La misma lluvia de siempre, la que te aleja de todo y a la vez te acerca a lo que merece la pena. La que te hace echar de menos momentos y echar de más las tristezas. La que cae y limpia el suelo, los hombros y las ideas.
La misma lluvia de siempre: purifica, trae vientos nuevos y te hace compañía cuando te sientes solo. La que tiene una banda sonora que nunca te abandona, y que trae notas finas de piano que suenan como un goteo constante en lo más profundo de tus entrañas. Gotas hechas de sueños, esperanzas, y momentos que permanecen.
La misma lluvia de siempre. La que me hace hervir los dedos, la que me lleva cerca y a la vez lejos, y me hace escribir (y describir) de nuevo. Me vuelvo a mi silla vacía, frente a la terraza, a dejar que de nuevo me envuelva esa paz hecha de gotas y frío.
La misma lluvia de siempre. Pero diferente.
4.11.11
9.8.11
Islandia
Islandia me llama. Desde el fondo de cada murmullo de cuantos arroyos pueda imaginarme. Desde la profundidad de cada lago helado que susurre frías canciones de cuna. Desde cada géiser que lance al aire chorros de agua caliente y extraña. Desde cada piedra, cada matojo, cada centímetro cuadrado de hielo y musgo.
Me llama. Y me dice que venga y lo disfrute. Que pase días en silencio buscando la parte de mi que no sale en el índice de mi vida. La parte que solo se atisba cuando estoy a solas y no hablo para no interrumpir la lluvia de silencio.
Será cuestión de pensárselo, digo yo. Adelante, Bonaparte.
Me llama. Y me dice que venga y lo disfrute. Que pase días en silencio buscando la parte de mi que no sale en el índice de mi vida. La parte que solo se atisba cuando estoy a solas y no hablo para no interrumpir la lluvia de silencio.
Será cuestión de pensárselo, digo yo. Adelante, Bonaparte.
20.7.11
Cuba
Salsa y sonrisas. Bailes y barcos. Playas y puentes sobre cascadas. Ron y reuniones con una guitarra en mano.
Me llevo de este viaje momentos míticos... como esas horas de hechizo, en el bar Montserrate, aprendiendo que, a diferencia del europeo, que esta lleno de rencores, dudas, distancias y reparos, el cubano esta lleno de ritmo y música. Porque es lo único que tiene, lo único que le queda, y a lo que se aferra con todo su arte y ahínco. Y es capaz de cantar y bailar durante quince minutos, y hacer que bailen los camareros, la gente que pasa por ahí, la gente que mira desde las mesas. Y todos sintonizan la misma frecuencia y beben del mismo arte. Qué rabia da sentirse observador desde fuera de esa demostración de vida... Pero bueno, al menos aprendí lo que es la experiencia cercana a la muerte de la mano del ron con cerveza (gracias, Duabel).
Me acompañará también en el recuerdo el momento en que llegué a la orilla de la playa en Cayo Levisa. Bajo un sol abrasador que se colaba por entre los manglares, sudando a mares.. y de repente aparece ante ti la mayor piscina que jamás hayas visto. Es como entrar en un póster de ésos que colocan en las agencias de viajes... una imagen de arenas blancas, sombrillas de hoja de palmera, y aguas transparentes. ¿El remate final? que en esa playa haya un máximo de veinte personas.
Justo cuando escribo esto tengo a mi lado la tarjeta de visita de Villa Barby y Omar. Es difícil de expresar la impresión que te produce poder conectar de la manera como lo haces con la gente en ese país. Como pasas de estar andando por la calle a estar cantando canciones y tomando con ellos en su casa, riendo, contando chistes, intentando secretamente impregnarte con su manera de ser, de compartir. Y mientras lo haces sentir que conectas y que querrías formar parte de ello para siempre, y no ser un extranjero que se avergüenza de lo diferente que sería una tarde en su país de origen. En mi mente queda grabada esa canción, Guantanamera, y el mojito y las galletas saladas, y las risas hasta que las tripas te duelen, y esas chicas americanas riendo confundidas ante lo que estaban viendo sin poder creerse que no éramos mas que yuma, un par de extranjeros como ellas.
