25.2.06

sexo

Dentro. Despacio. Poco a poco. Notando tu sexo y el mío. Sensación caliente mientras miras a los ojos. Fíjamente.

Morderse el labio y entrar más hondo, buscando convertirse en uno donde hace unos minutos habían dos.

Moverse lentamente buscando la comunión de cuerpos. Acariciar y besar dulcemente mientras entro, una y otra vez, sin pausa ni descanso.

Sorprenderte durante unos instantes al poseerte con todas mis fuerzas mientras te muerdo en el cuello. Y volver al bals de antes, rítmico y de paso suave.


...y pasarme así horas, hasta que no puedas más, el sudor nos cubra y las mejillas nos vayan a estallar en rojo carne.

Y que te acuerdes de mi mañana cuando despiertes entre sábanas cálidas.

Y que me acuerde de tu sabor, de tus gemidos y de tu cuerpo desnudo moviendose sobre el mío.


Se llama sexo.

24.2.06

querido diario (de un astronauta)

Querido diario:

6.00 Me he despertado esta mañana muy temprano. El Sol aun no podía verse desde la escotilla de mi camarote. A esta hora nuestra órbita nos lleva por encima de China. He intentado ver la Gran Muralla desde aquí, pero no se puede: como tantas otras cosas no es más que una leyenda urbana eso de que se ve desde el espacio.

6.20 He salido del camarote ya vestido y he tomado el desayuno. El ruso y el chino han llegado más tarde que yo y con más cara de sueño. Tantos días aquí parecen habernos cambiado la percepción, y el no ver días y noches convierte nuestro ciclo de sueño en una autopista de subidas y bajadas de ánimo.

8.00 Primera comunicación del día con los de ahí abajo. El Jefe de Misión es un verdadero hijo de puta cuando las cámaras de los periodistas no asoman por la puerta de su despacho. Ante ellos es todo risas, pero cuando el led rojo de grabación se apaga se convierte en un auténtico cerdo. Es difícil de soportar a esta distancia.

10.30 Por primera vez en dos semanas puedo ver en vídeo un mensaje de mi mujer. La calidad es pésima, como la de una cinta de los años cincuenta, remasterizada y pasada a color por una jauría de koreanos malcarados.

10.35 Estoy llorando. A los dos minutos de visualización ya me había dado cuenta de que su mensaje no era otra versión ñoña de sus "te echo de menos" arrugando la nariz. A los cuatro minutos ya había dicho "divorcio" dos veces. Las lágrimas parecen irreales aquí arriba, creando formas imposibles en gravedad cero. Las recojo con un recipiente hermético. Es curioso que algo que en la Tierra es inofensivo pueda suponer una amenaza en una estación espacial: si acabaran cayendo sobre algún control podrían dañarlo, y tres astronautas moriríamos, a miles de kilómetros de nuestros hogares.

No se si me parece tan horrible ahora que ella no estará conmigo.

14.00 El ruso ha estado desaparecido durante toda la mañana. Su Control de Misión es, si cabe, más riguroso y exigente que el mío. Apenas si duerme unas cuatro horas al día, y siempre está encerrado en el laboratorio experimentando. Cuando ha salido al comedor de la estación, venía farfullando cosas incomprensibles. Demasiada presión. Sus ojeras y su aspecto cansado le delatan. La sonrisa que me brinda al aproximarse flotando hacia la mesa no es más que fachada.

Cinco meses aquí dentro destrozan a cualquiera.

14.15 Lee Yuang entra con aspecto descansado y jovial. Es mucho más joven que nosotros (apenas debe rondar los veinticuatro) y siempre muestra un aspecto de estar por encima de todo y de todos. En su país parece haber sido una especie de niño-prodigio de la investigación espacial, y su Agencia le premió con un billete de primera fila para venir aquí. Nunca deja ese gesto de superioridad y se muestra pedante y altivo. Andrei y yo estamos hartos de él. Que le jodan. Por suerte, se irá pronto.

16.20 Ha habido un problema en los tanques de oxígeno. Estaba realizando unas comprobaciones de rutina en los controles principales, Andrei estaba fuera en misión de redireccionamiento de los paneles solares y Lee estaba manipulando la radio. De repente ha comenzado a sonar la alarma. Yuang ha reaccionado fatal: el pánico ha podido con él. Es normal, joder: tres astronautas hacinados en un cascarón. (Aunque sea tan grande no es más que una versión mayor de la Estación Espacial Internacional del siglo XXI.) Claustrofobia. Miedo al fracaso. Qué mas da lo que le haya cogido...

Cuando Andrei Volkov ha subido a bordo me ha encontrado a mí desesperado mirando en el ordenador los parámetros iniciales del control de oxígeno. Yuang tenía flotando ante sí toda una ristra de servo-mecanismos sacados de una pesadilla de ciencia ficción de un escritor borracho. Lenta, calmadamente, nos ha mirado a los dos y ha ido a su camarote. Confieso que he mirado a Lee preguntándome si el ruso ya habría perdido la chaveta, y si quedábamos ya solo dos en la estación.

