24.8.06

Lluvia

Me siento como siempre, al borde de la ventana que da al balcón, y cierro los ojos durante unos instantes. Lo único que suena es la voz pura de Jónsi cantándole a las gotas, y el repiqueteo de éstas contra el suelo.

En el edificio de enfrente, por una ventana abierta, veo la juguetona danza de una cortina húmeda. Parece como si quisiera evitar el mojarse, en una noche donde los naranjas vuelven a ser el centro de atención.

Sopla una pequeña brisa y la piel se me eriza. A cada instante, a cada momento que saboreo, me convenzo de que no soy mas que parte de una sintonía. Un "re" en una partitura de sonrisas suaves. Aunque siempre, y con ese tono positivista que Sigur Rós me infunde a ratos, podría llegar a convertirse en un "si".

Inspiro hondo, como para acaparar toda la melancolía que pueda en los alveolos de los pulmones. Hasta mi llega el perfume color verde de los plataneros y las palmeras del patio interior. Es su manera de sonreirle al cielo, a la lluvia, a las nubes y al verano.

Y en la ventana de enfrente ha aparecido un anciano. Durante unos instantes he creído que nos estábamos mirando. Quién sabe si en este momento nuestra distancia mental era de centímetros. Cierra la ventana y termina con el baile de las cortinas, y desaparece hacia su habitación.


Es hora de que me acueste. Mi cerebro se alimenta de ese fondo de tristeza y karma que momentos así hacen aflorar, y en estos momentos rinde como una máquina de vapor enloquecida. Habrá que calmarlo con nanas.

Y justo cuando me retiro y ajusto la ventana, el anciano vuelve y deja un dedo abierto de la suya.

Voy a hacer lo mismo. Quizás en el fondo Ricky Fitts no andaba tan equivocado, y la belleza de las pequeñas cosas hace explotar sinapsis que ni creíamos que existían.

Si estuvieras aquí conmigo, dormiríamos tan juntos que amaneceríamos siameses...

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