Muchas más cosas pasean por mi mente. Flashes fugaces de noches extrañas y días calurosos, de historias sobre dioses contadas por un babalawa ebrio y melancólico -Walfri, qué grande eres -, de paseos y de equívocos, de timos, trampas y palmeras, de buscar tarjetas de teléfono y divagar ante el Capitolio acerca de la santería con Luca, un chaval italiano de paso en Cuba en una vuelta al mundo totalmente digna de admirar. Y envolviéndolo todo... esa temperatura infernal.
El aire de cuba hierve con fuerza. Es un aire caliente, que se te mete dentro y te susurra lo mismo que una cubana negra borracha nos dijo una tarde-noche de tomar ron cola en el Parque Central: que para qué beber cubalibres, que Cuba ya es libre. De una manera vaga, vi una Cuba que comienza a susurrar lo que quiere y lo que espera. Cuando el cubano te coge confianza, planchao en mano, te explica lo que ve. Recuerdo a aquel policía cubano, fuera de servicio ya, tomando con nosotros en el Paseo del Prado. Y de cómo nos explicaba sobre la represión y la necesidad, y sobre lo que no se quiere mostrar a los cubanos.
Cuba espera una oportunidad, tras la sombra del aún invisible primer mártir de su nueva revolución.
Me llevo de este viaje momentos míticos... como esas horas de hechizo, en el bar Montserrate, aprendiendo que, a diferencia del europeo, que esta lleno de rencores, dudas, distancias y reparos, el cubano esta lleno de ritmo y música. Porque es lo único que tiene, lo único que le queda, y a lo que se aferra con todo su arte y ahínco. Y es capaz de cantar y bailar durante quince minutos, y hacer que bailen los camareros, la gente que pasa por ahí, la gente que mira desde las mesas. Y todos sintonizan la misma frecuencia y beben del mismo arte. Qué rabia da sentirse observador desde fuera de esa demostración de vida... Pero bueno, al menos aprendí lo que es la experiencia cercana a la muerte de la mano del ron con cerveza (gracias, Duabel).
Me acompañará también en el recuerdo el momento en que llegué a la orilla de la playa en Cayo Levisa. Bajo un sol abrasador que se colaba por entre los manglares, sudando a mares.. y de repente aparece ante ti la mayor piscina que jamás hayas visto. Es como entrar en un póster de ésos que colocan en las agencias de viajes... una imagen de arenas blancas, sombrillas de hoja de palmera, y aguas transparentes. ¿El remate final? que en esa playa haya un máximo de veinte personas.
Justo cuando escribo esto tengo a mi lado la tarjeta de visita de Villa Barby y Omar. Es difícil de expresar la impresión que te produce poder conectar de la manera como lo haces con la gente en ese país. Como pasas de estar andando por la calle a estar cantando canciones y tomando con ellos en su casa, riendo, contando chistes, intentando secretamente impregnarte con su manera de ser, de compartir. Y mientras lo haces sentir que conectas y que querrías formar parte de ello para siempre, y no ser un extranjero que se avergüenza de lo diferente que sería una tarde en su país de origen. En mi mente queda grabada esa canción, Guantanamera, y el mojito y las galletas saladas, y las risas hasta que las tripas te duelen, y esas chicas americanas riendo confundidas ante lo que estaban viendo sin poder creerse que no éramos mas que yuma, un par de extranjeros como ellas.
Muchas más cosas pasean por mi mente. Flashes fugaces de noches extrañas y días calurosos, de historias sobre dioses contadas por un babalawa ebrio y melancólico -Walfri, qué grande eres -, de paseos y de equívocos, de timos, trampas y palmeras, de buscar tarjetas de teléfono y divagar ante el Capitolio acerca de la santería con Luca, un chaval italiano de paso en Cuba en una vuelta al mundo totalmente digna de admirar. Y envolviéndolo todo... esa temperatura infernal.
El aire de cuba hierve con fuerza. Es un aire caliente, que se te mete dentro y te susurra lo mismo que una cubana negra borracha nos dijo una tarde-noche de tomar ron cola en el Parque Central: que para qué beber cubalibres, que Cuba ya es libre. De una manera vaga, vi una Cuba que comienza a susurrar lo que quiere y lo que espera. Cuando el cubano te coge confianza, planchao en mano, te explica lo que ve. Recuerdo a aquel policía cubano, fuera de servicio ya, tomando con nosotros en el Paseo del Prado. Y de cómo nos explicaba sobre la represión y la necesidad, y sobre lo que no se quiere mostrar a los cubanos.
