El chico le cuenta a la chica sus penas. Y la chica le cuenta al chico las suyas. Y mientras comparten cerveza, hamburguesa, risas y regalos, lo que no se dicen con palabras cobra mucha más importancia que lo que se cuentan mediante el lenguaje.
Ella le dice un "me gustas".
Él le dice un "te aprecio".
Élla le dice que por su sonrisa conquistaría imperios.
Él le dice que es especial de veinte maneras diferentes.
Ella le dice que la necesita.
Él le dice que es mona.
Al salir, él llama a un taxi y la despide. Y ella utiliza ese apodo que ambos saben, y se marcha, nueva batalla perdida. Y cuando el carruaje con caballos parte hacia la Bastilla, ella entierra la cabeza bajo el ala y le imagina follando con las sirvientas.
8.4.09
5.4.09
miedo a los holas y a los adioses
No me da miedo el blanco. Ni tan siquiera me merece respeto la tonalidad gris claro que anuncia su llegada.
Me siento aquí delante, por enésima vez, y vomito de memoria y en prosa versos que nunca compondré. Palabras a deshoras que surgen ahora porque es su momento y su lugar, y que si no dejara aquí se perderían, como tantas y tantas cosas que creemos perennes y resultan caducas.
Todo es complicado y extraño, cada experiencia un mundo en el cual perderme. Puedo salir de mi cuerpo y verlo todo desde fuera, espectador impertérrito de mis inercias y rutinas, y calcular el ángulo y la velocidad con la que moveré (de nuevo) las fichas del tablero. Blancas, negras, rojas, da igual el color que elija.
Pensando en condicional, sintiendo en imperativo. Y tira "palante".
(como los de Alicante).
Me siento aquí delante, por enésima vez, y vomito de memoria y en prosa versos que nunca compondré. Palabras a deshoras que surgen ahora porque es su momento y su lugar, y que si no dejara aquí se perderían, como tantas y tantas cosas que creemos perennes y resultan caducas.
Todo es complicado y extraño, cada experiencia un mundo en el cual perderme. Puedo salir de mi cuerpo y verlo todo desde fuera, espectador impertérrito de mis inercias y rutinas, y calcular el ángulo y la velocidad con la que moveré (de nuevo) las fichas del tablero. Blancas, negras, rojas, da igual el color que elija.
Pensando en condicional, sintiendo en imperativo. Y tira "palante".
(como los de Alicante).
29.3.09
filosofia del echar de menos
Es sencillo de cojones: echo de menos. Y lo que echo de menos no tiene nombre ni apellidos.
La lluvia sigue cayendo en mi balcón, persistente, mientras vuelvo a abrir este mi portal hacia los que no se cansen de leer mis tiros en la cabeza de domingo por la mañana.
¿Qué echo de menos? Sensaciones, colores, momentos, tiempos verbales, colonias, manos.. la asociación de palabras sueltas que acuden a mi mente se convierte en un flagelo. Con él me azoto cuando tengo segundos desocupados, asomando entre las horas y los días como tallos de hierba fresca en un campo de amapolas.
Y en el fondo lo que más jode, lo que más le destroza a uno por dentro y le pica hasta morir, es que no escuchen aquello que no dice.
(plac)
Y a dormir evitando el móvil como si estuviera erizado de púas. Vosotros me entendéis.
La lluvia sigue cayendo en mi balcón, persistente, mientras vuelvo a abrir este mi portal hacia los que no se cansen de leer mis tiros en la cabeza de domingo por la mañana.
¿Qué echo de menos? Sensaciones, colores, momentos, tiempos verbales, colonias, manos.. la asociación de palabras sueltas que acuden a mi mente se convierte en un flagelo. Con él me azoto cuando tengo segundos desocupados, asomando entre las horas y los días como tallos de hierba fresca en un campo de amapolas.
Y en el fondo lo que más jode, lo que más le destroza a uno por dentro y le pica hasta morir, es que no escuchen aquello que no dice.
(plac)
Y a dormir evitando el móvil como si estuviera erizado de púas. Vosotros me entendéis.
