31.12.07

Póker

Y que pongas tus cartas sobre la mesa, me mires a los ojos y que éstos pronuncien lo que tus medias caras tristes vienen contando en los corrillos de todas las porteras.

Y que yo deje de ir de farol aun cuando no queda nadie más que se atreva a lanzarse y verlo. Sin que me haga falta pasarme las noches en vela y las mañanas llenas de pena intentando aprenderme de memoria la diferencia entre una escalera real y un póker de ases.

Eso mismo opino yo. Etcétera.




(Feliz año nuevo a todos los que me leen y aún resisten)

17.12.07

wings

Entré a desgana, despidiéndome con tristeza de las grises siluetas de edificios lejanos, perfilados tan solo por la luz de un amanecer triste. Imaginándome, tonto de mí, que podía entrever el tuyo a aquella distancia y bajo aquella oscuridad.

Me tocó ventana, como en el trayecto de ida. Aunque las diferencias con aquellos momentos eran más que evidentes. Recuerdo esa llegada a Barcelona y como los astros parecían haberse unido para hacer de aquellos días algo perfecto e inolvidable. Te recuerdo a ti en la salida de la terminal, con aquel cartelito enorme y pintado en rosa, y como saltabas y dabas grititos sin importarte toda esa gente mirándote. Mi sensación de ridículo se veía superada por la alegría que me saltaba del pecho al ver las letras de "I LOVE YOU CARLOS" en aquellos colores chillones y absurdos, y al verte puesta esa camiseta que yo te diseñé para celebrar nuestro año juntos. Las personas que te rodeaban no parecían verle la gracia a la situación. Bah, en Sevilla la gente al menos hubiera sonreído...

Aquel mediodía soleado de la Barcelona de hace unos días se me antojaba, día de mi vuelta, como un panorama de cuento, una situación inverosímil e inventada, a años luz de lo que sentí al llegar.

Quizás fue porque a media tarde del sábado se acabó nuestra partida. Pintaste mis sueños de gris y negro y colgaste mi corazón en el tendedero de tu patio interior, con unas pinzas desgastadas de madera, para que no se pudiera mover. Y lo que yo hice fue preguntarme en silencio cómo lo iba a hacer, a estas alturas, para volver a la casilla de salida sin cobrar las veinte mil.


Una vez alzado el vuelo se me ocurrió mirar por la ventana. Allí en el horizonte, donde los rayos del sol le hacen el amor al agua, podía leer con caracteres cursivos todo lo que me dijiste hace tiempo. Todas aquellas historias sobre el querernos para siempre, el tenernos el uno al otro. Historias sobre hacer la lista de la compra siempre juntos, y que tu vida y la mía estuvieran para siempre entrelazadas. Es una lástima que justo al virar el avión, el borde de las alas cortara ese horizonte de letras antaño profundas, y ahora tan solo papel mojado.

15.12.07

levántate

Caer desde una altura de un metro es muy fácil.

No tienes más que dejarte ir, surcar unos centímetros de aire y tocar el suelo, abrazado por las fuerzas de la gravedad y de la inercia. ¿Es un metro de distancia espacio suficiente para pensar en la película de tu vida? ¿Repasas, quizás, los últimos diez minutos? ¿O acaso inconscientemente vuelves al vientre de tu madre, a tus primeros momentos de llegar a ser, de suavidad y líquido amniótico?

Da igual como lo mires. Caer no tiene mérito. Tocas suelo, y de ahí no pasas, a menos que te hayan mordido el corazón o vaciado las miradas.

Ahora, levántate.

11.12.07

el escudo de esp, o de una nota a pie de página

"(...) y el siniestro asesino alzó su daga en un último y desesperado intento. Ansiaba acabar con la vida del guerrero, terminar por fin una lucha que había durado demasiado. Con un movimiento magistral, casi de ensueño, el moribundo luchador pudo bloquear el ataque con su dorado escudo de esp(1) (...)"





(1) El esp no es un material real. No lo encontrarás en un libro de física ni de química. Ni en los cuentos para niños de cuando nos dormíamos a medio capítulo. El esp tampoco se menciona en las novelas de ciencia ficción, donde los campos de fuerza podrían ser la respuesta para todos los males. No surgirá a mitad de una historia de terror o de hechiceros, o de elfos bailando al son de una melodía hipnótica.

Veréis.. yo os diré de que está hecho el esp.

