De vez en cuando vuelvo a acordarme de ti. Te veo desdibujada en los sitios más recónditos de mi mente, aquellos lugares a los que prefiero no ir nunca, no sea que me vea inmerso en un cruce de incómodos silencios conmigo mismo: lo mismo que cuando te encuentras al vecino que no soportas en el ascensor y los dos subís sin nada que decir pero con todo que echar en cara.
Suelo verte también cuando los párpados se me cierran, eco de cosas que a ratos creo que deseo, y a ratos tan solo quiero que no existan nunca. Son momentos de cruda dualidad, en los que tan pronto te quiero como te odio; tan pronto te necesito como me aburro de ti, de mi idea de ti, y de la profunda y sangrante intensidad con la cual te quiero y te rechazo.
Te huelo. Te siento. Te oigo entre susurros que me hablan de teorías que no llegan ni a eso y que siempre se quedan en hipótesis. Rotas. Rotas en múltiples pedazos.
Toda tu eres éter. Tu aliento, tu sonrisa de caramelo amargo, tus hombros trazados a compás, tu cuello en el que me perdería en horas de mordiscos, la curva de tu ombligo por la que mataría ejércitos de juguete, tus ojos infinitos, redondos, mentirosos, tu pelo que ahora es negro, largo y rizado, como antaño fue rubio, corto y liso (tan cambiante como lo han sido las mil ideas de ti que se te han ido sobreponiendo).
Estoy harto de haberte creado. De mentirme con mis "todo va bien" de las 4h de la mañana, cuando los ecos de mis penas rebotan contra las paredes de todas las culpables que te han hecho así. Harto de que muchas quieran ser tú, de que se hayan introducido en tu rol como si fuera un espíritu en pena al que resucitar, cuando la realidad es otra, y yo os la voy a decir: habéis profanado un traje de novia que un día creé en lo más profundo de mis entrañas. Que mimé con esmero, que cosí con ahínco, que esculpí molécula a molécula. Habéis sentido envidia y os habéis vestido con él en una burda imitación de un ensayo de bodas barato. Y cuando pasaban dos minutos de las doce habéis salido corriendo a por el pan en el horno que de golpe recordásteis haberos dejado. Y con cada huída, un rasguño en el traje.
Ahora solo me quedas tú. Te creía tangible. Y ahora te veo tal como eres. Acepto la realidad, y lloro hacia adentro lágrimas de cocodrilo, pues mi siguiente paso será devorarte. Tan solo eres un traje.
Hueca. Como yo.
4 comentarios:
Diseñamos la realidad en nuestra mente y la vivimos años antes de que ocurra...cuando nos damos cuenta de que esa realidad eran sueños que forjábamos, estamos secos y vacíos de habernos entregado una y mil veces a ellos.
Estoy convencida de que somos envases reutilizable y podemos llenarnos otra vez.
Un abrazo,Os-K-r.
que intenso es tu vacio, casi tangible, será que es tan familiar,
esos dolores para olvidar...(o no nunca olvidar es otra posibilidad)
Dos besos.
P.D. Te recomendaría veas "El eterno resplandor de una mente sin recuerdo" Seguro te va a encantar...
vaya... me quedo sin palabras cuando leo tanto sentimiento... un abrazo.
Ya has tenido mi comentario sobre esto ;*
A ver si te gusta lo que he puesto hoy en este blog.
Mañana te doy ronquiditos, digo abracitos jaja
(L)
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