29.11.05
Sigur Rós (III)
Escarcha en la sangre.
Medias sonrisas en la mente.
Nebulosas en el corazón.
Aire en el tuétano de mi alma.
Estrellas en el nervio óptico, engañando a la vista, hablando sin decir nada sobre notas que no pueden existir.
Subidas, bajadas, giros y mortales en una montaña rusa de pentagramas de vainilla.
Rojos, rosas, verdes y azules como látigos directos a la base del espinazo.
Y cosquillas.
Por la espalda, por los brazos y las piernas, por el cuello y por mis arterias.
Pulso firme que sigue el compás.
Calor allí dentro, calefacción a tope, pero la clara sensación de estar a kilómetros de distancia.
Sentirme en Islandia, su tierra natal. Y ver amaneceres claros, nevados, montañas blancas y frías.
Y extender la mano y recoger del cielo copos de nieve que te hacen guiños.
Solo a ti.
(Gracias)
27.11.05
ringtone
Lo dedico a los que piensan que existen personas al otro lado, y que a las 3h de la madrugada comenzará a sonar la música de las películas románticas, y la pantalla se partirá en dos y podremos observar como él (o ella) está llamándonos. Y le cogemos el teléfono y todo se arregla, y las sonrisas surcan cielos sin nubes ni lluvia.
Lo dedico a los que aumentan el volumen del altavoz y duermen acurrucando el móvil, como si el hecho de tratarlo bien haga más posible que las estadísticas de la hijoputez y el individualismo dejen de dar la razón a los chicos y las chicas malos.
Y os lo dedico porque no sois los únicos. Cuando queráis formaremos un club. El club de los que están hartos de que esa pantalla no se ilumine, de que esa llamada no sea contestada, de que ese mensaje no sea leído o respondido.
En definitiva, el club de los que odian los títulos de crédito antes de la escena del beso.
3.11.05
el niño ruso
Viajar en un desvencijado tren, sobre vías semi heladas, notando el frío exterior a través de la ventanilla. Contraste térmico que reconforta: se siente abrigado y estático ante un todo que no deja de moverse de manera borrosa, cómodo en su interior de sonreíres dedicados y esperanzas cosidas (remendadas con tela vieja pero resistente).
Bajarse en un andén repleto de abrigos de colores (en el amplio abanico de grises de la escala cromática), y abrazos en grupos de dos. Un reencuentro no es lo mismo si las álgebras no suman pares o múltiplos de tres.
Coger con fuerza la negra bolsa de viaje y hacer de tripas corazón (y de olvidos presente) y concentrarse en la idea de que volver a empezar no implica comenzar en gravedad cero, sino bailar al son de músicas de alcoba que en ningún libro están descritas.
Y una vez completa su bitácora de cruces y vistos, de nuevo el pasado cobrará sentido, y el niño ruso que una vez fue anciano volvera a pasear por las viejas calles del barrio de Tverskaya, y se impregnará del ambiente serio en el Bulvarnoye Koltso. Finalmente, cuando se mire en el espejo verá al fin la imagen reflejada de ella, y le hará el amor a sus ojos y a sus párpados, a su pelo y a su aliento, a su ombligo y a su perfume.
Nadie será capaz de hacerlos salir de ese frío hotel moskovita, de igual manera que sería imposible explicarles que en el exterior el duro invierno abraza la ciudad, y que la Plaza Roja se ha estado preguntando sobre las durezas de la vida de emigrante, y el porqué de echar de menos cuando lo que la vista alcanza no merece mas que echarlo de más.
30.10.05
recuerdo...
Recuerdo verte desde donde yo estoy, hablando con otras personas y trabajando, sonriente y simpática. Y las ganas de que nos cruzaramos más a menudo, más cerca, más intensamente.
