30.6.08

dardos

Hoy es uno de "esos" días. Jamás lograré acostumbrarme a ellos.

Comienzan con la amargura del que descubre la pieza que no iba ahí. Y con la certeza de que en algún momento si que encajaba, uno se entristece y se queda apático para el resto de horas, días, semanas. En algunos casos (como el que ahora me ocupa) es probable que dure menos, pero quién sabe, ¿no?.

Pero bueno, para eso existe el afán de superación. No hay mal que por bien no venga, o algo así dice el refrán (que por cierto se me antoja como uno de los más masoquistas que jamás haya oído).

En fin. Una nota puede que más autobiográfica y personalizada de lo que jamás haya escrito aquí. Me largo a comprar y a intentar encontrarme en este mar de pensamientos. Llevo muchas horas delante del ordenador en lo que se me antoja la demostración más clara de que soy un idiota al que alguien martiriza grabándole mientras existe, mientras es.

Lo que yo te diga, al final alguien me pasará la película de mi vida y nos reiremos juntos con una birra en la mano.

Suenan Bran Van 3000.

"What the hell am I, doing drinkin' in L.A. at 26...?"

27.6.08

bla bla bla

Las palabras.

Imperfectas, esquivas, vagas y difusas. Confunden y llevan a interpretaciones tan dispares que no podríamos unir A con B ni que lo intentaramos con el Sagrado Cartagón de la Paciencia.

Las palabras.

Piezas incompletas de puzzle cuyos colores no llegan ni de lejos a mostrarte donde encajan. Y tú, armado con ellas y con tu ingenio, te propones completarlo aún cuando percibes que no tienes las suficientes para acabarlo.

Y si hubieras mirado antes la caja del puzzle (¡necio, orgulloso, infeliz!), sabrías que es un 1000 x 1000.



Dedicado a tod@ aquél/lla que me lee y no me escribe. Animáos, anda. Podría decirse que escribo para vosotr@s más que para nadie.

19.6.08

diana

A ti, que con tu simple compañía (créeme) eres bálsamo curativo de muchas de mis penas.

A ti, que consigues doblegarme en las cosas sencillas, y hacerme medio-enfadar con manías tontas.

A ti, que podrías escribir libros sobre estereotipos que harían sangrar ojos y oídos de no poca gente.

A ti, que aciertas siempre en los cincuenta puntos de la diana de la realidad, la que se esconde tras frases que son susurros y medias mentiras que son verdades completas.

A ti, que te mereces treinta mil veces más de lo que recibes y sin embargo esperas, existes, con tu sonrisa simpática y tu acento olvidado a ratos.

A ti, que te pareces a tantos pero que en realidad no te pareces a nada que haya conocido, una curiosa dualidad que cuanto más te conozco más me sorprende.

A ti, que me hiciste llorar cuando te fuiste y me haces llorar cuando me tocas la fibra.

Te quiero mucho tío.

15.6.08

memoria

¿Quieres que te lo describa? Muy bien, pues allí voy. Con lo que me cuesta encontrar alguien que quiera escucharme.. cuando tengas mi edad, niña, te darás cuenta de lo difícil que es conseguir que la credibilidad y la atención de la gente no se escapen por las ranuras entre tus dedos, como fina y esquiva arena de playa.

Como cada día, todo empieza con un lento abrir de párpados. El director de mi peculiar película de la vida parece que juega a aprender por primera vez en su trayectoria profesional lo que es el slow motion, y no con mucho acierto. En nada se parece al que yo usaba en aquellas primeras películas tan malas, que muchos tildaron de pueriles, y que a ti siempre te gustaron tanto. Tiene gracia cómo funciona la memoria, ¿verdad?. Soy capaz de recordar incluso los detalles sobre todos los actores.

Al contrario de cómo le sucede a mucha gente, esos primeros instantes de despertarme nunca son traumáticos. Más bien los veo de una manera muy poética, un lanzarme a la vigilia como lo haría un niño que durante el arco ascendente de su columpio se arriesgara a saltar, con más suerte que habilidad, para mostrarle a sus padres que está ahí.