Es un componente fabricado a partir de sueños, de sensaciones, de momentos que no podrían haber sido mas que anotaciones a un pie de página (como ésta). Construído a partir de miradas a la espalda de personas que se alejan de ti, caminando muy lento, y mientras te alejas de ellas te vas girando porque crees que en el último momento ellas harán lo mismo. Moldeado uniendo todas aquellas veces que deseas algo con tanta fuerza, con tanto anhelo, que podrías recoger el mar en un recipiente hecho con ello. Unido en algo casi vivo; una suma de veces que esperaste aquella llamada, que dormiste mirando aquel móvil, que creíste oir el timbre de la puerta o recibiste un correo que necesitabas. Creado con la sensación de manos congeladas que tienes cuando reconoces las pautas de lo que ocurre pero quieres pensar que si lo afrontas los buenos ganan.


Ya lo ves: creías que el esp no existía más que como una quimera de libro de fantasía. Pero en el fondo sabes (tanto como yo ahora sé) que existe. Lo has tocado muchas veces.

7.12.07

La Habitación Roja - Scandinavia

Me permito la licencia de, por una vez, no actualizar esto con algo que haya escrito yo. Pero ojo, podría haberlo hecho. Mi vida en canciones. Señoras y señores, desde Valencia.. La Habitación Roja:

Scandinavia
No hay nada que consiga parar el reloj.
Este espejo se hace viejo y me sienta fatal.
Poco a poco van cayendo las hojas del calendario.

Y me dicen que no,
que tampoco es hoy,
el día en que tu voz
pronunciará las palabras
que me harán despertar
de este invierno sin final.

Arde el cielo,
grita el lienzo entre rojos violentos.
Poco a poco van muriendo
las noches que pasamos juntos.

Y me dicen que no,
que tampoco es hoy,
el día en que tu voz
pronunciará las palabras
que me harán despertar de este invierno sin final.

Mis ojos sólo se abren para ti,
mis manos son para tocarte,
mis días sueños que dicen adiós.

Y me dicen que no,
que tampoco es hoy,
el día en que tu voz ...
Y me dicen que no,
que tampoco es hoy,
el día en que tu voz ...

4.12.07

huída, o del amor (X)

Miénteme.

Dime que no me dolerá. Que cuando desaparezcas por esa puerta te llevarás contigo mis posibles penas como si de tu equipaje de mano se tratara. Que cuando oiga como el ascensor cierra sus puertas contigo dentro seré capaz de encender la tele y reirme de cualquier programa.

Sincérate.

Dime la verdad. Que había más gente que rellenaba los huecos en tu almohada. Que esas noches que he pasado en vela mirando el móvil han sido todas en vano. Que tú ya conocías nuestra fecha de caducidad cuando yo ni tan siquiera había dado la vuelta al envase. Que para ti es más fácil decir te quiero que llenar de risas los espacios en blanco.


Dijiste que era amor, ¿sabes?. Y yo, necio de mí, tomé una polaroid con tus palabras y la arropé en mi rincón del mundo.

Llévate esta pequeña cajita. En ella guardo las alegrías que me lanzaste, las sorpresas que me hiciste, las sonrisas que me prestaste, los estremecimientos de cuando me abrazaste y la piel de gallina de sentirte cerca. ¿Eso era amor? Ya no la quiero.

25.11.07

sitcom

Se llama David. Tiene treinta y seis años y SIDA. Tiene el pelo de un negro azabache y muy liso, siempre con esa medida incómoda que cae sobre los ojos y oculta el rostro (serio, cansado y oscuro). Tiene en el brazo una cicatriz de una quemadura y también tiene ganas de suicidarse.

David no tiene la culpa de la mayoría de cosas que le ocurren, a su modo de ver. Tal como el percibe la realidad (su realidad, a fin de cuentas), la vida no es más que una película montada a partir de secuencias en las que él fue el protagonista cuando en realidad debería haberlo sido un doble de escenas de riesgo.

Estuvo ahí, de invitado de última hora, el día de su primer desamor. De haber sido una obra de teatro el público hubiera sido consciente de que David no se sabía el guión. Anduvo de un lado a otro, como lobo inquieto en jaula pequeña, capeando el temporal de preguntas sin respuesta que ella (una zorra amargada, cinco años mayor que él y muy dada a manipulaciones) le lanzaba sin ton ni son. Al final él tuvo la culpa de que ella le engañara con tres o cuatro mamones. Se lo merecía, incluso.