20.3.09
Nubes
Resbalan. Suavemente. Piel de gallina. Blanco. Lágrimas. Voces de sirena y ecos de colores cálidos (y etéreos). Silencios que preceden a estallidos. Corazón a punto de estallar. Sensaciones. Gente que te rodea, los mismos compases. Conciertos. Simetrías. Sí. No. Nervios. Verde. Negro. Cerveza bajo la luna. Confusión. Repetición. Equivocación. Error.
15.3.09
sueño esquivo
Tras el tercer "vete a la cama" que me digo considero que ya es suficiente. Tres horas, tres, son las que han pasado desde que he llegado a casa hasta que me he convencido. Y es que a veces las peleas con uno mismo son un reto equiparable a escalar grandes y escarpados picos desnudo y con un piolet de goma.
Hoy he conseguido algo que me hacía mucha falta: no escucharme demasiado. Ayer (hoy, qué más da la forma de medir) mi mente jugaba a las conjeturas y a los dimes y diretes, cabilaciones de tres al cuarto en horas intempestivas, dolores de cabeza incisivos allí donde no puedes rascarte.
Y lo que he sacado en claro puede parecer superfluo: olor a tabaco, tos crónica de tísico terminal, una borrachera de espanto y la determinación de tomar las riendas de mi destino a cada oportunidad que se me presente.
(bonito final para una noche de fiesta).
Hoy he conseguido algo que me hacía mucha falta: no escucharme demasiado. Ayer (hoy, qué más da la forma de medir) mi mente jugaba a las conjeturas y a los dimes y diretes, cabilaciones de tres al cuarto en horas intempestivas, dolores de cabeza incisivos allí donde no puedes rascarte.
Y lo que he sacado en claro puede parecer superfluo: olor a tabaco, tos crónica de tísico terminal, una borrachera de espanto y la determinación de tomar las riendas de mi destino a cada oportunidad que se me presente.
(bonito final para una noche de fiesta).
10.3.09
conmigo
Cuando me detengo por un momento en lo que quiera que esté haciendo. Cuando me muevo en esos paréntesis que son los desplazamientos entre rutinas adquiridas. Cuando hago una pausa entre el decir y el repetir. Cuando miro al espejo por la mañana, con las legañas puestas y los ojos desorientados. Cuando el único sonido que me acompaña es el clac-clac de las teclas al (d)escribirme.
Cuando los párpados se me cierran de tan cansado, pero mi mente se agita y murmulla. Cuando me duelen la espalda y las decisiones lentas. Cuando llamo al ascensor y lo acaban de cerrar en otro piso y aun tarda unos segundos en ponerse en marcha y llevarme a donde sea. Cuando las puertas y los suelos crujen y solo quedo yo en pie para oirlo.
Es entonces cuando estoy conmigo.
Y a ratos, no me gusta.
Cuando los párpados se me cierran de tan cansado, pero mi mente se agita y murmulla. Cuando me duelen la espalda y las decisiones lentas. Cuando llamo al ascensor y lo acaban de cerrar en otro piso y aun tarda unos segundos en ponerse en marcha y llevarme a donde sea. Cuando las puertas y los suelos crujen y solo quedo yo en pie para oirlo.
Es entonces cuando estoy conmigo.
Y a ratos, no me gusta.
30.1.09
cosquillas
La luz incide por la rendija de la puerta entreabierta. En el haz amarillo, en una especie de juego de prestidigitador enano, las motas de polvo aparecen durante unos instantes para desaparecer al abandonarlo.
Fuera hace frío. Más frío del que debería, en todo caso. Dentro, el calor y el olor a hogar acogedor lo impregnan todo. En las ventanas de la casa, sobretodo en aquellas que dan al patio interior, una fina película de escarcha dibuja formas fractales que harían las delicias de cualquier matemático.
Dudando aún, me acerco a la puerta y toco el pomo. Frío. El metal no engaña, es curioso. Da igual la época del año en que estés: cualquier superficie metálica te gritará, rabiosa al contacto, que la temperatura es la que es, al margen de estufas y ventiladores. Su frío es el frío, y su calor es el calor. Y este pomo, al contacto con las yemas de mis dedos, parece intentar advertirme de que fuera hay tres inviernos, uno encima de otro.
Cuento atrás, esta vez desde veinticinco, por aquello de ponerle un margen de tiempo al duro cambio de temperatura exterior. Aunque seamos sinceros: al llegar a tres bajaré medio decimal hasta llegar a uno, intentanto postergar el momento.