Y luego recuerdo mirarte en tu cama. Desnuda, templada al tacto, sexy, preciosa, con una fina película brillante, sudor con sabor dulce después de unas horas de sexo del bueno. Y recuerdo haber pensado en quedarme allí y comerte a besos, penetrarte de nuevo y hacerte mía hasta que de nuevo la luz tenue de la luna surgiera, y ni tu ni yo fueramos capaces de mover un sólo dedo. Y recuerdo la sensación de alegría.
También recuerdo los momentos en que me sorprendo a mí mismo queriéndote. Pensando en hipótesis escritas en amarillo miel. Recordando pasados y inventando futuros. Son instantes en que intento saber qué siento realmente, y en los que juego a perseguirme por las esquinas de mi mente...
Si alguna vez pensaste que era extraño no es más que por mi miedo a apostar todo mi dinero al quince rojo, y perder en un instante las pocas riquezas que llevo acumuladas. Odio las derrotas. Odio la tristeza.
Y lloro con los "seamos amigos" que me lanza la vida, que me golpean por la espalda y me hacen más viejo, sentimental y tonto que antes.
20.10.05
Sigur Rós (I)
Oyes voces dulces y la piel se encrespa. Cada poro clama por acercarse más y más a las notas que surgen de los altavoces, en un idioma desconocido y que jamás aprenderás. Lo importante no es la letra, si no lo que dice. Lo que te dice.
Te dejas transportar hasta mundos de ensueño. No importa que solo existan dentro tuyo. En ellos bailas sin cesar, y tu rostro no es más que un marco de alegría, fotograma en blanco y negro, dejándose llevar por la marea de un domingo que anochece, y que abraza una luna que como no podía ser de otra manera, está llena.
Ojalá todos pudiérais sentir lo que yo siento cuando lloro, o cuando estoy triste, o cuando estoy melancólico. Sabríais que el espectro de colores va más allá del rojo, del blanco y del azul, y que la gravedad no atañe solo a planetas y astros.
Me voy a mi cama, a esperar a que aparezca, con la única compañía de un dolor leve en el pezón izquierdo. Triste lamento metálico, no quisiera tener que sacarte de debajo de mi piel.
Dejo un winamp repleto de recortes mentales.
Regalos, sonrisas, miradas, azul, mojarte bajo lluvia suave sin paraguas, esa sensación de lleno interior, ese sabor de victoria sobre las pequeñas cosas, esa melancolía de semanas de dos días, los nervios del volverá a pasar, las ansias de volverla a ver, la cálida compañía de tener a los que quieres cerca, cervezas, risas, abrazos, compartir, dar, recibir, detalles que el barro oculta y el sol hace aflorar.
En diferido desde Álafoss, Islandia.
Frío? Que alguien me diga dónde...
Sigur Rós (II)
Sería un estúpido si me negara a aceptar que esta música habla de mitos nórdicos, de unos tiempos en que los dioses traían al mundo soles, y luchaban contra gigantes en grandes bosques verde oscuro.
Sería de piedra si me negara a aceptar que me mezco al ritmo de las notas. Y si me concentro en el suave vaivén, se me enredan en el pelo varias auroras boreales, y al intentar mirarme las manos me sorprendo al verlas enterradas en fría y blanca nieve.
Búscame. Más alla de esos bosques negros y esas rocas cubiertas de musgo y liquen. Más allá de los sauces y los abedules, cubiertos de nieve hasta hacer del verde un nuevo grado de blanco. Justo al borde de la siguiente colina. Pasa cerca del lago helado, y sin detenerte a contemplar los alces, entra en la cueva que tienes ante tí.
Te espero dentro, recitando mentalmente un poema sin vértices ni aristas:
"Nú vaknar þú
Allt virðist vera breytt
Eg gægist út
En er svo ekki neitt
Ur-skóna finn svo
A náttfötum hún
I draumi fann svo
Eg hékk á koðnun?
Með sólinni er hún
Og er hún, inni hér
En hvar ert þú....
Legg upp í göngu
Og tölti götuna
Sé ekk(ert) út
Og nota stjörnurnar
Sit(ur) endalaust hún
Og klifrar svo út.