También andaba por allí el día de su primera dosis. Juan siempre fue (desgraciadamente) el único amigo que David consiguió mantener. Juan era alto, desgarbado, de sonrisa fría falsa y fea, y camello de los duros. La imagen de aquel momento se le aparece a David como la de un programa de entrevistas, en el que el presentador, Juan, lanza al aire la pregunta "Quien quiere no vivir?". Y él, en un alarde de estultez se precipita sin haber entendido la pregunta, levanta la mano en el público para salir a participar. Las cámaras le enfocaban a él, único idiota sordo de entre todo un séquito de idiotas. Pero allí estaba él, directamente catapultado hacia el estrellato.

La vida de David es digna de reality show basura, aunque el guión sea lo suficientemente denso como para una sitcom. Y escribirlo quizás haya sido una de las cosas más sencillas que jamás haya hecho. Se ha limitado a vivir, o más bien dicho, a deslizarse como una babosa por la senda de un destino que nunca ha dejado de darle puñaladas traperas en los momentos más desafortunados.

David se despierta y mira por la ventana de su comedor. Hasta hace una semana podía ver el cielo gris y contaminado de Madrid. Ahora solamente puede admirar el ladrillo del edificio que están construyendo junto al suyo.

Sonríe, y en el guión imaginario de la telecomedia de su vida el público obedece ante el cartel que parpadea en rojo e indica "RISAS".

(risas)

Y se ríe.

13.11.07

en el cristal

El frío se cuela por las rendijas de la ventanilla mal cerrada del compartimento. Le cala hasta los huesos, se le mete en las entrañas y se le enreda en el pelo. Es un frío blanco, irreverente y duro. Le hace enrojecer la piel e incluso casi duele solo de pensar en él.

Fuera todo está negro. El manto helado cubre un paisaje que se adivina tétrico, de cuento de terror o película de horror y palomitas. Sombras de árboles danzan en sentido contrario al del tren que avanza.

Una noria de recuerdos se mece entre sus neuronas. Miles de adjetivos, la mayoría de ellos insuficientemente sangrantes, salen despedidos de sus labios mudos hacia él.

Y erran.

El vaho de su respiración deja una fina película en el cristal. Una y otra vez los ojos se le empañan y repite para si el mismo mantra: "no debía ser así".

Muchos kilómetros de vuelta sobre sus espaldas, muchas promesas que bajaron en estaciones fantasma y muchos besos que se quedaron en el compartimento de equipaje de un tren que no iba a ninguna parte.

La respiración se convierte en un jadeo quedo, casi un susurro que enumera porqués sin respuesta ni consuelo, con el "bam-bam" del traqueteo sobre las vías como única compañía.

"Duele", piensa, y esa simple palabra no es capaz de definir la herida que arde de dentro a fuera, que traspasa su pecho y hace crujir los dientes cada vez que piensa.

"Duele, oh sí".

Y en el cristal ha dibujado un corazón roto en mil pedazos.

2.11.07

si yo supiera (o si yo pudiera)

Nada, ¿lo entiendes? Cero, el vacío absoluto. Ese es el regalo que trae la lluvia cuando repiquetea en el suelo de la terraza.

Recuerdo tantas cosas que a veces siento que me mareo. Y puede que ninguna de ellas sea cierta en la medida en que debería serlo. Me canso. Partido tras partido, set tras set, lo único que acabo haciendo es devolver pelotas que iban directamente fuera. Rebobino una y otra vez la misma cinta en formato super ocho, esa en la que te ves a ti mismo más joven y borroso y te avergüenzas de lo que hacías, y aún sintiendo ese rubor sigues poniéndola, una y otra vez, porque las cosas son así y quieres que tus amistades vean lo que hacías.

Y me odio por ello.


Perro viejo en una camada reciente, y de una manera extremadamente dolorosa, sangrante, y palpitante... el único ciego que camina un paso por delante en un mundo de mudos obstinados. A saber cómo me las voy a apañar para encontrar el camino si no hay nada, absolutamente nada, que yo pueda oir para guiarme.


Oh dios como me duele el alma a veces...

26.10.07

mi parte oculta de la luna

La luna me hechiza.

Recuerdo cuando era niño y a las diez de la noche sacaba a mi perro a pasear. Recuerdo cómo podía dejar pasar los minutos contemplándola: me sentaba en uno de aquellos estropeados bancos del parque, bien abrigado cuando era invierno o cuando llovía. Y la miraba.

Sé que de alguna manera ella influía en mis estados de ánimo. Cuando era llena parecía como si todos los caminos que llevaban a alguna parte fueran más cortos; como si los trayectos que hasta ese momento se me antojaran largos pudieran subdividirse en pequeños senderos, fáciles de recorrer si el empeño te echaba una mano. Recuerdo como la miraba preso de unas alegrías azules que no podría definir, y todo me parecían vasos medio llenos, zumos de sabores divertidos y paredes de colores vistosos.