Cuba espera una oportunidad, tras la sombra del aún invisible primer mártir de su nueva revolución.
18.7.11
Sensaciones
Las sensaciones. Ellas son lo que nos mueve. Que les jodan a las ideas, que les jodan a las motivaciones, que les jodan a las inercias y a los fríos cálculos anticipados.
Las sensaciones. No te prives de ellas. Siente, siente cuanto puedas durante el máximo tiempo que puedas. Toca, escucha, mira, saborea. Que tus sentidos sean la puerta. Y déjala abierta, y deja que las sensaciones pasen como mínimo hasta la cocina, y que abran la nevera y se preparen algo de cena. Y si hace falta, las invitas a dormir.
Hazme caso: sigue ese cosquilleo de detrás de las orejas y de la punta de los dedos. Él te marcará el camino.
P.D.: Siento tener esto tan olvidado. Afortunada (o desgraciadamente), una sensación me ha hecho volver a escribir. Veamos si he vuelto para quedarme.
Las sensaciones. No te prives de ellas. Siente, siente cuanto puedas durante el máximo tiempo que puedas. Toca, escucha, mira, saborea. Que tus sentidos sean la puerta. Y déjala abierta, y deja que las sensaciones pasen como mínimo hasta la cocina, y que abran la nevera y se preparen algo de cena. Y si hace falta, las invitas a dormir.
Hazme caso: sigue ese cosquilleo de detrás de las orejas y de la punta de los dedos. Él te marcará el camino.
P.D.: Siento tener esto tan olvidado. Afortunada (o desgraciadamente), una sensación me ha hecho volver a escribir. Veamos si he vuelto para quedarme.
24.3.11
acerca de todo esto
Va de ampliar horizontes, de no estancarse con lo que tienes delante de ti y ser capaz de ver entre las capas de centímetros que rodean tu confianza. Tiene que ver con que la vida no es blanca ni negra, aunque estaría bien que sus colores estuvieran definidos, sino que es de todos los tonos de grises que un par de cañas y unas conversaciones de bar puedan abarcar.
Satisfacción, puntillo, risas, no decir y decir, imaginar, suponer y paladear, caminar, restar, GPS, plazas que te recuerdan a personas, luces en ventanas que te rasgan el corazón, llegas, hablas, piensas, imaginas.
Soñar con ser lo que nunca hubieras pensado que podrías haber sido. Aunque no pensaras que podrías serlo.
27.12.10
flotar.
Algunas veces deseo cosas tontas. Otras veces mis anhelos son tan fuertes que me oprimen, me rasgan la piel y las ideas y me quitan el sueño. En este momento, deseo la ingravidez.
De pequeño siempre soñaba que volaba. En realidad era un medio-vuelo, ya que no podía controlar demasiado mis movimientos. Más bien parecía que me dejaba llevar, como si estuviera en un río de gran caudal y corriente, e intentara llegar a la otra orilla. Pero en mis sueños eso era suficiente. Me elevaba sobre las cabezas de la gente, y todos me admiraban. Estiraban sus manos, creando un paisaje de extremidades extendidas hacia el cielo. Una gran plantación de espigas de carne y hueso.
Mi deseo, ahora, es ferviente. Mi deseo está construido a base de suspiros. Mi deseo casi puede caminar, casi puede pedir por si mismo un futuro hecho de esos sueños que le dieron pie para existir. Mi deseo es como el ronroneo quedo de un gato, que te mira sin realizar gesto alguno pero que si te concentras puedes percibir desde el fondo de su garganta. Mi deseo está hecho de los restos de un sombrero de paja y de muescas en la pared, de polvo y de hiel, de nubes y de frío.
Mi deseo, es. Y flota. O al menos lo intenta.
25.12.10
wakeupwakeupwakeupwakeupwakeup
- Estás despierta?
- Sí.
- He tenido una pesadilla - dice él, mientras se da la vuelta para abrazarla.
- No pasa nada, tonto. Estoy aquí - le contesta ella, sonriéndole a oscuras.
