18.1.06

el jinete

Corre entre los árboles, sin mirar atrás.

Oscuridad. Ramas que le azotan el rostro provocándole rasguños. Piedras y hojas que se empeñan en intentar hacerle caer.

Mientras salta el tronco podrido de un viejo roble, vuelve a oir esa especie de susurro siniestro, y un galope de sonido inquietantemente lento. Presa de otro ataque de pánico vuelve a trastabillar hasta golpearse un brazo con una piedra.

De nuevo oye solamente su propia respiración. ¿Se lo estará imaginando todo?. Da igual, sólo piensa en correr y salvar su vida de lo que sea que le persigue.

Tropieza con unas raíces y se tuerce el tobillo. Golpea el suelo con la cabeza, y al instante sabe que la herida es profunda. Se encuentra de nuevo en el camino pedregoso que cruza el bosque, y con esa capacidad de reacción que siempre inyecta la adrenalina pura, es consciente de que tan solo se encuentra a una o dos millas del pueblo.

Se apoya en los brazos y se incorpora, mareado y con arcadas. A la luz de la luna llena puede ver los reflejos de su sangre oscura en el pequeño charco que ha dejado. "Rápido, incorpórate", se dice.

Nota un olor como de carne pútrida, de huesos raídos y descompuestos. Oye de nuevo el galope, esta vez más rapido, y en cuanto consigue ponerse en pie vuelve a correr a toda prisa, ciego de miedo y horror. El susurro de nuevo: le parece una lengua oscura, desagradable e hiriente. Y cada vez le parece más cercana.

Un giro en el pequeño camino, y ya ve a lo lejos las luces de las primeras granjas. Corre tan rápido que los troncos de los árboles parecen danzar burlonamente a ambos lados de la senda, como espectantes ante un posible espectáculo de carne, vísceras y sangre.

Comete el error de girar el rostro para ver qué es lo que le sigue.

Un hacha como un relámpago pasa silbando tan cerca de él que le corta media mejilla. La sangre le salpica en los ojos y casi le ciega. Las piernas le fallan, y definitivamente dejan de funcionar ante el shock.

Rueda por el camino hecho un ovillo, esperando la muerte de alguna manera u otra, magullándose la espalda con las piedras del camino. Y se vuelve a oír un relincho de pesadilla, una especie de eco, la imitación de lo que tendría que ser un caballo... salido del mismo infierno.

Mantiene los ojos cerrados e intenta controlar su respiración desbocada. Se tapa la cara con los dos brazos y reza al Señor las pocas plegarias que recuerda de su infancia. "Señor, protégeme del Mal..."

El susurro se convierte en una voz podrida. Oye desmontar a alguien (o algo) de esa especie de caballo demoníaco que nisiquiera ha visto. Pasos cortos y pesados que se acercan a él. Y vuelve a oler a carne muerta, a gusanos, a putrefacción y tumbas antiguas...

Lo que sea que le ha herido se agacha a su lado durante unos instantes que el miedo hace eternos. Algo después se levanta, y el pobre chico oye el lento desenvainar de una espada. El pánico que siente es tal que la cabeza le da vueltas.

Y como todo está ya perdido, abre los ojos y lo ve.

Tiene cerca de dos metros de altura. La luz de la luna ilumina de manera tenue su figura, lo suficiente como para que pueda ver que viste una armadura oxidada y negruzca, llena de podreduras. Allí donde la carne debería asomar solamente se ven girones de piel y hueso, cubiertos de polvo y gusanos que se retuercen como locos. La larga capa negra ondea con un leve soplo de viento. Los guanteletes y las botas parecen de color carmesí, pero no es más que el efecto de capas y capas de sangre seca. Sangre que seguramente, no será la suya.

La lluvia comienza a caer con finos trazos, y un relámpago ilumina a la figura justo en el momento en que levanta el brazo izquierdo. Y está sujetando algo...

"Dios Santo... no tiene cabeza..."

El chico nisiquiera está consciente en el momento en que el mellado filo de la espada penetra la carne del cuello y le decapita limpiamente.

Las últimas imágenes que permanecen en su retina, cuando su alma se retira de este mundo, se antojan irreales... la calabaza horrenda, desfigurada y descompuesta que sujetaba el jinete... el negro caballo alzándose sobre sus patas traseras, y las cuencas vacías de sus ojos manando sangre...

11.1.06

mediolleno

Y Raúl se incorpora de la cama y se olvida por un momento de su brazo izquierdo roto. Se levanta, ganando el pulso al frío de la noche seca, y coge un lápiz de las de la estantería vieja.