Cuando había luna nueva, o cuando estaba nublado y no podía contemplarla del todo, me embargaban sensaciones tristes. Eran momentos en que independientemente de cualesquiera fueran las circunstancias de mi vida la pena venía a mí si que tuviera que abrirle la puerta ni pudiera cerrársela en las narices. Pequeñas gotas de tristeza resbalando por una superficie plana, todas viniendo de los más dispares orígenes, y yendo a encontrarse en el río triste de mi estado de ánimo.

En ocasiones como aquella se me hacía un nudo en el estómago y los ojos se me encharcaban. Mi perro venía a mí, con ese sexto sentido que tienen todos los animales para esas cosas, y me ladraba, amable, fiel, optimista. Entonces yo le tiraba la pelota y volvía a mi pequeña burbuja de miserias de papel. Puede que fuera una especie de autoflagelación complaciente, una manera de decirle al mundo que, ey, existía, y que para demostrarlo era capaz de rasgarme en dos el alma sin motivo aparente.

Con el tiempo aprendí que no estaba bien ser capaz de alterar mi ánimo de aquella manera.

Y mi perro murió.
Y yo crecí.
Y dejé de contemplar mi parte oculta de la luna.



(pero el nudo en el estómago sigue surgiendo cuando él quiere)


Para i, que no sé si sigue leyéndome a ratos desde ese país que no sé situar en un mapa.

Jo també me'n recordo de tu..

15.10.07

elijo A cuando quiero B

Hoy le ladro a la pena y la soledad. ¿Sabes? a veces tomar decisiones correctas es lo peor que uno puede hacerse.

Hace unos días decidí que A. Pensé largo y tendido cual sería la opción que doliera menos, y esa era B. Pero claro, a veces lo sencillo a corto plazo no tiene porqué ser lo más sensato a largo plazo.

Ayer finalmente hice A. Y con la pena dentro, seguí mirando la tele en un sitio que no era el mío, en un sofá que no era el mío y durmiendo en una cama que durante unas horas sí que fue nuestra. Y ese olor a nosotros ha sido la nana que me ha arropado.

Qué frías pueden ser las noches, las mañanas, y los despertares.

Hoy volvía del aeropuerto. Fuera hacía el mismo sol que en el planeta del que partí a las ocho. Pero dentro de mí, A se removía como un postre a medio digerir, estirando las terminaciones nerviosas de mi cerebro y diciendole que de sol nada, que las nubes amenazaban tormenta y que esta vez no era una lluvia de la que repiquetea en los cristales y te adormece.

Al llegar a casa B ha intentado volver a mi mente. Y al sentarme al ordenador y mirar el horizonte a través de la pantalla apagada, A ha cobrado fuerza tímidamente.

He escrito un mensaje, y he llorado como un niño. Qué imbécil.



Ayer por la tarde, entre risas, toallas, bocadillos y bellotas, hablaba contigo de la química del cerebro. Y hoy esa misma química me devuelve la pelota. Pues aunque no seamos más que carne, hueso y sangre, las agujas de la vida siguen pudiendo atravesarnos.

Elijo A. Y lloro.

3.10.07

Tarde o temprano

Le sirve un café ("cortado, descafeinado de sobre, leche natural, gracias"), como viene haciéndolo cada día desde hará cosa de meses.

Lo observa con curiosidad disimulada desde el anonimato de la barra del bar, mientras atiende a otros clientes con esa máscara de sonrisa de los que acostumbran a trabajar de cara al público.

En la realidad él nunca levanta la vista de su taza, que contempla absorto como si los posos de café fueran capaces de guiarle por inescrutables sendas de elecciones mudas. En la mente de Ana, él pasea su mirada distraída por la clientela de las mesas y acaba posando sus ojos sobre ella. "Son bonitos", piensa la Ana de esos sueños, "azules y profundos".

Pero él nunca la mira. Nisiquiera sabe de qué color son sus ojos.

A los quince minutos exactos desde que entra en el bar el chico se levanta, como siempre, y deja el dinero del café y la propina encima de la barra. Musita un "gracias" con voz apagada, una sencilla palabra que Ana siempre ha considerado que él pronuncia con un tono de tristeza gris. Sale como siempre con el cuerpo encogido como si intentara no destacar, confundirse con lo que le rodea, mimetizarse con un entorno de olor a tabaco viejo, carajillos mañaneros y aceitunas en conserva tras el cristal de la barra. Rodea la misma mesa con el mismo movimiento, mueve la cabeza de la misma forma, abre la puerta con la misma mano izquierda lo justo para dejar pasar su cuerpo, y desaparece calle arriba.

