21.6.07

Escorpio

Sonará el timbre de la puerta, y sabrás que soy yo. Y sabrás lo que te espera...

Te acercarás a abrir, casi estremeciéndote imaginando lo que haré al traspasar el umbral. Quizás sin dirigirte la palabra siquiera.

Me abrirás, y en el mismo marco de la puerta ya te estaré besando. Nada de caricias dulces. De buenas a primeras, notarás el calor que emito desde cada poro de mi piel. Mi lengua jugueteará con la tuya y mis manos recorrerán tu cuerpo, aún vestido, sin ningún tipo de vergüenza o tapujo.

Caliente, tanto que quema. El baile de feromonas será tal que podrá percibirse como una niebla que nos envuelva. Comenzaré a desvestirte allí mismo, ante el espejo recibidor, y podrás ver tu imagen reflejada, mirándote fijamente mientras yo te esté lamiendo el cuello. Mis manos comenzarán a tocar tu piel ya desnuda, y notarás otra vez ese estremecimiento de lo que se avecina. En este momento te darás cuenta de que la ropa interior ya sobra.

Te miraré fijamente mientras me muerdo el labio, y mientras lo haga notarás como mis dedos comienzan a explorarte. Todo arderá de tal manera que incluso creerás que el vaho empaña los cristales.

En un instante estaré detras tuyo, empujándote contra el espejo, sujetándote una mano y paseando la otra por donde yo quiera.

Te dejarás ir; sabes perfectamente que los gemidos me ponen.


...sigo?

16.6.07

de los veinte euros que tú y yo perdimos

Se llama D.

Da igual cuál sea su nombre entero. Las iniciales carecen de importancia cuando la realidad es así de cruda. ¿Quieres llamarlo T? No me importa.

Hace dos días que D no come.

El último bocado que provó no era más que los nimios restos de un podrido menú de hamburguesería gris. Se comió aquellas patatas como si su vida fuera en ello. Algo que, mirado fríamente, no dista tanto de la realidad.

A D le duele todo el cuerpo.

Ayer, al conseguir conciliar el sueño en el interior del cajero automático de siempre, unos jovenes skinheads decidieron pisotearle el alma. En un mundo en el que algunos seres humanos aun se creen con derechos de mirar a otros por encima de múltiples hombros, esas cosas aún pasan. "Vaya si pasan", pensaba D con una extraña calma, mientras su cabeza rebotaba una y otra vez contra el cristal de la puerta.

D no cree en el futuro.

Tampoco cree en el presente. Dada su azarosa existencia, lo único que opina D sobre la vida es que se trata de una dama cruel que juega a los dados con el sr. Destino. Y éste último tiene unos dados trucados. Y la vida tira los suyos y se limita a sonreir ante el resultado de siempre, a encogerse de hombros y mantener esa mirada apacible y bobalicona de vaca en el matadero. Si tuviera que elegir sinónimos que definieran el ahora, su ahora, no sabría qué insulto elegir de entre la ristra que conoce. Para D, solo existe el pasado, en la medida en que recuerda la cantidad de hijoputeces que el mundo le hizo antesdeayer.

D no siempre fue así.

Al contrario de lo que se puede extraer de su apariencia débil, sucia y paupérrima, la boca desdentada de D bebió otrora de las fuentes de otros ríos. Recuerda como si fueran solamente sueños instantes de su propia vida que le parecen tan lejanos como falsos. Y lo peor es que son ciertos. Él ha hecho el amor sobre una alfombra en un hotel de Lyon. Ha viajado en elefante bajo un calor de película en la India. Y tuvo más amantes que puertas le abrió el dinero.

Y ahora D sale de su letargo durante unos instantes y abre los ojos, para encontrar ante él un billete de veinte euros, que se le antoja tan irreal como si una virgen vestal se le estuviera ofreciendo entre coros de dioses rancios. Se incorpora, lo coge, y su sonrisa sin dientes es casi peor que su cara de amargura de pordiosero conformista.

"No está mal", piensa D mientras cae de nuevo dormido. Y en lugar de contar ovejas cuenta maneras extrañas de beberse ese dinero que la puta de la vida le ha ganado al sr. Destino.

12.6.07

Todo el mundo lo hace.

Frenesí.

Se plantan en el escenario y la locura se desata. A mi alrededor todo es caos. Cientos de manos levantadas al unísono, como si el mero hecho de alzarlas les hiciera estar más cerca de la primera fila, de las vallas, del aliento del cantante.

El griterío es tan impresionante que noto un cosquilleo en los tímpanos. A se gira hacia mí y me intenta hablar, pero su voz no llega a mis oidos. Todo queda en una sonrisa de mimo de salón, bien pudiera haber sido un "pásame la birra" como una declaración de odio.