Cuando se planta en el estudio y se hace un hueco entre las hojas de apuntes de sus compañeros de piso, ya tiene una idea fija de lo que le había susurrado un ángel en sueños. Hace una pausa, suspira levemente y deja que su mano haga de puente. Como tantas otras veces.

"Que ya está bien de medias tintas (o de tinteros vacíos). Ládrale fieramente al concepto de ti mismo y a esas ideas locas que estiran de lados contrarios hacia direcciones inverosímiles.

Te veo caminar y la imagen que se lleva mi retina arrastra tras de si una cola como de cometa, construida con esas sonrisas que en ocasiones cuesta tanto conseguir.

Cuando me fui una parte de mi se quedó ahí tumbada, anhelante, mirándote con ternura. Y esa misma parte es la que estuvo ahí, bajo ese edredón, la noche siguiente. Cuando pensaste que no hacía tanto frío. Cuando pensaste que The Postal Service estaban bastante bien. Cuando recordaste que te besé sin descanso."

No vuelve a repasar lo que tiene escrito. No es su estilo, nunca lo ha sido y nunca lo será. Se incorpora y nota los pies medio entumecidos. El frío seco de Madrid cala hondo, pero tan solo en la carne, en la sangre, en el hueso, en las arterias. Lo del alma es otra cosa.

Y de camino a la habitación echa una ojeada en la cocina. Sobre la encimera un vaso con agua, olvidado quizás por uno de sus compañeros.

Cuando se mete en la cama sonríe complacido. Mientras se duerme, soñando con ruletas, con dados, con estrellas y con sonrisas tiernas, piensa que las señales existen, y que un vaso medio lleno solo puede augurar una cosa.

Y reza porque su dedicatoria no sea de aire y polvo. Mientras le cantan The Kinks. Y al dormirse huele a determinación.


Desde el Soho.


"Lola..."

30.12.05

pensar

Pensar.

Pensar poco. Pensar durante un segundo actos de meditación obligada, que hubieran merecido prudencia o reparo antes de cometerse. Pensar rápidamente respuestas sin una pregunta. Pensar después de haber hablado. Pensar antes de oir, o más bien pensar antes de escuchar. Pensar en presente de indicativo con un imperativo siempre guardado en el bolsillo. No pensar.

Pensar mucho. Pensar en nubes cuando hablábamos de escarcha. Pensar en impresionantes mansiones cuando hablábamos de puertas de entrada. Pensar en grandes navíos surcando los mares, cuando hablábamos de barcas de remos. Jugar a hacer castillos en el aire que se soportaban sobre naipes, cartas vacías cuyo único dibujo hubiera podido ser tu pelo mojado al salir de la ducha. Y la figura de la baraja pudiera haber sido una sota de espadas.

Pensar con prudencia, poniéndole reparos a los escalones de cuatro en cuatro, pero también a subirlos de uno en uno. Pensar en no dejar en la fregadera ni un sólo vaso más, ni de los medio llenos ni de los medio vacíos. Pensar en llenar la alacena de tus caricias inventadas, y usarlas luego en raciones muy pequeñas para afrontar los inviernos del alma.


Pensar en los para siempre y acostarse con ellos cada noche, y hacerles el amor hasta no sentirme tan yo.

Pensar.

28.12.05

del amor (VII)

Se lo dice con sonrisas desde el marco de la ventana, cuando el viento amaina y los perfumes llegan claros, nítidos, frescos y sin esa ambigüedad de los días de lluvia.

Todo se une en una especie de déjà vu de cartón piedra, donde las ilusiones del pasado se entremezclan con una ensalada de sorpresas y oportunidades, aderezada con los condimentos del azar.

Y sin darse cuenta los dimes y diretes dejan de tener importancia. Y mira hacia delante y la montaña rusa de la vida quizás haya dejado de bajar.

E incorporándose, mira al cielo y espera, con el corazón lleno de esperanza, a que llegue el próximo tirabuzón, la próxima cuesta arriba y la recta final con la foto que siempre suele pillarle desprevenido.


P.D.: El que no la encuentre no es más que una especie de pausa entre el vacío de las horas rotas y el futuro de sentirnos juntos.

Cómo reiremos al leerme, verdad?

22.12.05

NO - SI - NO - SI

Ahí podíamos verme, saliendo del ascensor de casa y abriendo la puerta, armado tan sólo con mi rutina y mi abrigo de forro.