Lenta, trágica o felizmente, según haya sido la ristra de sueños que mi subcosciente me haya asignado a lo largo de la noche, saboreo y encajo las piezas de puzzle de las inconexas ideas que en éllos habitan. Unas veces tengo la sensación de tejer un lindo y colorido pañuelo, suave y vistoso; original y errático. Otras tantas lo veo más como intentar recoger los muchos pedazos de una copa rota, una que supieras especialmente cara, que se ha hecho añicos de una manera estridente y ha conseguido llamar la atención de todos los asistentes a la fiesta. Y entre sus risas, tu torpeza, y la amargura del sabor a cava barato en el fondo de tu paladar, te sientes bastante lejos de lo que te rodea.

¿Sabes qué me pasa últimamente? Las manos y brazos se me duermen. No, niña, no; se lo que estás pensando, y la edad aquí tiene menos que ver de lo que tú crees.

He llegado a la conclusión de que es debido a mi tendencia a colocarme como si el mundo quisiera caer sobre mi cabeza. Quizás un miedo inconcreto se apropia de mí cuando todo está oscuro y el silencio me acaricia el espinazo, o puede que mi primitivo hipotálamo de reptil, el que vive al acecho en lo más fondo de mi decrépito cerebro de ser humano, esté más desarrollado que el de otras personas y piense aún en cuevas, depredadores, piedras o mordiscos a traición de algún otro malsano animal. Sea como fuere cuando despierto suelo encontrarme de lado, con los brazos por encima de la cabeza y chafándome siempre uno de ellos en una postura poco ortodoxa para los estándares que marcaría una escena de cama cualquiera. Y el hormigueo cuando mis extremidades despiertan es una buena manera de recordarme que ya volvemos a estar ahí, otro día más, aunque la claqueta hace tiempo que se quedara guardada en el cajón.

¿Me pasas un vaso de agua? Muchas gracias...

¿Por dónde iba? Ah si... perdona si divago, niña: tú sabes que siempre he tenido una mente átipica, capaz de manejar a la vez lo más sordido y lo más dulce, y que ha traído de cabeza a hordas de críticos que han tratado de hurgar y analizar en todo lo que he hecho durante estos años. Ardua tarea, pues está claro que ni a estas alturas de mi vida tengo yo muy claro qué he conseguido. Y mi memoria, como los dos sabemos, anda ocupada por las esquinas invitando a últimas rondas a mi oído y a mi vista.

Ya recuerdo de qué mascullaba: mis brazos dormidos. ¿Puedes imaginarte lo que es despertar cada día igual? La pesadez de empezar la jornada mientras cientos de pequeñas cuchillas se mueven bajo tu piel y te miras el brazo, extrañado, como si fuera una extremidad que perteneciera a otra persona y te hubiera aparecido de la noche a la mañana. Es un horror.

El siguiente paso lógico es incorporarme. Hay días en que este proceso sigue una especie de metódico ritual en el cual paso unos dos o tres minutos mirando el techo, intentando atisbar algún cambio en su color, en su textura, alguna grieta aparecida en esas horas en las que no estaba atento. Me gusta mantener una débil ilusión de que el mundo cambia a mi alrededor cuando no lo miro, y que algún día me fijaré lo suficiente como para entrever los cambios, o me giraré tan rápido a mirar tras de mí que notaré los gazapos en la realidad de las cosas pequeñas, y que seré capaz de recordarlo al día siguiente con total nitidez. Sin embargo, tras ese tiempo mirando el techo, sigue tan blanco perla y tan estucado como creo que estuvo ayer.

¿Debes irte ya? No importa, tranquila, en realidad el relato que me pedías acaba ya, como el mismo proceso de despertarse o como cualquier rutina cíclica que seas capaz de imaginar. Y termina, en realidad, de la misma manera en la que la vigilia acaba. Conmigo sentado, mirando esa pared llena de imágenes del pasado, alimentos de un ego que con el paso de los años ha seguido el mismo trayecto que mi cuerpo. Se ha marchitado, se ha encogido y se ha llenado de polvo con olor a viejo y a gris. Y así, de esta manera que te he descrito, vuelvo a funcionar. "Un día más", me digo. Y lo paso.

Un beso muy fuerte. No llores. Y vuelve a perdonarme por lo que volverá a pasar mañana. Quizás te resulte menos violento si en vez de volver a preguntarte tu nombre lo llevas escrito en la solapa... Así, durante unos instantes, o minutos, o horas, seguiremos alimentando la ficción de que te he reconocido nada más entrar por la puerta, y de que seguimos siendo, a nuestra extraña y equivocada manera, una familia.

Adios, hija.

14.6.08

cruces

Cruces.

Que marcan los lugares donde nunca has estado, donde nunca querrías haber ido o desde los de donde lamentas haber partido.

