7.9.13

aproximaciones a un jazz (d)escrito.

Una tormenta, con agua cayendo tan furiosa que vibra en todas direcciones, incluso en horizontal. Platos rotos grabados a cámara lenta, cien fotogramas en un latido de corazón. Un grito que rasga en dos el lienzo de un silencio en la más profunda calma. Una carrera a oscuras en mitad de la noche, y tu propia respiración y la de tu oponente son lo único que te guía en un plano de sombras mudas. Rabia contenida durante siglos, eones, desmesurada, colándose por las rendijas de una persiana a medio abrir en una ciudad perdida, y que dejas salir hasta quedarte vacío. Lo que queda de tus pisadas en la arena cuando has recorrido unos metros y las olas han pasado tras de ti, borrando tu rastro como los recuerdos de aquella noche con mucho alcohol y poca mesura.

La calma de un amanecer con alguien que respira a tu compás. Y que te besa en el cuello. Y el jazz se acaba.

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