Noto dentro mío ese ardor que sólamente los espectáculos de masas consiguen despertar. Echo un trago de cerveza fría y saco la cámara con cuidado de la mochila, evitando que ese festival de codos en que se ha convertido lo que me rodea me rompa el objetivo.

(CLIC!)

Tomo una foto que guardaré para siempre en mi memoria. Es un aquí y un ahora que jamás se repetirá, albergado en formato digital para auto-provocarme melancolía en mi triste deambular por la monotonía diaria. Un tatuaje en forma de bits al que acudiré para sentirme parte de un algo.

Y comienzan las primeras notas, y el clamor aumenta, y se eleva, y te lleva con él, y te da igual lo de ayer, y lo que pasó con aquella chica, y con la otra, y sientes que formas parte de un colectivo, y no te sabes la letra, pero la cantas, sabiendo que si cesara de golpe el sonido merecería la pena grabar esa vomitera de balbuceos.

Da igual. Tarareas. na nanana.. nanana..

Todo el mundo lo hace.

6.6.07

Blizzard Of '77

No sabría como definirlo. Dejémoslo en esa especie de vértigo tenue que te sorprende cuando estás soñando que te asomas a una cornisa sin barandilla.

Da igual. De todas maneras es una angustia que no se pasa, que ahí queda, dejando un sabor agrio justo en el esófago. Y lo que te dice es: "eh, estoy aquí, y no me voy a ningún lado".

A veces me siento muy solo. Debe ser por la tormenta.


Cerrad al salir, que la nieve entra, y a diferencia de lo que pasaría fuera, aquí dentro cuajaría.

26.5.07

el principio de ti en mí, o del amor (IX)

Me reconforta volver a hablar de ti. Supongo que, inevitablemente, nunca desapareces del todo.

Sabes? es curioso el efecto que siempre has provocado en mí. Sin darme cuenta surge de la nada ese pensamiento, ese cosquilleo, y tengo que levantarme de la cama y escribir sobre aquello que me haces sentir.

Te quiero. Desde la primera pelea que tuvimos. Un tuya mía que empezó como un juego de quien puede más. Y siempre recordaré cómo se me hizo trizas el corazón cuando de tan triste volcaste la primera lágrima. En aquél momento,de habérmelo pedido, hubiera abierto el cielo en dos por una sonrisa pilla de las tuyas. Cuando conseguimos arreglarlo nuestro beso fue bisiesto.

Te quiero. Desde la primera vez que te penetré. No recuerdo en qué momento creí que me iba a desmayar. Gemías dulcemente y me pedías que siguiera. Y aquella erección palpitante, molesta de tan dura era, nos sumió en una montaña de sensaciones. No hubiera habido manera de diferenciar nuestros cuerpos si un dios cruel hubiera intentado separarnos. Durante horas tu sudor y el mío se mezclaron, y te demostré que el deseo puede hacer arder las sábanas y la médula.

Te quiero. Desde la primera sonrisa que me dedicaste. Cuando estando allí sentados (lo recuerdas?) sonó aquella canción que te gusta tanto. Y en la desvencijada mesa de aquel bar no había otra chica que no fueras tú. Ni otra boca que no fuera la tuya. Sonreiste mientras tarareabas y el corazón se me desbocó. Bien pudiera haberse oído sobre el estruendo de las otras mesas y las de nuestros amigos hablando.

Te quiero. Desde la primera vez que rocé tu piel. No te diste cuenta de que con aquél gesto de coger tu bolso de la silla me tocaste sin querer la mano. Y con todo el vello erizado y calambres eléctricos en la espalda, te conté uno de esos chistes vacuos. Qué malo, me dijiste girándote. Y yo te quise aún más por lo espontáneo de tu desaire.

Te quiero. Desde el primer beso de chicle que me diste. Rápido, sin importancia, te giraste ante una de mis bromas grises y tu boca y la mía se abrieron, tu lengua y la mía se encontraron y todo se detuvo. Sabor a zumo de naranja y a triunfo, sabor a horas de hipótesis de como sería, sabor cálido y blanco. Un beso de un segundo tras el cuál seguiste bailando con tus dos amigos.



Todo se mezcla en mi cerebro. Como si aún siguieras sin existir. Y sin embargo, te quiero, mi desconocida.