Glósóli-leg hún
Komdu út
Mig vaknar draum-haf
Mitt hjartað, slá
Ufið hár.
Sturlun við fjar-óð
Sem skyldu-skrá.
Og hér ert þú
Fannst mér.....
Og hér ert þú
Glósóli....."
P.D.: Trae velas. Se acerca el invierno y la noche será larga. No soltaré tu mano en todo ese tiempo. No tengas miedo.
1.10.05
del amor (VI)
Me quedé dormido, como tantas otras noches. De fondo una película de las de hilo musical, una de esas que siempre puedes poner para rellenar silencios o para cubrir vacíos en el lado contrario de la cama. Allí es donde la galaxia es agujero negro de tristeza, y nada sustituirá tu cuerpo (celeste).
Soñé durante unos minutos, acaso segundos, con quimeras mudas de cartón piedra, sin rostro, sin alma y sin amarillos que las cubrieran. Y al despertar, intranquilo, triste y preocupado, la película vacía aún seguía en la pantalla.
Me incorporé desorientado y metafísico, desanudando ideas y intentando analizar (esfuerzo vano) porqué tenía un nudo en la garganta que no dejaba de crujir.
El motivo sigues siendo tú.
Algo me dice que enganchaste un retazo de ti en mi hipotálamo, justo cuando no miraba y soñaba con universos transparentes, aquellos en los que tú y yo hubieramos debido viajar, deslizándonos sobre el presente de subjuntivo como gotas por el dorso de un rostro sonriente.
Rostro de niño.
Cógeme la risa cuando consiga que surja. Sujétala fuerte, sin dejar que su cosquilleo de alas de mariposa te haga abrir las manos. La ocasión lo merecerá.
Recuérdalo: Llegado el momento hasta los puntos suspensivos y las comillas sabrán de lo nuestro, y probablemente se hagan eco de mil rumores infundados.
P.D.: Deja de nublarte... te lo ruego...
27.9.05
sobre el nido del cuco
La escala es relativa según los ojos del que mira, el tamaño de lo observado y la cantidad de piedras lisas que acumules en los lagrimales;
Hojas inmensas, amenazadoras, selváticas y agresivas creciendo hacia el cielo blanco immaculado. Carrera de relevos del que no corre vuela entre gimnastas verdes. Respiración agitada con olor a clorofila, y los agudos gritos de la fotosíntesis a pleno rendimiento. Y a falta de brazos dejaremos que los tallos se mezcan con la brisa.
O quizás una casita construída con diminutos troncos sacados de un bosque enano, como de ensueño: robles, encinas y alcornoques, cuidados en rincones secretos por los dioses de las pequeñas cosas. Bonsáis del olvido y el silencio. Testigos mudos de que si un árbol cae y no hay nadie para oirlo, será el silbido del aire el que se lamente por su ausencia. "¿Ruido? Para qué...", se preguntarían las ramas del techo, abrazandose entre ellas con la tristeza característica de los sauces llorones.
Cuando el Sol ilumine la escena y el necio se sorprenda a si mismo observándose las palmas de las manos, la aritmética más básica os mostrará que en esto de las sumas y las restas el llevarte una no te da derecho a contar veinte.
Eso solo sucede en el parchís.
Para a* por leerme.
9.9.05
train
Y aquí estamos de nuevo, con el mismo equipaje que la última vez. Soportando en este gris andén las miradas cansadas de otros viajeros. Te observan de la misma manera, fotocopias unos de otros, ojos negros y vacíos que miran pero no ven, y caras de perplejidad como si todo fuera nuevo. Qué asco.
(se oye venir un tren por tu vía. Atento...)
Como siempre haces antes de viajar... compruebas tus enseres. Sí, parece que está todo: la mochila, la bolsa de mano, las gafas, el corazón, la cámara de fotos, la sonrisa estúpida de las partidas de póquer (las que siempre pierdes, acuérdate) y ese flyer de una fiesta a la que no fuiste. Es curioso que por más que tu rumbo cambie pocas cosas de este bagaje hayan cambiado... quizás solamente las gafas, que ahora son más opacas.
