12.6.07

Todo el mundo lo hace.

Frenesí.

Se plantan en el escenario y la locura se desata. A mi alrededor todo es caos. Cientos de manos levantadas al unísono, como si el mero hecho de alzarlas les hiciera estar más cerca de la primera fila, de las vallas, del aliento del cantante.

El griterío es tan impresionante que noto un cosquilleo en los tímpanos. A se gira hacia mí y me intenta hablar, pero su voz no llega a mis oidos. Todo queda en una sonrisa de mimo de salón, bien pudiera haber sido un "pásame la birra" como una declaración de odio.

Noto dentro mío ese ardor que sólamente los espectáculos de masas consiguen despertar. Echo un trago de cerveza fría y saco la cámara con cuidado de la mochila, evitando que ese festival de codos en que se ha convertido lo que me rodea me rompa el objetivo.

(CLIC!)

Tomo una foto que guardaré para siempre en mi memoria. Es un aquí y un ahora que jamás se repetirá, albergado en formato digital para auto-provocarme melancolía en mi triste deambular por la monotonía diaria. Un tatuaje en forma de bits al que acudiré para sentirme parte de un algo.

Y comienzan las primeras notas, y el clamor aumenta, y se eleva, y te lleva con él, y te da igual lo de ayer, y lo que pasó con aquella chica, y con la otra, y sientes que formas parte de un colectivo, y no te sabes la letra, pero la cantas, sabiendo que si cesara de golpe el sonido merecería la pena grabar esa vomitera de balbuceos.

Da igual. Tarareas. na nanana.. nanana..

Todo el mundo lo hace.

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