7.5.07

Vudú

Reconocería tu voz incluso enmedio de una tormenta vieja. Hablabas en un idioma que no alcanzaba a entender, parecido a cualquiera de los mil dialectos de las tierras africanas de nuestros antepasados. Gritabas

Llegamos allí siguiendo las instrucciones de los viejos del lugar. Tú ibas delante, a cada paso altivo intentando demostrarme que no tenías miedo. "Te demostraré que ella no mató a nuestra madre", dijiste. "No es más que una vieja desdentada muy lejos de su tierra y su gente". Y yo te creí, presa del terror a la oscuridad y a los muertos. Te seguía como lo haría un cordero a otro en un rebaño acechado por chacales.


y yo era consciente de mi impotencia, de mi desesperación. Quería ayudarte pero no sabía como. Y queda en mi memoria tu gesto vago de alargar los brazos; recuerdo a la perfección la forma arqueada de tu antebrazo, tu mano abierta y tus dedos extendidos, intentando alcanzar lo que fuera que estuvieras viendo. Abrí la boca para llamarte

Al llegar a la costa la vimos en un círculo de luz. Encorbada por la edad, con la piel del color del betún y con la textura del caucho viejo. Se giró con satisfacción y arrogancia esperando humillación y terror abyecto por tu parte. Pero tu te sentaste en una piedra, y hiciste algo que ella no esperaba.

pero no surgía palabra alguna. De repente me fijaba en el cielo y todo cambiaba del color. Se abrían las nubes y surgían las voces de los loa. "Sangre", reclamaban. Y todo giraba a mi alrededor. Unos zarzillos negros surgían de tus dedos y se deshacían en mil ramificaciones.

Te burlaste de Mama Djijú. Nunca creíste que pudiera funcionar, y aquella noche a la luz de las antorchas, en aquella playa vacía de una isla de Las Antillas, te reíste de sus historias de dioses en la tierra, de sus cuentos sobre los hougans que liberarían la tierra. Te burlaste de Damballah Wedo y de las historias de sus hijos. Y cuando acabaste de reir, le diste la espalda y te fuiste. Y yo te seguí en silencio, siendo consciente del repiqueteo de la lluvia sobre las hojas de los cocoteros.

Grité. Y al hacerlo desperté, empapado en sudor. Intranquilo, me incorporé a mirar si te habías despertado por mi grito. Y permanecí allí plantado, delante de tu cadáver ensangrentado, pensando en cómo le pediría perdón a Mamá Djijú.

"Ojalá me perdone si le traigo dos gallos negros", pensé fríamente.

Y las lágrimas y la pena no me dejaron dormir.

7.3.07

No es mi ciudad

Abre los ojos a un techo viejo y gris. Se ha despertado con la música que la noche anterior dejó encendida en su ordenador. El random del reproductor de MP3 le trae notas tristes de un grupo que a apenas cinco segundos de distancia del sueño no consigue recordar.

Se acerca a mirar por la ventana. Más grises. Parece como si Londres tuviera la capacidad de ampliar el espectro de colores pero solamente para los grises. De la misma manera que la creencia popular dice que los esquimales tienen miles de nombres para designar la nieve.

Se toma su tiempo en la ducha. Con el agua lo más caliente que su cuerpo puede aguantar. Mira como el vaho se va formando en el espejo hasta que no le es posible atisbar su propio reflejo. Se masturba plácidamente pensando en el sueño que tuvo hace unos días.

Desayuna un simple vaso de leche fría. Lleva muy poco tiempo como para entender los English Breakfast. No es lo suyo. Algo que no le encaja, como tantas otras cosas en este país.

Se viste con lo primero que pilla. El ordenador sigue poniendo banda sonora triste a esta mañana de miércoles. Y la ventana sigue diciéndole a gritos que esto no es Sevilla, y que aquí los días de sol se cuentan doble.


Al salir a la calle, ve acercarse por la izquierda a una mujer con burka. Cómo de diferentes pueden ser las cosas en otro país. Y cómo de iguales a lo que no quisiera. Ve salir a Matt de su casa, tres puertas más hacia allá. Es la única persona de esta ciudad que no le ha tratado como un insecto. Es su compañero de trabajo en la única tienda de ropa donde ha podido encontrar trabajo. Gracias a él ha podido encontrar ese piso, en el cuál se deja casi tres cuartas partes de su mísero sueldo.

- Marta, are you okay? - le dice Matt al verla paralizada en la calle.
- Sure.. - le contesta ella.

Cruza su mirada con la mujer del burka, que ahora pasa, presurosa, por su lado.

Diferentes, pero iguales.

12.12.06

Sigur Rós (V)

Supongo que tiene que ver con el frío.

Y en este caso la ambivalencia de la situación tiene su qué. Frío interno, y frío externo.