Cruces.

Que tachan de la lista de culpables a aquellos que es evidente que, a todas luces, son los inocentes de turno de la película cómica de policías y vaqueros.

Cruces.

Que estigmatizan aquello de lo que no queremos hablar hasta el punto de hacerlo invisible a la vista y a la sal de las heridas.

Cruces.

Otrora símbolo religioso, estandarte de sangre e Iglesia, convertidas ahora en mi excusa (matutina) para contaros un poco de qué va todo esto.

10.6.08

Sigur Rós (VI)

Acaso sea la lluvia y su olor el origen de todo, el comienzo de la inspiración, la fuente de ese torbellino persistente que a ratos casi me nubla la mente y me suelta los dedos sobre el teclado.

Y acaso sean esas gotas y su sonido lo que me guía de nuevo aquí, al estuario donde acuden todos los ríos. Al baile de graduación de las ideas melancólicas. Al final de la penúltima copa de la boda de aquellos amigos. Al recodo del camino donde un árbol de tronco torcido y lleno de musgo te cobija de la que está cayendo. A la cueva entre las rocas desde la que puedes ver cómo sigue lloviendo, y sigue, y sigue.

Hasta que la última gota cae lamiéndote los pies y el sol aparece.

Y en el fondo, es como si todo hubiera sido un gran chiste contado a destiempo; uno de ésos que nadie entendió porque, en realidad, nadie lo estaba escuchando.

4.6.08

yo vi a Portishead en directo

Las primeras notas ya te indican que todo comienza y el corazón se te vuelca porque es lo que estabas esperando desde que hace ya meses viste el cartel, compraste la entrada y reservaste una semana de tus vacaciones. Lo hiciste para esto.

Exclusivamente.

Una voz tenue, un susurro frágil parecido al de seda sobre seda. Llorar.

Luces azules y verdes incidiendo sobre las figuras de la gente, dibujando sus contornos con una débil estela de formas suaves y anhelantes. Miles de personas guiadas por la misma sensación de desamparo gris y necesidad de vivir ese vacío.

Instrumentos que comienzan a sonar al ritmo de esa canción, y suenan a roto; pero no son ellos los que lo están, eres tú por dentro.

Porque poder escuchar "Roads" en directo, desde allí arriba, viéndolo todo, saboreándolo, hace que cualquier ser humano se parta en dos desde la médula hasta el bazo, y sangre durante horas por las cicatrices que nunca ha tenido.

Y lloras, porque todo es triste y melancólico, porque Beth Gibbons quiere que así sea en este aquí y este ahora, y mientras su voz suena notas el aire del mar acariciando las lágrimas en tus mejillas, a modo de bálsamo curativo que saca de tu interior los restos de viejos (y no tan viejos naufragios).

La canción sigue y los violines suenan. Es entonces cuando te elevas y sigues cantando dentro de ti, quizás desde ese corazón que en este momento está hecho trizas de tanto sentir y que te ahoga.

No hace falta ser muy listo para darse cuenta de que no hacía falta decir nada. A mi alrededor todo eran pequeños submundos de gente taladrada por las mismas notas. Unas gradas del Fòrum abarrotadas de miradas absortas cuyo único fin era seguir alimentandose del mismo soma que es la esencia de la cual se alimentan los suspiros.

Cientos de cristales rotos ocupando durante cinco minutos de canción el espacio de otras tantas personas. Una exquisita y fugaz salida de la vulgaridad para vivir un momento entre ascuas ardiendo.

Joder. Ojalá lo hubieras visto. Conmigo.



para m, porque no pude grabar un video y tenía que expresar de alguna manera lo que fue aquello..


Portishead - Roads

"Oh, can't anybody see,
We've got a war to fight,
Never found our way,
Regardless of what they say.

How can it feel, this wrong,
From this moment,
How can it feel, this wrong.

Storm,
In the morning light,
I feel,
No more can I say,
Frozen to myself.

I got nobody on my side,
And surely that ain't right,
Surely that ain't right.

Oh, can't anybody see,
We've got a war to fight,
Never found our way,
Regardless of what they say.

How can it feel, this wrong,
From this moment,
How can it feel, this wrong.

How can it feel this wrong,
From this moment,
How can it feel, this wrong.

Oh, can't anybody see,
We've got a war to fight,
Never found our way,
Regardless of what they say.

How can it feel, this wrong,
From this moment,
How can it feel, this wrong."