22.5.08

... y ...

Y el color predominante le miente al gris y al blanco, apostando a la vez por ambos. Y mentiría si digo que me disgusta.

Y huele a humedad, pero humedad limpia, de hojas de árboles y césped gritando que están ahí, y que el verde es la única opción en lo que a color del suelo respecta.

Y la lluvia que cae, fina, casi etérea, tampoco molesta. Si no fuera porque tengo el portátil en el regazo ahora mismo estaría en el balcón, trasteando con mis recuerdos y jugando con mis futuros.

Un chico se asoma a una de las ventanas del edificio de mi derecha. Enciende un cigarro y mira al infinito, mientras la fina cortina de lluvia le hace parecer un personaje de película de cinta antigua, una de esas películas en VHS que de tanto verlas se me estropearon.

Y cerca de él, en otra de las ventanas, una chica aparece en el marco de la ventana durante unos instantes. Creo que me ha mirado, y le sonrío. "pobre loco", debe pensar, al verme en mi silla, con el portátil en el regazo, y con las puertas del balcón totalmente abiertas a mi izquierda. Tanto ella como el chico de hace un momento desaparecen a la vez en el interior de sus casas. Y yo me pregunto si alguna vez se conocerán. Si hace unos meses estuvieron juntos, si saben a qué sabe la piel del otro o si jamás coincidirán en el ascensor, buscando incómodos algún tema banal con el que poder pasar esos minutos de trayecto.

Y las golondrinas y las gaviotas pasan, trinando desesperadas, buscando resguardo o echándose en cara lo que quiera que tengan que decirse entre especies tan dispares.

Y el chico vuelve a aparecer de nuevo en la ventana, supongo que a acabar su cigarro. ¿Qué será eso tan interesante que ve sin llegar a ver? Me dan ganas de salir afuera, gritarle un "eh tu!" y preguntárselo, aún a riesgo de quedar como un necio.

Y las nubes comienzan a dispersarse, y aunque siguen cayendo cuatro tímidas gotas parece que la lluvia se resiste, y el sol ilumina las antenas y los tejados del edificio de enfrente.

Y las golondrinas siguen a lo suyo, y el aire fresco de ahora mece los plásticos que cubren la ropa tendida en los balcones interiores de todos los patios, y me sonrío porque la canción que suena en los altavoces me gusta.

"El desconocimiento de un idioma extravagante
sea la única razón
por la que no entiendo a nadie"


Y la lluvia cesa del todo.


Me gusta Nueva Vulcano.

3 comentarios:

Haldar dijo...

y en la etereidad de la lluvia se van los pensamientos, las caras, las ideas, las ganas...

hermoso relato, lleno de esa tranquilidad que las lloviznas pasajeras traen...

un abrazo

corazondemimbre dijo...

me sorprende lo desconocidos que pueden resultar para nosotros nuestros propios vecinos. este año estoy teniendo muchos nuevos vecinos, que vienen y van. a algunos de ellos puedo decir que apenas los conozco, y me da pena compartir el mismo lugar y no saber por qué lo hacen. a otros en cambio, la mayoría, parece que les conozco de toda la vida, basta con mirarlos para saber cómo se sienten.

qué cosas tiene la vida...tan enriquecedoras en cambio.

gracias por tus ánimos, son esas pequeñas cosas las que ayudan a tirar para delante. como tu mismo dices, ha sido una historia muy triste, pero de ella estamos aprendiendo a sacar cosas positivas. es lo bueno.

seguiré escribiendo, aunque a veces las palabras salgan con cuenta gotas. gracias por tirar de ellas.

un abrazo

Nacho Hevia dijo...

...y el blanco le ganó al gris...al menos durante el resto de la mañana...

mañanas suaves, en casa...donde parece que nada pasa...y el corazón se va llenando solo de los pequeños tesoros de la rutina diaria

un fuerte abrazo