1.9.12

ultimátum de lo que no me dices.

- Háblame.
- Ya lo hago.
- No. Solamente me dices cosas. Quiero que me hables. Que vomites lo que sientes. Que caiga esa barrera de miedo y vergüenza que te detiene, ese aura de miedo al qué diré o al qué dirán. Ese bloqueo de pensar en las consecuencias de tus actos más alla de las próximas putas veinte jugadas del ajedrez del deseo y el sexo.
- Pero es que..
- No hay peros que valgan. Fóllame o quiéreme. Pero decide cuál de las dos opciones es la válida. Y recuerda el camino que te lleva a casa.

20.8.12

de los deseos.

Deseo viajar lejos, vivir en otra parte, poniendo en la maleta un saco de borrones y cuentas nuevas y aprendiendo desde cero rutinas que nadie te explica. Deseo volver a aparecer en un pueblo perdido en Cuba y compartir canciones, historias y mojitos con familias que te dejan marcado. Deseo momentos de conexión con gente desconocida pero cómplice. Deseo silencios en determinados momentos en los que lo más bonito que se podría decir ya se ha expresado en gestos, miradas, o sudores de piel dentro de piel. Deseo mojarme de nuevo bajo la lluvia en Tokio y deslizarme entre esa marea de paraguas transparentes. Deseo bullicio, y extender mis brazos en forma de cruz, y que la gente pase y los toque, como una marea infinita de brazos, hombros, codos, a los que pasar revista con los dedos. Deseo aquellas calles del centro de London en las que pasabas desapercibido y eras una gota más de las multitudes atareadas. Deseo abrir los ojos en algún lugar que no salga en los mapas, y que todo sea de color verde. Deseo volver a estar en conciertos entre la gente que me importa y compartir sentimientos que a ratos creo que he olvidado. Deseo estar presente en muchas fotos que veo. Deseo poder teletransportarme en el espacio y en el tiempo. Deseo dar la mano a alguien y que ese gesto provenga de dentro de mí. Deseo labios que no puedo tocar, ojos que no puedo mirar y cinturas que no puedo sujetar. Deseo pasar frío en un camino desierto en Islandia. Deseo despertar un día, mirarme al espejo, y dejar de sentir ese revoltijo del estómago que indica que mi cubo de los deseos sigue aún lejos de empezar a vaciarse.

Pero ante todo, deseo.

31.7.12

cosas que el tiempo trae y nadie te contó

Cansancio, que flota de una manera casi imperceptible y que solo podríamos medir si de golpe nos lo quitaran de encima. Berrinches de abuelo ante cosas que hace años habríamos hecho y que ahora nos parecen ridículas viéndolas en otros. Impaciencia en forma de minutos de aguante en negativo ante todo. Una carcasa interna que te protege para bien y para mal. Rutinas que te reconfortan y sin las que te sentirías menos tú. Experiencia (mucha) que te hace rebobinar mentalmente la película de tu vida y si te descuidas intentar averiguar cómo hubiera sido el guión si la escena del beso se hubiera rodado desde otro ángulo. Sueños tangibles, que en comparación con los de épocas pasadas, etéreos, al verse cumplidos tornan la victoria más descafeinada de lo que debiera ser.

Suma y sigue en la carrera de fondo de cerebros llenos de mierda.

25.7.12

clic!

Manos. Desayunos y cigarros. Elegir la derecha y pensar en izquierda. Poner estructuras y luego derrumbarlas. Perder el tiempo durante mucho tiempo, o invertirlo en rellenar con agua el fondo de un colador. Me pediste que te escribiera. Y esto es lo único que salió.

Enhorabuena, he vuelto (un poco más hueco).

Sigur Ros – Hljómalind

4.11.11

la misma lluvia (de siempre)

La misma lluvia de siempre, la que te aleja de todo y a la vez te acerca a lo que merece la pena. La que te hace echar de menos momentos y echar de más las tristezas. La que cae y limpia el suelo, los hombros y las ideas.