Llego al cero. Abro. Susurro la canción. El frío me golpea con fuerza. Salgo. Sonrío. Cosquillas.
Camino desnudo, como mínimo hasta mi vuelta.
dedicado a mi mismo, porque a ratos (especialmente los años bisiestos), me lo merezco.
Fuera hace frío. Más frío del que debería, en todo caso. Dentro, el calor y el olor a hogar acogedor lo impregnan todo. En las ventanas de la casa, sobretodo en aquellas que dan al patio interior, una fina película de escarcha dibuja formas fractales que harían las delicias de cualquier matemático.
Dudando aún, me acerco a la puerta y toco el pomo. Frío. El metal no engaña, es curioso. Da igual la época del año en que estés: cualquier superficie metálica te gritará, rabiosa al contacto, que la temperatura es la que es, al margen de estufas y ventiladores. Su frío es el frío, y su calor es el calor. Y este pomo, al contacto con las yemas de mis dedos, parece intentar advertirme de que fuera hay tres inviernos, uno encima de otro.
Cuento atrás, esta vez desde veinticinco, por aquello de ponerle un margen de tiempo al duro cambio de temperatura exterior. Aunque seamos sinceros: al llegar a tres bajaré medio decimal hasta llegar a uno, intentanto postergar el momento.
Llego al cero. Abro. Susurro la canción. El frío me golpea con fuerza. Salgo. Sonrío. Cosquillas.
Camino desnudo, como mínimo hasta mi vuelta.
dedicado a mi mismo, porque a ratos (especialmente los años bisiestos), me lo merezco.
14.1.09
un amanecer de un día que fue
El sol, ardiente, está por alcanzar su zénit a esas horas del mediodía.
Umma entorna los ojos intentando atisbar la otra orilla, pero los rayos del Sol le impiden ver nada, como si el dios Utu quisiera ponerle las cosas difíciles en la ardua tarea que aun le espera. "El ganado no se recoge sólo", han sido las palabras que ha usado su anciano tío esta misma mañana. Umma sabe que su tío no escatima las palabras, y lo que pudiera parecer una vaga insinuación ha sido en realidad un imperativo escondido. Y dicho y hecho, Umma ha cogido sus bártulos y el cántaro de agua fresca y se ha preparado para un difícil trayecto.
"Oh dioses, desearía no tener que cargar con estas tareas yo sólo", dice en voz alta mientras se seca el sudor de la frente, y el único testigo es un (por suerte) lejano y aburrido hipopótamo. Umma lo observa desde la barcaza y al virar hacia la orilla sigue controlándolo por el rabillo del ojo. Aun recuerda lo poco que quedó del destrozado cadáver de Abi.. pobre Abi. Valiente y necio sumados en una persona tan temeraria.. muchas ancianas lloraron en el barrio y depositaron flores en su tumba. No, él no correrá igual suerte.
Al llegar a la orilla salta hacia la arena en busca de alguna piedra a la que amarrar la barcaza. Mientras se apresura para dejarla le reza a Enlil para que sea benevolente y no sople, y para que el Tigris continúe tan manso como las últimas lunas.
De pronto, se oyen mugidos, y Umma teme por las vacas de su tío. El rebaño es muy pequeño, pero es lo único que su familia posee: si algo les sucediera morirían de hambre, los dioses no lo quieran. Así que se apresura a subir la orilla. "Cuanto antes termine, antes llegaré a casa", piensa.
El rebaño está bien. Las cuatro vacas famélicas han encontrado algo con lo que alimentarse, y su tío estará contento. Se gira, ahora ya más calmado, pensando que las horas de bordear el río serán como mínimo menos arduas en cuanto caiga la tarde. Y mientras se gira y contempla Larsa bajo el duro Sol del mediodía, canturrea las canciones de arrullo que recuerda de su madre.
"Hoy será un buen día", augura. Y a lo lejos el templo brilla en colores extrañamente imposibles.
Umma entorna los ojos intentando atisbar la otra orilla, pero los rayos del Sol le impiden ver nada, como si el dios Utu quisiera ponerle las cosas difíciles en la ardua tarea que aun le espera. "El ganado no se recoge sólo", han sido las palabras que ha usado su anciano tío esta misma mañana. Umma sabe que su tío no escatima las palabras, y lo que pudiera parecer una vaga insinuación ha sido en realidad un imperativo escondido. Y dicho y hecho, Umma ha cogido sus bártulos y el cántaro de agua fresca y se ha preparado para un difícil trayecto.
