¿tienes el valor de presentarte ante Mombars, si no eres nada más que un mocoso ciego? ¿Crees acaso que me apiadaré de ti si no pasas la prueba simplemente por el hecho de ser invidente? La sangre, hijo, no entiende de esas cosas. Correrá igual fuera de tu cuerpo que la que saldría del cuerpo de un asesino, pues Mombars perdió su piedad hace muchos, muchos años. ¿Sigues queriendo demostrar tu valía?". A lo que el joven marinero contestó, con voz fuerte y segura: ""Oh, gran Rey Pirata, yo soy aquél que es capaz de dominar el mar". Mombars estalló de nuevo a carcajadas, y acompañó al joven a su balcón. Y le dijo:

"Para dominar el mar tendrás que ser capaz de decirme lo que ves. Si lo que describes me convence, tuyas serán mis riquezas. Si lo que describes no me convence, tuya será la condenación".

Y el joven marinero ciego permaneció unos instantes quieto. E inspiró. Llenó sus pulmones con la brisa marina que provenía del puerto hasta que parecía que le iban a estallar. Y permaneció así, sin inmutarse, durante unos minutos.

El pirata, harto de tanta comedia y a la vez divertido, le dijo: "¿Y bien, hijo? ¿qué es lo que tu olfato te dice y que tus ojos te niegan?"

Y el joven le contestó así:

"Huelo a madera mojada, mecida por olas suaves que no saben de guerras y hambruna. Huelo el aroma de la esperanza de las naves que hace muchos años trajeron a los primeros de vosotros a estas tierras. Huelo la sangre y la carne putrefactas de todas aquellas víctimas de vuestras rapiñas y saqueos, tan lejos de sus países de origen, y huelo sus cuerpos hundidos en el fondo de estas aguas embravecidas por vuestra profunda culpa. Huelo el anhelo de libertad que en lo más profundo de vuestras venas de envilecidos piratas os arrastró desde vuestras cunas hacia el mar. Huelo la pasión que pusísteis para aprender a controlar un timón, y huelo también las mismas brisas que de jóvenes os mantuvieron despiertos y asomando por la borda en las noches de calma chicha en alta mar. Y como huelo estas cosas siento pena, por lo que los años han hecho de vosotros y vuestras estúpidas guerras de piratería.

Pues en el fondo de vuestros corazones también vosotros sois capaces de oler aquella arena virgen que antaño pisásteis, buscando la libertad a toda costa que vuestras patrias no podían otorgaros.

Y ahora, malvado pirata, haz de mí lo que quieras. Como tú y los tuyos habéis hecho a lo largo de tantos años. Y como irremediablemente seguiréis haciendo, manchando con más sangre estas tierras de sol, mar, palmeras, arena y peces. Hasta que el último de vosotros muera."



Poco se sabe de cómo termina aquella historia. Algunos os dirán, en lo más profundo de sus borracheras de ron, y en lo más oscuro de alguna taberna gris de la isla Margarita, que Mombars torturó al crío durante años por la osadía de sus palabras.

Y sin embargo, otros, que como aquellos pescadores de perlas que cada día le sonríen a la vida en sus pequeñas barquitas, o como los valientes capitanes que ven cada día menos corsarios en sus rutas, os dirán que sí, que la historia fue cierta, pero que tiene un final feliz. Que Mombars se arrepintió de sus infinitos crímenes, que el joven le abrió los ojos a lo más profundo de si mismo, y que la piratería comenzó a cambiar en aquel mismo instante. Y que en el corazón de todo pirata, incluso el de alguien tan cruel como Mombars, existe algo mucho más puro de lo que nadie pueda imaginar.

El amor al mar que una vez los hizo libres.



dedicado a n, por inspirarme, y a sus sonrisas.

28.1.08

ladrillos

Desde el momento en que me los diste hice una lista mental de tres cosas que construir con ellos.

- Una casa dulce: Ácida, pequeña, rosa, en la que meter dentro (cuando se me amontonen) las amarguras que me atormenten. Quiero creer que al verse atrapadas entre tanta chuchería se ablandarán un poco y me dejarán ir.

