La lista de cosas que se me hacen difíciles de entender podría ser interminable. Podría comenzar diciendo que lo que más me cuesta entender es a mí mismo. No sería ninguna mentira, en realidad. Pero la lista sigue, y una aproximación a ella sería esta:
Me cuesta abrir las ventanas y las puertas, pero más me cuesta atrancarlas cuando me las dejo medio abiertas y entra el frío. Me cuesta pensar en las mañanas de domingo, y no digamos ya en las tardes, cuando el peso etílico de la noche anterior llama al timbre interior del cerebelo y deja su dedo puesto, insistente, esperando una respuesta que nunca va a llegar. Me cuesta levantarme de la cama, con esos juegos mentales de "dos minutos más" que no sirven ni para engañarme a mi mismo. Me cuesta hacerme la comida y la cena, vagancia de quien no sabe cocinar y no se siente motivado a ello. Me cuesta ponerme a estudiar y cuando lo hago me cuesta permanecer concentrado en lo que debería. Me cuesta rozar con las yemas de los dedos y que ese algo se me escape. Me cuesta seguir el hilo de conversaciones que no salen a la luz.
Me cuesta.
2 comentarios:
Domingo, siempre cuesta, podrías creer esa arista que tenemos a esta imposible de dimensionar distancia, que será?
Yo no suelo volver de la resaca, pero dos minutos mas, siempre, no entenderme, aún más... Distraerme cuando estudio, y vuelo, me voy, por ahí donde no debería estar, ni siquiera pensar...
Y bueno.
Te dejo un beso de domingo, tratando de acompañarte en tu tarea...
m'encanta.
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