"¿Y si me equivoco?". Ésta es la pregunta que te haces. Al fin y al cabo has llegado a donde estás mediante una serie de viajes desafortunados. Comenzaste hace mucho, sin nada que perder, y quizás por eso pensaste que el Destino estaba de vacaciones. Pero el muy hijo de puta siempre hace horas extra por ti. Y aquí estás, preguntándote si esta vez te dejarás algo en el vagón. La última vez unos viajeros muy simpáticos tuvieron que avisarte de que se te olvidaba el brillo de las miradas y el hoyuelo de la simpatía.
(entra el tren en el andén... la megafonía no funciona, y el tren no lleva indicaciones...)
Ya está, es la hora. Coges todas tus cosas en mano, y mientras te dirijes a los vagones de la zona media cruzas tu mirada con la del conductor, que enseguida desaparece en el fondo de su cabina. Respiras hondo...
Y subes, y buscas un sitio libre, y te sientas, y dejas tus cosas en el suelo y en el asiento de al lado, y miras a tu alrededor para comprobar quién más viaja contigo, pero no hay nadie, y sabes que eso da igual, porque lo importante es que tu hayas cogido el tren, y miras por la ventana, y te compadeces de lo que ves.
Ahí siguen todos... seres cobardes que ante la duda y el temor a equivocarse, seguirán esperando inmóbiles a algo que los haga reaccionar. Miradas vacuas que te siguen incluso cuando el tren ya ha comenzado a moverse.
Lentamente... comienzas a dormirte, sin saber cuan largo sera el trayecto. Sí, quizás este no fuera el tren correcto...
¿Y qué? Al menos tienes sangre.
Para A, que hace mucho, muchiiisimo tiempo... me transformó en lo que soy. Jamás mereciste lo que te dí...
27.8.05
naranja, o del amor (V)
Se acercará de nuevo, sigilosa, hasta el borde de la cama.
Volverá a apropiarse de tu oído lentamente. Y entre páginas de sueño surgirá un desvelo leve. El suficiente para que sepas que es su aliento el que notas. Y sonreirás como sólo ella sabe hacerte sonreir, aún dormido.
Luego te tocará un hombro y sin necesidad de que diga nada, tu entenderás lo que ella dice. El dulce cosquilleo de las yemas de sus dedos, el baile lento de su mirada recorriendo las nubes de tu espalda. Notarás sus ojos mientras cavan nidos de recuerdos en su mente, y en los cuales se acomodará tu cuerpo sin necesidad de calzadores ni prisas.
Y serás capaz de escribir todo esto aunque no te estuviera pasando, ni jamás te hubiera pasado. Mirarás por la ventana hacia el cielo naranja que ya es un clásico en tu retina, y le dirás a las aristas de tu horizonte personal que no por ser más lisas se harán entender más rápido. Sigur Rós sabe ser más insistente que nadie y estoy seguro que en ese preciso instante oirás la voz triste, y se removerá algo en tu interior.
Como tantas otras veces.
La encontarás, y ella lo sabe. De alguna manera está esperando a que se entrelacen los dos hilos que otrora eran uno, y que se desenebraron hace una eternidad o dos. Qué más dará el tiempo intermedio.
Yo te digo, querido amigo, que las sonrisas que ahora guardas y las penas que ahora te arrastran saldrán a flote. Y recordarás una y otra vez, rebobinando la película de tu vida, una nueva noche color naranja. Extraña como todas, diferente a todas, y a su manera, un fotograma más en un montaje sin director, sin guión y con un actor principal que, como tú y yo sabemos, tiene mucho más que dar de lo que se empeñan en recibir. Y tras esto... olvidarás definitivamente el yo a ella y el ella a él de los títulos de crédito.

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