Las once y diez, dice el reloj colgado de la pared lateral del bar. Y Ana, como siempre, sonríe. Mientras el abuelo Antonio le cuenta sus penas del día ella guarda el dinero en la caja registradora. Sonríe porque sabe que tarde o temprano, él la mirará a los ojos y ella podrá devolverle la mirada.

"Hasta mañana", piensa para si. "No hay prisa."

22.9.07

Escorpio (II)

... y en cuanto esté ahí, a solas, contigo, te confesaré al oído todos mis sucios pensamientos.. del primero al último...

... y todo aquello que hayas deseado o pensado, sea lo que sea, lo haremos realidad...

... y mis dedos no dejaran de tocarte, y no quedara poro en tu piel que no haya sido tocado, besado, mordido y lamido...

... y mi boca sera tuya, y mi lengua buscará por los rincones de tu cuerpo el compás, la frecuencia, el ritmo y la melodía que te lleven muy muy lejos, a casa...

... y tu cuerpo y el mío se unirán, y bailaremos el vals de los cuerpos; una danza de ritmos que serán salvajes o pausados según vayamos improvisando...

... y cuando no estemos siguiendo la música de nuestros cuerpos; cuando estemos con más gente, o de fiesta, o paseando, y mi mirada y la tuya se den la mano... aún cuando esa música se separe en 1072Km de partituras...

... tararearemos todas las estrofas. Son canciones que ya nos sabemos :)

para a, desde lejos, para que me sienta cerca.

20.8.07

Encántame...

En Barajas hace calor.

Sentado aquí, esperando a que los minutos se sucedan, escribo sobre la vida y sobre lo que me rodea, armado tan solo con mi MP3 y el boli inyección que tú me regalaste.

El panel que anuncia conexiones de vuelos parpadea y cambia cada dos minutos, y los viajeros que esperan se levantan en aluvión, impacientes, para saber si ya se anuncia su puerta de embarque. Contemplan la pantalla esperanzados, y se vuelven a sentar. Y repiten la misma danza, una y otra vez, coreografía triste de tarde de domingo en un aeropuerto que para muchos de ellos solo es de paso. Un turista alemán, rubio de ojos claros (supongo que por aquello de no saltarse la norma aria) repite el trayecto de rutina al panel y vuelve con la misma cara de tonto con la que levantó.

Impaciencia terminal, debería llamarse.

(Y yo repito su trayecto, y la columna que marca el embarque sigue indicando que no tengo puerta asignada).

Dentro de esta nueva terminal la gente parece diferente. Movida por un régimen de horas y minutos tan cerrado la gente parece tranquilizarse y moverse al ralentí. Ese hombre de la maleta roja, sin ir mas lejos, pasea perdido en sus pensamientos, mirando cada rincón como si se encontrara en la Acrópolis de Atenas. Veo como se para un instante y contempla el techo de la terminal, donde una serie de olas de madera y aluminio amarillo imitan de alguna manera el mar ondulado. No, aquí no hay playa.

Una sucesión de americanas negras, corbatas negras y zapatos negros, fotocopias unos de otros, me hace salir de mi enmimismamiento.

Qué curioso... Pareciera que con un día tuviste suficiente para pegarme tu manía de mirar al infinito sin parpadear.

"Encántame o teu sorriso", pienso.

Y entre carritos de maletas, los aviones, el sol poniéndose y los turistas con sombrero de vaquero, me abstraigo de ese pequeño rincón de pena que me traigo de souvenir.

Hasta luego.

19.7.07

demasiado tarde

- Hola.
- Sí, "hola". Como si todo fuera tan sencillo...
- Quizás hubieras preferido que girara la cabeza y que mi nuca susurrara tu nombre.
- Mejor esto que nada, supongo. ¿Y bien?
- ¿Y bien, qué? Creo que no tengo nada que contarte, ni tú tienes nada que reprocharme. Hace tiempo que tu vida y la mía discurren sin cruzarse.
- Tienes razón. Las intersecciones nunca fueron lo nuestro. Ni siquiera cuando parecíamos novios.
- ¿Parecíamos? Eres incapaz de concretar lo que un día fuimos sin que te tiemblen la voz y las rodillas. Me marcho. No debería haber venido. Pareces dueña de un rencor que no es el tuyo. Y lo peor de todo es que se diría que me lo has robado a mí.
- Eso, huye. Como siempre has hecho.
- Te quiero. Adios.