Como cada día me tiré encima de la cama deshecha, contemplando el techo durante un corto espacio de tiempo, y calculando las medidas en el vacío techo blanco. Después de muchos cálculos pasé a leer en las esquinas las mil historias de mi vida: páginas de un álbum mental de tatuajes agridulces. Momentos de pena y desdicha, alternados con risas y la sensación de plenitud de recuerdos alegres.

Ronroneos en la base del cráneo. Degradación de grises que es la caída de la noche, más oscura cuanto más me paraba a pensarlo.

Y estando medio dormido confeccioné una lista que me sirvió de nana.

No a los rencores, la televisión, la tristeza, las arañas, los odios, el frío en una cama grande, los gritos, el hambre, los quiero y no puedo, las madrugadas de insomnio, la falsedad, las roturas, el dije diré, el sabor agrio, las resacas, el vacío, la pena, la oscuridad total, los gatos, la ira, las duchas frías, las órdenes tácitas, el sexo por rutina, las voces en la espalda, los espejos rotos, las verduras, el recordar dolores, las mujeres de esquema típico, los PC's, los pakis vagos de la venta masiva, las mentiras de apariencia de cordero, el tabaco y los porros, las rutinas mal entendidas, Gran Hermano, la dependencia personal, el puré, los mosquitos y las cucarachas, los "te quiero" al cabo de dos días, los Mossos d'Esquadra, las discotecas pachangueras, las faldas encima de pantalón, el calimocho, la automortificación, las muchedumbres, los fachas, los videojuegos de los Sims, los cuernos, los coches, el rock català, y el hacerse viejo.

Si a las sonrisas, los amigos, las salidas nocturnas, la música muy bajita para caer dormido, los cruces de miradas, el sushi, el sexo por el sexo, el sexo con amor, el sexo salvaje, el sexo repetido, el sexo recordado, la oscuridad con rendijas naranjas, amarillas o rojas, la oscuridad con música, escribir, la lluvia y las tormentas, los perros, las duchas de veinte minutos con agua caliente, las chapas, las compras, el trabajo gratificante, el amor de los románticos y de los ingenuos, el repiqueteo del agua, la música islandesa, los macs, las letras de canciones que te hacen sentir comprendido, la birra, la predestinación, el tacto de la hierba húmeda bajo los pies, su olor y su textura, los ojos azules y verdes, el tiempo cerrando heridas y dando la razón, los piercings, los pakis de cerveza bier, la ternura, el silencio, los mimos y caricias, las converse, conocer gente nueva, mi colibrí y todo su mundo, los cambios a mejor, la leche con galletas, el vodka con redbull, y el sentirse aun a tiempo de reirte de la vida al dar la vuelta a la próxima esquina.

16.12.05

Sigur Rós (IV)

Ella me dijo que los amarillos no volverían.

En estos momentos soy consciente de que mintió, y de que el ritmo que late en cada compás no es sino la imagen armónica de un copo de nieve sobre la superficie de un lago.

Miro a lo lejos y hasta donde mi vista alcanza todo es aurora boreal. No importa que tu la creas de cartón piedra: ella existe y es por encima de las pequeñas cosas, como arena que marca el borde de los ríos. Y por más que la azotes con amenazas de noches en vela y de días de silencios, crecerá por los cantos de las mesas, por las laderas de los campos, por las cimas de los montes y por las aristas de tus gestos, sin dejar tiempo a amenazas insípidas.

Díselo, se valiente.

Dile lo que hacíais con el corazón en una mano y las letras islandesas en la otra.

Te quiero se queda corto para definir lo que no siento por nadie.

9.12.05

lo improbable del dolor

En momentos como este no cabe duda de la total existencia de los azares que guían la vida. Las probabilidades, las estadísticas, los números y las cábalas a veces te indican sin duda que todo existe y sucede por un Plan (si, con mayúsculas).

Que les jodan a las mariposas que baten las alas en New York, y a los terremotos en Japón. Que les follen a los momentos de detenerse el tiempo. Que le den a las magias de quedarse sin palabras. Que se atraganten las sonrisas de música dulce y compases de violines. Que ardan los recuerdos de querer y no poder.

Yo me quedo en mi esquina con las rabias que me hacen más viejo y triste. Jugando a que a cada momento me siento más solo. Y regocijándome en ello. El otro día comentaba con una amiga lo supremo y pésimo de tener escalas cromáticas más anchas de lo normal. Reniego de mi capacidad para no ver tan solo en tonos de blanco o negro. Maldigo el momento en que fui consciente de que del 0 al 10 yo soy capaz de tener un -10 y un 100.