La misma lluvia de siempre: purifica, trae vientos nuevos y te hace compañía cuando te sientes solo. La que tiene una banda sonora que nunca te abandona, y que trae notas finas de piano que suenan como un goteo constante en lo más profundo de tus entrañas. Gotas hechas de sueños, esperanzas, y momentos que permanecen.

La misma lluvia de siempre. La que me hace hervir los dedos, la que me lleva cerca y a la vez lejos, y me hace escribir (y describir) de nuevo.  Me vuelvo a mi silla vacía, frente a la terraza, a dejar que de nuevo me envuelva esa paz hecha de gotas y frío.

La misma lluvia de siempre. Pero diferente.

9.8.11

Islandia

Islandia me llama. Desde el fondo de cada murmullo de cuantos arroyos pueda imaginarme. Desde la profundidad de cada lago helado que susurre frías canciones de cuna. Desde cada géiser que lance al aire chorros de agua caliente y extraña. Desde cada piedra, cada matojo, cada centímetro cuadrado de hielo y musgo.

Me llama. Y me dice que venga y lo disfrute. Que pase días en silencio buscando la parte de mi que no sale en el índice de mi vida. La parte que solo se atisba cuando estoy a solas y no hablo para no interrumpir la lluvia de silencio.

Será cuestión de pensárselo, digo yo. Adelante, Bonaparte.

20.7.11

Cuba

Salsa y sonrisas. Bailes y barcos. Playas y puentes sobre cascadas. Ron y reuniones con una guitarra en mano.

Me llevo de este viaje momentos míticos... como esas horas de hechizo, en el bar Montserrate, aprendiendo que, a diferencia del europeo, que esta lleno de rencores, dudas, distancias y reparos, el cubano esta lleno de ritmo y música. Porque es lo único que tiene, lo único que le queda, y a lo que se aferra con todo su arte y ahínco. Y es capaz de cantar y bailar durante quince minutos, y hacer que bailen los camareros, la gente que pasa por ahí, la gente que mira desde las mesas. Y todos sintonizan la misma frecuencia y beben del mismo arte. Qué rabia da sentirse observador desde fuera de esa demostración de vida... Pero bueno, al menos aprendí lo que es la experiencia cercana a la muerte de la mano del ron con cerveza (gracias, Duabel).

Me acompañará también en el recuerdo el momento en que llegué a la orilla de la playa en Cayo Levisa. Bajo un sol abrasador que se colaba por entre los manglares, sudando a mares.. y de repente aparece ante ti la mayor piscina que jamás hayas visto. Es como entrar en un póster de ésos que colocan en las agencias de viajes... una imagen de arenas blancas, sombrillas de hoja de palmera, y aguas transparentes. ¿El remate final? que en esa playa haya un máximo de veinte personas.

Justo cuando escribo esto tengo a mi lado la tarjeta de visita de Villa Barby y Omar. Es difícil de expresar la impresión que te produce poder conectar de la manera como lo haces con la gente en ese país. Como pasas de estar andando por la calle a estar cantando canciones y tomando con ellos en su casa, riendo, contando chistes, intentando secretamente impregnarte con su manera de ser, de compartir. Y mientras lo haces sentir que conectas y que querrías formar parte de ello para siempre, y no ser un extranjero que se avergüenza de lo diferente que sería una tarde en su país de origen. En mi mente queda grabada esa canción, Guantanamera, y el mojito y las galletas saladas, y las risas hasta que las tripas te duelen, y esas chicas americanas riendo confundidas ante lo que estaban viendo sin poder creerse que no éramos mas que yuma, un par de extranjeros como ellas.

Muchas más cosas pasean por mi mente. Flashes fugaces de noches extrañas y días calurosos, de historias sobre dioses contadas por un babalawa ebrio y melancólico -Walfri, qué grande eres -, de paseos y de equívocos, de timos, trampas y palmeras, de buscar tarjetas de teléfono y divagar ante el Capitolio acerca de la santería con Luca, un chaval italiano de paso en Cuba en una vuelta al mundo totalmente digna de admirar. Y envolviéndolo todo... esa temperatura infernal.