21.6.07

Escorpio

Sonará el timbre de la puerta, y sabrás que soy yo. Y sabrás lo que te espera...

Te acercarás a abrir, casi estremeciéndote imaginando lo que haré al traspasar el umbral. Quizás sin dirigirte la palabra siquiera.

Me abrirás, y en el mismo marco de la puerta ya te estaré besando. Nada de caricias dulces. De buenas a primeras, notarás el calor que emito desde cada poro de mi piel. Mi lengua jugueteará con la tuya y mis manos recorrerán tu cuerpo, aún vestido, sin ningún tipo de vergüenza o tapujo.

Caliente, tanto que quema. El baile de feromonas será tal que podrá percibirse como una niebla que nos envuelva. Comenzaré a desvestirte allí mismo, ante el espejo recibidor, y podrás ver tu imagen reflejada, mirándote fijamente mientras yo te esté lamiendo el cuello. Mis manos comenzarán a tocar tu piel ya desnuda, y notarás otra vez ese estremecimiento de lo que se avecina. En este momento te darás cuenta de que la ropa interior ya sobra.

Te miraré fijamente mientras me muerdo el labio, y mientras lo haga notarás como mis dedos comienzan a explorarte. Todo arderá de tal manera que incluso creerás que el vaho empaña los cristales.

En un instante estaré detras tuyo, empujándote contra el espejo, sujetándote una mano y paseando la otra por donde yo quiera.

Te dejarás ir; sabes perfectamente que los gemidos me ponen.


...sigo?

16.6.07

de los veinte euros que tú y yo perdimos

Se llama D.

Da igual cuál sea su nombre entero. Las iniciales carecen de importancia cuando la realidad es así de cruda. ¿Quieres llamarlo T? No me importa.

Hace dos días que D no come.

El último bocado que provó no era más que los nimios restos de un podrido menú de hamburguesería gris. Se comió aquellas patatas como si su vida fuera en ello. Algo que, mirado fríamente, no dista tanto de la realidad.

A D le duele todo el cuerpo.

Ayer, al conseguir conciliar el sueño en el interior del cajero automático de siempre, unos jovenes skinheads decidieron pisotearle el alma. En un mundo en el que algunos seres humanos aun se creen con derechos de mirar a otros por encima de múltiples hombros, esas cosas aún pasan. "Vaya si pasan", pensaba D con una extraña calma, mientras su cabeza rebotaba una y otra vez contra el cristal de la puerta.

D no cree en el futuro.

Tampoco cree en el presente. Dada su azarosa existencia, lo único que opina D sobre la vida es que se trata de una dama cruel que juega a los dados con el sr. Destino. Y éste último tiene unos dados trucados. Y la vida tira los suyos y se limita a sonreir ante el resultado de siempre, a encogerse de hombros y mantener esa mirada apacible y bobalicona de vaca en el matadero. Si tuviera que elegir sinónimos que definieran el ahora, su ahora, no sabría qué insulto elegir de entre la ristra que conoce. Para D, solo existe el pasado, en la medida en que recuerda la cantidad de hijoputeces que el mundo le hizo antesdeayer.

D no siempre fue así.

Al contrario de lo que se puede extraer de su apariencia débil, sucia y paupérrima, la boca desdentada de D bebió otrora de las fuentes de otros ríos. Recuerda como si fueran solamente sueños instantes de su propia vida que le parecen tan lejanos como falsos. Y lo peor es que son ciertos. Él ha hecho el amor sobre una alfombra en un hotel de Lyon. Ha viajado en elefante bajo un calor de película en la India. Y tuvo más amantes que puertas le abrió el dinero.

Y ahora D sale de su letargo durante unos instantes y abre los ojos, para encontrar ante él un billete de veinte euros, que se le antoja tan irreal como si una virgen vestal se le estuviera ofreciendo entre coros de dioses rancios. Se incorpora, lo coge, y su sonrisa sin dientes es casi peor que su cara de amargura de pordiosero conformista.

"No está mal", piensa D mientras cae de nuevo dormido. Y en lugar de contar ovejas cuenta maneras extrañas de beberse ese dinero que la puta de la vida le ha ganado al sr. Destino.

12.6.07

Todo el mundo lo hace.

Frenesí.

Se plantan en el escenario y la locura se desata. A mi alrededor todo es caos. Cientos de manos levantadas al unísono, como si el mero hecho de alzarlas les hiciera estar más cerca de la primera fila, de las vallas, del aliento del cantante.