Si algún dios del humor existe, tiene su mirada fija en mis sienes. Que lo sepas: me aparco en una esquina, desistiendo de las risas que te debes estar pegando a mi costa. Que te quede claro que algún día me tocará ser feliz.

La vida es una puta que se sabe de memoria el imperativo del verbo joder.

Ojalá nadie tenga que sentirse jamás tan triste como estoy ahora. Se me desgarra el pecho, y tengo que dejar constancia de ello. Buenas noches.


P.D.: Echaré de menos esa curva. Sí, la que me hizo derrapar.

29.11.05

Sigur Rós (III)

¿No te había contado ya lo que me pasó?

Escarcha en la sangre.

Medias sonrisas en la mente.

Nebulosas en el corazón.

Aire en el tuétano de mi alma.

Estrellas en el nervio óptico, engañando a la vista, hablando sin decir nada sobre notas que no pueden existir.

Subidas, bajadas, giros y mortales en una montaña rusa de pentagramas de vainilla.

Rojos, rosas, verdes y azules como látigos directos a la base del espinazo.

Y cosquillas.

Por la espalda, por los brazos y las piernas, por el cuello y por mis arterias.

Pulso firme que sigue el compás.

Calor allí dentro, calefacción a tope, pero la clara sensación de estar a kilómetros de distancia.

Sentirme en Islandia, su tierra natal. Y ver amaneceres claros, nevados, montañas blancas y frías.

Y extender la mano y recoger del cielo copos de nieve que te hacen guiños.

Solo a ti.




(Gracias)

27.11.05

ringtone

Lo dedico a todos aquellos y aquellas que, como yo, han sido, son o serán campeones mundiales en el arte de observar pantallas. Aquellos que han hecho del tumbarse y esperar al lado del móvil una ciencia basada en amasar tristeza y despachar esperanzas en fila india.

Lo dedico a los que piensan que existen personas al otro lado, y que a las 3h de la madrugada comenzará a sonar la música de las películas románticas, y la pantalla se partirá en dos y podremos observar como él (o ella) está llamándonos. Y le cogemos el teléfono y todo se arregla, y las sonrisas surcan cielos sin nubes ni lluvia.

Lo dedico a los que aumentan el volumen del altavoz y duermen acurrucando el móvil, como si el hecho de tratarlo bien haga más posible que las estadísticas de la hijoputez y el individualismo dejen de dar la razón a los chicos y las chicas malos.

Y os lo dedico porque no sois los únicos. Cuando queráis formaremos un club. El club de los que están hartos de que esa pantalla no se ilumine, de que esa llamada no sea contestada, de que ese mensaje no sea leído o respondido.

En definitiva, el club de los que odian los títulos de crédito antes de la escena del beso.

3.11.05

el niño ruso

El tender la mano, hacia blancos que no están ahí, hacia paredes que se atraviesan con sonrisas en la cara y en la frente. Gratuítas y persistentes, manchas de café en el borde de los fogones de una cocina antigua. Y dar el paso y decidirlo.

Viajar en un desvencijado tren, sobre vías semi heladas, notando el frío exterior a través de la ventanilla. Contraste térmico que reconforta: se siente abrigado y estático ante un todo que no deja de moverse de manera borrosa, cómodo en su interior de sonreíres dedicados y esperanzas cosidas (remendadas con tela vieja pero resistente).

Bajarse en un andén repleto de abrigos de colores (en el amplio abanico de grises de la escala cromática), y abrazos en grupos de dos. Un reencuentro no es lo mismo si las álgebras no suman pares o múltiplos de tres.

Coger con fuerza la negra bolsa de viaje y hacer de tripas corazón (y de olvidos presente) y concentrarse en la idea de que volver a empezar no implica comenzar en gravedad cero, sino bailar al son de músicas de alcoba que en ningún libro están descritas.

Y una vez completa su bitácora de cruces y vistos, de nuevo el pasado cobrará sentido, y el niño ruso que una vez fue anciano volvera a pasear por las viejas calles del barrio de Tverskaya, y se impregnará del ambiente serio en el Bulvarnoye Koltso. Finalmente, cuando se mire en el espejo verá al fin la imagen reflejada de ella, y le hará el amor a sus ojos y a sus párpados, a su pelo y a su aliento, a su ombligo y a su perfume.

Nadie será capaz de hacerlos salir de ese frío hotel moskovita, de igual manera que sería imposible explicarles que en el exterior el duro invierno abraza la ciudad, y que la Plaza Roja se ha estado preguntando sobre las durezas de la vida de emigrante, y el porqué de echar de menos cuando lo que la vista alcanza no merece mas que echarlo de más.