Instantes después, y sin mediar palabra, Andrei ha salido con una antigua llave inglesa en la mano, y ha golpeado con todas sus fuerzas los tubos remachados junto al tanque de oxígeno numero tres. De inmediato las alarmas han dejado de sonar. Andrei ha mirado a Lee fíjamente y le ha dicho:

- Cuando comenzó la carrera espacial, la NASA invirtió miles de dólares intentando inventar un bolígrafo que escribiera en gravedad cero. Les costó años y sudores. ¿Sabes como lo arreglamos los rusos, estúpido y engreído amarillo?
- No...
- Usamos lápices.

Desde entonces Lee no ha vuelto a molestarnos.


19.00 Estamos cansados de infinitos experimentos, comprobaciones, re-comprobaciones, puestas a punto, tests. La gravedad cero nos tiene desorientados, no distinguimos apenas sueño de vigilia. Todo se nos hace pequeño y la vista del espacio exterior que a los dos días aun parecía impresionante se ha convertido en otro motivo más de hastío. En nuestras agendas tenemos marcada esta hora para otra sesión más de cara a la galería. Rodando..

19.10 Se abre un enlace directo con las Noticias Globales de la Red. Todo está ensayado. Preguntas fáciles, nada incómodas, y unas respuestas preparadas ya desde dos días antes de partir. Sonrisa sonrisa, respuesta, sonrisa sonrisa. Por turnos.

Y por dentro pensando en que ella no estará cuando vuelva. Esto es de locos.

22.30 He pillado a Lee llorando en su camarote. Me he dado cuenta de que llevaba un rato haciéndolo porque a su lado danzaban gotas y gotas de lágrimas. Algunas formaban una fina película enredada en mechones de su pelo. Otras flotaban como riéndose de su tristeza.

No le he dicho nada. Llora porque, como Andrei y yo, está sólo. Con nosotros, pero solo. Nada te prepara para el espacio.

23.50 Escribo estas últimas lineas con mi cabeza a punto de estallar. Tengo demasiadas cosas en mente, demasiados experimentos que repetir, demasiadas comprobaciones pendientes, demasiadas puestas a punto... todo se me echa encima.

Invertiré mis últimos diez minutos de consciencia del día de hoy intentando recordar porqué me hice astronauta.

Espero recordarlo.

Buenas noches.

21.2.06

vainilla

Vuelve a maravillarse por última vez ante la imagen de ella. Ojos azules, o quizás verdes. Piel blanca como nieve, o quizás morena y el pelo corto y de un negro intenso. O quizás lleve melena rubia.

En todo caso, él danza con la brisa mientras todo se le rompe dentro. Y va haciendose borrosa, conforme pasan los segundos, y él vuelve a darse cuenta de que incluso en sus sueños no es más que un idiota que sabe que está durmiendo, y que de un momento a otro se va a despertar.


"ÉG SPRING ÚT OG FRIÐURINN Í LOFT UPP", le dice la mirada de ella justo antes de saltar.

O quererla de manera no ambigua, sin importar la bidirección, y con una tonalidad levemente vainilla, que resurge desde el fondo de la cornea con una progresiva tendencia a llenarlo todo.



P.D.: Se me quedan cortos los tiempos verbales cuando escucho a Jónsi cantar de nuevo, y tengo que levantarme de la cama a toda prisa para que no se me lleven las letras la oscuridad y el sueño.

10.2.06

de mi pasado

Ayer soñé contigo. Tras una conversación en la que fuiste nombrada.

Volví a leer en la lluvia aquellas esperanzas y aquellos planes. Aquel verme a mi mismo en un tiempo conjugado que solo podía llamarse "futuro perfecto".

Ni tan siquiera recuerdo qué hacías en mi sueño. Puede que jugaras de nuevo a sonreir arrugando la nariz, y a darme golpecitos en el tobillo por debajo de la mesa, cuando nadie sabía aun de lo nuestro. Quizás pensara en todas aquellas mañanas abriendo tu ventana, sonriéndole al verde y al aire limpio. Cuando me sentaba en una silla y ponía aquella nuestra canción (una de tantas), y te miraba con ternura hasta que despertabas, y creía que el pecho me iba a estallar de amor.

Tiempos pasados, en los que nos dimos tantas cosas...

Tu me diste perspectiva y dirección. Yo te di curvas y tangentes.
Tu me diste travesuras. Yo te di apoyo.
Tu me diste empatía. Yo te di los colores por debajo del rosa.
Tu me diste esperanza. Yo te di sueños.

Y fue un tuya-mía que el viento se llevó, siempre pensé que a medias. Sobretodo aquellas noches que fueron tu último regalo. Las de no dormir ni comer, y sentir un dolor tan hondo que el llorar era imposible.

Tras todo este tiempo, soñar ahora contigo y sonreirle a la vida no es más que una prueba de que no hay mal que por bien no venga. Y no sentir más que cariño hacia los momentos buenos y calmada indiferencia hacia los momentos malos demuestra que uno siempre siempre puede rehacerse a si mismo.

De todo corazón... gracias por poder decir, a día de hoy, y escuchándoles a ellos por enésima vez... que soy mucho más feliz.


P.D.: Quizás ya no sea tan David Aames, quien sabe! :)