El griterío es tan impresionante que noto un cosquilleo en los tímpanos. A se gira hacia mí y me intenta hablar, pero su voz no llega a mis oidos. Todo queda en una sonrisa de mimo de salón, bien pudiera haber sido un "pásame la birra" como una declaración de odio.

Noto dentro mío ese ardor que sólamente los espectáculos de masas consiguen despertar. Echo un trago de cerveza fría y saco la cámara con cuidado de la mochila, evitando que ese festival de codos en que se ha convertido lo que me rodea me rompa el objetivo.

(CLIC!)

Tomo una foto que guardaré para siempre en mi memoria. Es un aquí y un ahora que jamás se repetirá, albergado en formato digital para auto-provocarme melancolía en mi triste deambular por la monotonía diaria. Un tatuaje en forma de bits al que acudiré para sentirme parte de un algo.

Y comienzan las primeras notas, y el clamor aumenta, y se eleva, y te lleva con él, y te da igual lo de ayer, y lo que pasó con aquella chica, y con la otra, y sientes que formas parte de un colectivo, y no te sabes la letra, pero la cantas, sabiendo que si cesara de golpe el sonido merecería la pena grabar esa vomitera de balbuceos.

Da igual. Tarareas. na nanana.. nanana..

Todo el mundo lo hace.

6.6.07

Blizzard Of '77

No sabría como definirlo. Dejémoslo en esa especie de vértigo tenue que te sorprende cuando estás soñando que te asomas a una cornisa sin barandilla.

Da igual. De todas maneras es una angustia que no se pasa, que ahí queda, dejando un sabor agrio justo en el esófago. Y lo que te dice es: "eh, estoy aquí, y no me voy a ningún lado".

A veces me siento muy solo. Debe ser por la tormenta.


Cerrad al salir, que la nieve entra, y a diferencia de lo que pasaría fuera, aquí dentro cuajaría.

26.5.07

el principio de ti en mí, o del amor (IX)

Me reconforta volver a hablar de ti. Supongo que, inevitablemente, nunca desapareces del todo.

Sabes? es curioso el efecto que siempre has provocado en mí. Sin darme cuenta surge de la nada ese pensamiento, ese cosquilleo, y tengo que levantarme de la cama y escribir sobre aquello que me haces sentir.

Te quiero. Desde la primera pelea que tuvimos. Un tuya mía que empezó como un juego de quien puede más. Y siempre recordaré cómo se me hizo trizas el corazón cuando de tan triste volcaste la primera lágrima. En aquél momento,de habérmelo pedido, hubiera abierto el cielo en dos por una sonrisa pilla de las tuyas. Cuando conseguimos arreglarlo nuestro beso fue bisiesto.

Te quiero. Desde la primera vez que te penetré. No recuerdo en qué momento creí que me iba a desmayar. Gemías dulcemente y me pedías que siguiera. Y aquella erección palpitante, molesta de tan dura era, nos sumió en una montaña de sensaciones. No hubiera habido manera de diferenciar nuestros cuerpos si un dios cruel hubiera intentado separarnos. Durante horas tu sudor y el mío se mezclaron, y te demostré que el deseo puede hacer arder las sábanas y la médula.

Te quiero. Desde la primera sonrisa que me dedicaste. Cuando estando allí sentados (lo recuerdas?) sonó aquella canción que te gusta tanto. Y en la desvencijada mesa de aquel bar no había otra chica que no fueras tú. Ni otra boca que no fuera la tuya. Sonreiste mientras tarareabas y el corazón se me desbocó. Bien pudiera haberse oído sobre el estruendo de las otras mesas y las de nuestros amigos hablando.

Te quiero. Desde la primera vez que rocé tu piel. No te diste cuenta de que con aquél gesto de coger tu bolso de la silla me tocaste sin querer la mano. Y con todo el vello erizado y calambres eléctricos en la espalda, te conté uno de esos chistes vacuos. Qué malo, me dijiste girándote. Y yo te quise aún más por lo espontáneo de tu desaire.

Te quiero. Desde el primer beso de chicle que me diste. Rápido, sin importancia, te giraste ante una de mis bromas grises y tu boca y la mía se abrieron, tu lengua y la mía se encontraron y todo se detuvo. Sabor a zumo de naranja y a triunfo, sabor a horas de hipótesis de como sería, sabor cálido y blanco. Un beso de un segundo tras el cuál seguiste bailando con tus dos amigos.



Todo se mezcla en mi cerebro. Como si aún siguieras sin existir. Y sin embargo, te quiero, mi desconocida.