El aire de cuba hierve con fuerza. Es un aire caliente, que se te mete dentro y te susurra lo mismo que una cubana negra borracha nos dijo una tarde-noche de tomar ron cola en el Parque Central: que para qué beber cubalibres, que Cuba ya es libre. De una manera vaga, vi una Cuba que comienza a susurrar lo que quiere y lo que espera. Cuando el cubano te coge confianza, planchao en mano, te explica lo que ve. Recuerdo a aquel policía cubano, fuera de servicio ya, tomando con nosotros en el Paseo del Prado. Y de cómo nos explicaba sobre la represión y la necesidad, y sobre lo que no se quiere mostrar a los cubanos.

Cuba espera una oportunidad, tras la sombra del aún invisible primer mártir de su nueva revolución.

18.7.11

Sensaciones

Las sensaciones. Ellas son lo que nos mueve. Que les jodan a las ideas, que les jodan a las motivaciones, que les jodan a las inercias y a los fríos cálculos anticipados.

Las sensaciones. No te prives de ellas. Siente, siente cuanto puedas durante el máximo tiempo que puedas. Toca, escucha, mira, saborea. Que tus sentidos sean la puerta. Y déjala abierta, y deja que las sensaciones pasen como mínimo hasta la cocina, y que abran la nevera y se preparen algo de cena. Y si hace falta, las invitas a dormir.

Hazme caso: sigue ese cosquilleo de detrás de las orejas y de la punta de los dedos. Él te marcará el camino.

P.D.: Siento tener esto tan olvidado. Afortunada (o desgraciadamente), una sensación me ha hecho volver a escribir. Veamos si he vuelto para quedarme.

24.3.11

acerca de todo esto

Va de ampliar horizontes, de no estancarse con lo que tienes delante de ti y ser capaz de ver entre las capas de centímetros que rodean tu confianza. Tiene que ver con que la vida no es blanca ni negra, aunque estaría bien que sus colores estuvieran definidos, sino que es de todos los tonos de grises que un par de cañas y unas conversaciones de bar puedan abarcar.

Satisfacción, puntillo, risas, no decir y decir, imaginar, suponer y paladear, caminar, restar, GPS, plazas que te recuerdan a personas, luces en ventanas que te rasgan el corazón, llegas, hablas, piensas, imaginas.

Soñar con ser lo que nunca hubieras pensado que podrías haber sido. Aunque no pensaras que podrías serlo.

27.12.10

flotar.

Algunas veces deseo cosas tontas. Otras veces mis anhelos son tan fuertes que me oprimen, me rasgan la piel y las ideas y me quitan el sueño. En este momento, deseo la ingravidez.

De pequeño siempre soñaba que volaba. En realidad era un medio-vuelo, ya que no podía controlar demasiado mis movimientos. Más bien parecía que me dejaba llevar, como si estuviera en un río de gran caudal y corriente, e intentara llegar a la otra orilla. Pero en mis sueños eso era suficiente. Me elevaba sobre las cabezas de la gente, y todos me admiraban. Estiraban sus manos, creando un paisaje de extremidades extendidas hacia el cielo. Una gran plantación de espigas de carne y hueso.

Mi deseo, ahora, es ferviente. Mi deseo está construido a base de suspiros. Mi deseo casi puede caminar, casi puede pedir por si mismo un futuro hecho de esos sueños que le dieron pie para existir. Mi deseo es como el ronroneo quedo de un gato, que te mira sin realizar gesto alguno pero que si te concentras puedes percibir desde el fondo de su garganta. Mi deseo está hecho de los restos de un sombrero de paja y de muescas en la pared, de polvo y de hiel, de nubes y de frío.

Mi deseo, es. Y flota. O al menos lo intenta.