Él la besa, repasando el recorrido de su sonrisa con los labios, intranquilo aún. Y mientras le acaricia el pelo le explica:
- Era muy real, ¿sabes? He soñado que nunca te había conocido. Que los días eran grises porque tú no podías iluminarlos con ese gesto que haces con las manos. Que eran también días largos, que las horas goteaban del reloj de la monotonía y que el sonido que hacían quebraba mis intentos de inventarte o conocerte, no estoy seguro. Que mi lado de la cama estaba caliente pero que el otro estaba frío, y yo sabía que algo fallaba y que las sumas no me daban el resultado correcto. Que te veía por la calle y te saludaba, y tu no me reconocías y te girabas como si yo saludara a alguien que caminaba detrás de ti. Menudo sueño, ¿no?
Ella sonríe de nuevo en la oscuridad y le acaricia el cuello. Tras unos momentos en silencio, ella le susurra que no pasa nada. Y cuando él se relaja un poco con sus caricias, ella le pregunta:
- ¿Cómo me llamo?
- ¡Menuda pregunta! - le contesta. Y al instante se da cuenta de que no sabe la respuesta.
- Entiendes lo que eso implica... ¿verdad? - le susurra ella.
- Sí. No existes.
Y despierta.
24.12.10
Frío
El frío que todo lo rodea, que sube por las piernas, se siente en las rodillas, en la espalda, en el cuello, en las orejas.
Y luego está ese otro frío. El de dentro. El de las cosas que no encajan y va a costar que encajen. El de querer gritar un "no tienes razón" con luces de vibrantes colores, quizás de neón. Este otro frío viene a ratos, sin avisar, traicionero y directo. Y se quita solamente cuando le das esquinazo con promesas vagas, de las de político buitre en temporada de elecciones. Es un frío construido a base de recuerdos, que transforma los detalles en afiladas agujas, y cuando quieres alcanzarlos y usarlos como escape tan solo consigues que se te claven en las yemas de los dedos. Un frío que querrías alejar a base de insultos y de echar en cara toda la mierda que guardas dentro, esa mierda ordenada alfabéticamente que crees que aún puede servirte como leña en esta batalla perdida de intentar entender los cambios. Y ojo, que amenaza lluvia y traición.
Los sentimientos son un boomerang de efecto retardado. Lánzalos, y encontrarán el momento justo, el menos adecuado, para volver a ti y golpearte en la sien. Y luego claro, levanta cabeza (one more time).
Pérdida de tiempo todo.
17.10.10
55555
Hoy toca una carta anónima de sinceridad tosca.
Tras tantos años de pasar páginas en el libro de la vida, hay capítulos que gracias a la suerte, la perseverancia, y la puntería y el instinto que los años nos brindan, no solamente no se pasan sino que se mantienen. Podríamos llamarlo índices. O podríamos llamarlo amigos.
De alguna manera, has sido columna vertebral cuando a mi me han fallado lo cálculos. Te has convertido en equilibro en momentos de vértigo. En capitan de barcos que zarpan y zozobran. Te he visto llorar, amar, reír, caer, saltar, subir, hundirte, resurgir. Tú me has visto igual. Nos hemos abrazado en esos momentos de mierda en los que el tropiezo ha sido grande; abrazos reflejos en momentos en que empezábamos a rompernos y ver abismos donde en realidad no había tanto.
Creo que estoy en posición de decir, que tras tantos años de miserias convertidas luego en sombras, risas, anécdotas, descalabros, triunfos, y como si esto de (sobre)vivir fuera un concurso... "prueba superada".
Y lo que nos queda. Mal que te pese ;)
16.10.10
inní mér syngur vitleysingur
En cada frase, en cada expresión de tres al cuarto, en cada esquina de los falsos versos que pienso y convierto en prosa. En cada quiebro que hago a lo que quiero decir para que no se pueda leer directamente y tenga que entenderse por el rabillo del ojo. En cada palabra escogida sin pensar, y en cada punto, cada coma, situados donde parece que irán mejor y dejados ahí, abandonados, sin repasar lo dicho (porque mirar atrás es debilidad y no queremos ser débiles). En cada símil, en cada hipérbaton que las frases desordena y el sentido rompe. En las letras que junto, una tras otra, formando aquello que quiero expresar con una suerte de azar que más parece fruto del teorema de infinitos monos que de una mente que procese y sienta.
En todas ellas hay un lunático que canta.
Sigur Rós - Inní Mér Syngur Vitleysingur
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