"Oh dioses, desearía no tener que cargar con estas tareas yo sólo", dice en voz alta mientras se seca el sudor de la frente, y el único testigo es un (por suerte) lejano y aburrido hipopótamo. Umma lo observa desde la barcaza y al virar hacia la orilla sigue controlándolo por el rabillo del ojo. Aun recuerda lo poco que quedó del destrozado cadáver de Abi.. pobre Abi. Valiente y necio sumados en una persona tan temeraria.. muchas ancianas lloraron en el barrio y depositaron flores en su tumba. No, él no correrá igual suerte.
Al llegar a la orilla salta hacia la arena en busca de alguna piedra a la que amarrar la barcaza. Mientras se apresura para dejarla le reza a Enlil para que sea benevolente y no sople, y para que el Tigris continúe tan manso como las últimas lunas.
De pronto, se oyen mugidos, y Umma teme por las vacas de su tío. El rebaño es muy pequeño, pero es lo único que su familia posee: si algo les sucediera morirían de hambre, los dioses no lo quieran. Así que se apresura a subir la orilla. "Cuanto antes termine, antes llegaré a casa", piensa.
El rebaño está bien. Las cuatro vacas famélicas han encontrado algo con lo que alimentarse, y su tío estará contento. Se gira, ahora ya más calmado, pensando que las horas de bordear el río serán como mínimo menos arduas en cuanto caiga la tarde. Y mientras se gira y contempla Larsa bajo el duro Sol del mediodía, canturrea las canciones de arrullo que recuerda de su madre.
"Hoy será un buen día", augura. Y a lo lejos el templo brilla en colores extrañamente imposibles.
mi mascota
- ¿Pero qué le ves de bueno?
- ¿Cómo dices? Si es genial...
- A mi no me gusta. Deshazte de ella!
- Serías capaz... abandonar así a un pobre animal. Dejar que muera de hambre en cualquier esquina, incapaz siquiera de buscarse la comida por sus propios medios. Acostumbrada como está a que le dé de comer en la mano nueces y bellotas... Sí, lo dices en serio. Todo este tiempo en el que ha estado a mi lado, buscándome para jugar cuando intuía que estaba triste. Todas estas noches en las que gracias a su compañía he podido restar horas y que se hicieran más cortas. Y ahora.. después de todo este tiempo.. ¿quieres que la mate?
- ...
- ¿Qué?
- Es un peluche.
- No cambies de tema.
- ¿Cómo dices? Si es genial...
- A mi no me gusta. Deshazte de ella!
- Serías capaz... abandonar así a un pobre animal. Dejar que muera de hambre en cualquier esquina, incapaz siquiera de buscarse la comida por sus propios medios. Acostumbrada como está a que le dé de comer en la mano nueces y bellotas... Sí, lo dices en serio. Todo este tiempo en el que ha estado a mi lado, buscándome para jugar cuando intuía que estaba triste. Todas estas noches en las que gracias a su compañía he podido restar horas y que se hicieran más cortas. Y ahora.. después de todo este tiempo.. ¿quieres que la mate?
- ...
- ¿Qué?
- Es un peluche.
- No cambies de tema.
13.1.09
nublado tirando a rancio
Y todo lo ves como borroso, y las conversaciones que has tenido se tornan en murmullos de ruido blanco tras el tapiz de tu memoria, y las cosas que has visto tenían un tinte diferente y se percibían de una manera más suave y frágil. Y la angustia te envolvía en cada gesto y la realidad jugaba a usarte de sparring desdentado y débil.
Y la experiencia no te ha gustado, ya que tú no la elegiste, pero sí quedará impresa en tu mente como un recuerdo que no querrás revivir, como un día archivado en el rincón más oscuro de la memoria, allí donde también guardas las telarañas y el sabor agridulce del pasado y los presentes.
Y la experiencia no te ha gustado, ya que tú no la elegiste, pero sí quedará impresa en tu mente como un recuerdo que no querrás revivir, como un día archivado en el rincón más oscuro de la memoria, allí donde también guardas las telarañas y el sabor agridulce del pasado y los presentes.
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