Sucede cuando es de noche. Cuando los minutos, fríos por el paso de las horas y por la ausencia de sol, se estiran hasta lo imposible y se miran unos a otros desde las esquinas, y sienten la misma vergüenza del niño al que sacan a la pista contra su voluntad en el baile de final de curso.
Me encantaría poder lanzar al aire unas analogías, y que éstas fueran entendidas y todo fuera menos confuso y vago. Pero el caso es que no se parece a nada que se pueda describir en palabras llanas, de las de diccionario o dictado de tercero de EGB.
Comienza con una pizca de tristeza reciclable, leve, mero picor en el interior del pecho sin posibilidad de rascarse, aunque soportable. Y en el momento en que esos minutos de los que hablaba juegan a hurgarme en los oídos, en las narices, en las cuencas de los ojos y en las encías, se extiende.
Para el momento en que sólo me quedan mis sonrisas a modo de paraguas, ya ha sucedido; siento como si una troupe de erizos se deslizara por debajo de la piel de mi brazo derecho, lentos pero impasibles, hasta llegar a alojarse en mi dedo anular.
Ya es la hora, debo irme. Los minutos han estado hurgando demasiado profundo y han visto cosas que no debieran haber encontrado. Es posible que n este momento estén tomándose algo en algún bar de abuelos, riéndose de mí y de mis historias, e invitando a cañas a mi amor propio y mi autoconfianza.
Voy a ver si puedo gorronear algo. Mi mano derecha tiene sed de algo.
1 comentario:
En algun momento hay que decidirse;los muros no mantienen a los demas fuera sino a ti dentro,la vida es un caos,somos asi.Puedes pasarte la vida levantando muros, o puedes vivirla saltandolos.
asi q ya sabes pekeño pony, saltalooooo, q fuera te esperan nuevas ilusiones!
MMMMMMMMMMUA
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