- Un muro azucarado: Con él podría parar las puyas de la vida, los noes que yo mismo me digo y las collejas del destino. O como mínimo, ablandarlas lo suficiente para poder sobrellevarlo.

- Una cueva rosa: Y encerrarme en ella y creer en los cuentos de hadas, en los finales felices, en Papa Noel y en los reyes magos, en los dioses del fuego, del agua, de la madera y de las pequeñas cosas; creer en que la gente es buena y en que si alguien encuentra un disco duro olvidado encima de una taquilla de un vestuario te lo devolverá simplemente porque es lo correcto.


Mientras decido cual de las tres opciones me convence más, pasaré mis ratos libres cogiendo algún que otro ladrillo de esta inmensa bolsa. Y a cada mordisco sonreiré un poco más.


Detalles como este no hacen más que demostrar que uno puede seguir teniendo fe en la especie humana, y que aun existen personas que actuan según impulsos que otros considerarían extintos.

Yo solamente puedo decir: gracias.




dedicado a m, la aparejadora.

16.1.08

postdata de un testamento antiguo

Lo tendremos en cuenta, no te preocupes. Sabemos cuánto sacrificaste para llegar hasta aquí. Confía en mí cuando te digo que tantos días de polvo y cristales rotos no habrán carecido de sentido. Que las horas invertidas escuchando sin cesar las mismas tristes canciones cuentan en el difícil cómputo del marcador final.

Además... sabemos perfectamente que durante mucho, mucho tiempo, huíste de las ramas y la tierra húmeda, removida durante horas en busca del tesoro que nunca estuvo allí. Recorriste sendas que conducían a ninguna parte, o a lugares donde nunca podrías haber estado, o de los que nunca podrías haber venido puesto que nunca los visitaste. Nos negamos... nada de esto será en balde. Es por esto que creemos necesario hacerlo todo por escrito.

Créeme si te reitero que tantos segundos invertidos serán sumados y recompensados. En el fondo de la halacena guardamos, en un saco, los minutos que robaste a cada hora cuando éstas miraban, despreocupadas, hacia otro lado.

Ah, por cierto... sólo queda concretar una cosa... me es dificil preguntarte sobre ello...

¿Hace falta que rematemos la tumba con una guirnalda de flores marchitas?

11.1.08

tú y yo

- He vuelto a soñar con aquello que te dije.
- No sé que significa.
- Nada bueno, de hecho. Pero esta vez había un matiz diferente. Al final todo acababa arreglándose, y tú me sonreías desde la esquina contraria de la habitación, y follábamos como cuando nos conocimos.
- ¿Y qué tiene eso de malo?
- Todo.

9.1.08

Mi mano derecha

Sucede cuando es de noche. Cuando los minutos, fríos por el paso de las horas y por la ausencia de sol, se estiran hasta lo imposible y se miran unos a otros desde las esquinas, y sienten la misma vergüenza del niño al que sacan a la pista contra su voluntad en el baile de final de curso.

Me encantaría poder lanzar al aire unas analogías, y que éstas fueran entendidas y todo fuera menos confuso y vago. Pero el caso es que no se parece a nada que se pueda describir en palabras llanas, de las de diccionario o dictado de tercero de EGB.

Comienza con una pizca de tristeza reciclable, leve, mero picor en el interior del pecho sin posibilidad de rascarse, aunque soportable. Y en el momento en que esos minutos de los que hablaba juegan a hurgarme en los oídos, en las narices, en las cuencas de los ojos y en las encías, se extiende.

Para el momento en que sólo me quedan mis sonrisas a modo de paraguas, ya ha sucedido; siento como si una troupe de erizos se deslizara por debajo de la piel de mi brazo derecho, lentos pero impasibles, hasta llegar a alojarse en mi dedo anular.

Ya es la hora, debo irme. Los minutos han estado hurgando demasiado profundo y han visto cosas que no debieran haber encontrado. Es posible que n este momento estén tomándose algo en algún bar de abuelos, riéndose de mí y de mis historias, e invitando a cañas a mi amor propio y mi autoconfianza.

Voy a ver si puedo gorronear algo. Mi mano derecha tiene sed de algo.