7.5.07

Vudú

Reconocería tu voz incluso enmedio de una tormenta vieja. Hablabas en un idioma que no alcanzaba a entender, parecido a cualquiera de los mil dialectos de las tierras africanas de nuestros antepasados. Gritabas

Llegamos allí siguiendo las instrucciones de los viejos del lugar. Tú ibas delante, a cada paso altivo intentando demostrarme que no tenías miedo. "Te demostraré que ella no mató a nuestra madre", dijiste. "No es más que una vieja desdentada muy lejos de su tierra y su gente". Y yo te creí, presa del terror a la oscuridad y a los muertos. Te seguía como lo haría un cordero a otro en un rebaño acechado por chacales.


y yo era consciente de mi impotencia, de mi desesperación. Quería ayudarte pero no sabía como. Y queda en mi memoria tu gesto vago de alargar los brazos; recuerdo a la perfección la forma arqueada de tu antebrazo, tu mano abierta y tus dedos extendidos, intentando alcanzar lo que fuera que estuvieras viendo. Abrí la boca para llamarte

Al llegar a la costa la vimos en un círculo de luz. Encorbada por la edad, con la piel del color del betún y con la textura del caucho viejo. Se giró con satisfacción y arrogancia esperando humillación y terror abyecto por tu parte. Pero tu te sentaste en una piedra, y hiciste algo que ella no esperaba.

pero no surgía palabra alguna. De repente me fijaba en el cielo y todo cambiaba del color. Se abrían las nubes y surgían las voces de los loa. "Sangre", reclamaban. Y todo giraba a mi alrededor. Unos zarzillos negros surgían de tus dedos y se deshacían en mil ramificaciones.

Te burlaste de Mama Djijú. Nunca creíste que pudiera funcionar, y aquella noche a la luz de las antorchas, en aquella playa vacía de una isla de Las Antillas, te reíste de sus historias de dioses en la tierra, de sus cuentos sobre los hougans que liberarían la tierra. Te burlaste de Damballah Wedo y de las historias de sus hijos. Y cuando acabaste de reir, le diste la espalda y te fuiste. Y yo te seguí en silencio, siendo consciente del repiqueteo de la lluvia sobre las hojas de los cocoteros.

Grité. Y al hacerlo desperté, empapado en sudor. Intranquilo, me incorporé a mirar si te habías despertado por mi grito. Y permanecí allí plantado, delante de tu cadáver ensangrentado, pensando en cómo le pediría perdón a Mamá Djijú.

"Ojalá me perdone si le traigo dos gallos negros", pensé fríamente.

Y las lágrimas y la pena no me dejaron dormir.

7.3.07

No es mi ciudad

Abre los ojos a un techo viejo y gris. Se ha despertado con la música que la noche anterior dejó encendida en su ordenador. El random del reproductor de MP3 le trae notas tristes de un grupo que a apenas cinco segundos de distancia del sueño no consigue recordar.

Se acerca a mirar por la ventana. Más grises. Parece como si Londres tuviera la capacidad de ampliar el espectro de colores pero solamente para los grises. De la misma manera que la creencia popular dice que los esquimales tienen miles de nombres para designar la nieve.

Se toma su tiempo en la ducha. Con el agua lo más caliente que su cuerpo puede aguantar. Mira como el vaho se va formando en el espejo hasta que no le es posible atisbar su propio reflejo. Se masturba plácidamente pensando en el sueño que tuvo hace unos días.

Desayuna un simple vaso de leche fría. Lleva muy poco tiempo como para entender los English Breakfast. No es lo suyo. Algo que no le encaja, como tantas otras cosas en este país.

Se viste con lo primero que pilla. El ordenador sigue poniendo banda sonora triste a esta mañana de miércoles. Y la ventana sigue diciéndole a gritos que esto no es Sevilla, y que aquí los días de sol se cuentan doble.


Al salir a la calle, ve acercarse por la izquierda a una mujer con burka. Cómo de diferentes pueden ser las cosas en otro país. Y cómo de iguales a lo que no quisiera. Ve salir a Matt de su casa, tres puertas más hacia allá. Es la única persona de esta ciudad que no le ha tratado como un insecto. Es su compañero de trabajo en la única tienda de ropa donde ha podido encontrar trabajo. Gracias a él ha podido encontrar ese piso, en el cuál se deja casi tres cuartas partes de su mísero sueldo.

- Marta, are you okay? - le dice Matt al verla paralizada en la calle.
- Sure.. - le contesta ella.

Cruza su mirada con la mujer del burka, que ahora pasa, presurosa, por su lado.

Diferentes, pero iguales.