La piel me cosquillea mientras escribo, y es una sensación que, sin llegar a ser molesta, me incomoda. Lo mismo que siento por dentro. En el pasado hubieran sido angustias y noches sin dormir. En el momento actual no deja de ser un picazón en un lateral de las costillas. Allí donde las malas lenguas sitúan el corazón.

Borrón y cuenta nueva en una libreta cada año más vieja. Y con la banda sonora de siempre acompañándome. Y más frío. Y escarcha en el corazón, en la mente y en las palabras que quise haber dicho. Y hielo, hecho con las miríadas de pedazos de lo que podría haber sido y de lo que me ocultaste por cobardía o confusión.

Y mi rúbrica al pie de página. Una más, esta vez llena de la misma palabra, escrita una y otra vez. Desilusión.

Me despido pues, por hoy. Es la hora de marcharme. La nieve acecha ya, y debo correr a cobijarme a mi cabaña. Islandia es muy fría en esta época del año.

Cuídense.



P.D.: Se que tú (sí, tú) jamás leerás esto, pero en algún sitio tengo que escribirlo: no te has dignado a hablar conmigo... todo lo que he deducido ha tenido que ser por inferencias de tus actos. Ni te imaginas cómo duele. Ojalá pudiera odiarte.

1.10.06

de porqué solo escribo cuando estoy triste

Y mientras analizo esa frase y busco cómo contestarla, siento como mis conexiones sinápticas me responden con voz queda. Me hablan de sinergias entre penas y momentos. Si me paro ni que sea un segundo y reflexiono, veo la respuesta escrita en grandes letras en la pantalla de mi mente: me doy cuenta de que plasmar mis momentos tristes no es más que una consecuencia lógica que se deriva de la inercia. Una especie de ola marina que, al llegar a donde tu estás, te arrastra suavemente hasta la orilla. Escribir sobre ello sería el equivalente a dejar que mi mano dibuje figuras sobre la estela del agua.

De alguna manera tiene que quedar constancia escrita del qué y del porqué, muchas veces disfrazado de historia triste, historia críptica o simple riego de palabras sobre el manto de hierba de la creatividad. Para que cuando en otro momento, en otro lugar, pueda tener acceso a lo que dejé escrito, sea consciente de que aunque lo más importante sea el “hacia dónde”, siempre existirá un “desde dónde”.

Y si mi memoria persistente me falla y las alegrías del presente me convierten en (más) confiado y optimista, siempre tendré un baremo, con día, fecha, y hora, para que recuerde que, en ocasiones, cualquier tiempo pasado no fue mejor.


Compartirlo con vosotros es lo mínimo que puedo hacer.



(Y cuan difícil ha sido no plantear lo escrito en tercera persona...)




Para j, por servirme de inspiración.

24.8.06

Lluvia

Me siento como siempre, al borde de la ventana que da al balcón, y cierro los ojos durante unos instantes. Lo único que suena es la voz pura de Jónsi cantándole a las gotas, y el repiqueteo de éstas contra el suelo.

En el edificio de enfrente, por una ventana abierta, veo la juguetona danza de una cortina húmeda. Parece como si quisiera evitar el mojarse, en una noche donde los naranjas vuelven a ser el centro de atención.

Sopla una pequeña brisa y la piel se me eriza. A cada instante, a cada momento que saboreo, me convenzo de que no soy mas que parte de una sintonía. Un "re" en una partitura de sonrisas suaves. Aunque siempre, y con ese tono positivista que Sigur Rós me infunde a ratos, podría llegar a convertirse en un "si".

Inspiro hondo, como para acaparar toda la melancolía que pueda en los alveolos de los pulmones. Hasta mi llega el perfume color verde de los plataneros y las palmeras del patio interior. Es su manera de sonreirle al cielo, a la lluvia, a las nubes y al verano.

Y en la ventana de enfrente ha aparecido un anciano. Durante unos instantes he creído que nos estábamos mirando. Quién sabe si en este momento nuestra distancia mental era de centímetros. Cierra la ventana y termina con el baile de las cortinas, y desaparece hacia su habitación.


Es hora de que me acueste. Mi cerebro se alimenta de ese fondo de tristeza y karma que momentos así hacen aflorar, y en estos momentos rinde como una máquina de vapor enloquecida. Habrá que calmarlo con nanas.

Y justo cuando me retiro y ajusto la ventana, el anciano vuelve y deja un dedo abierto de la suya.

Voy a hacer lo mismo. Quizás en el fondo Ricky Fitts no andaba tan equivocado, y la belleza de las pequeñas cosas hace explotar sinapsis que ni creíamos que existían.

Si estuvieras aquí conmigo, dormiríamos tan juntos que amaneceríamos siameses...