30.10.05

recuerdo...

Me sonrío al pensar en partidas de póker, tuyas y mías. Cuando me sorprendo a mí mismo, a las dos de la mañana, pensando en lo que te dije o me dijiste, en lo que pensé o en lo que pensaste, tengo la sensación de una total perdida de fe en la conjugación de tiempos verbales.

Recuerdo verte desde donde yo estoy, hablando con otras personas y trabajando, sonriente y simpática. Y las ganas de que nos cruzaramos más a menudo, más cerca, más intensamente.


Y luego recuerdo mirarte en tu cama. Desnuda, templada al tacto, sexy, preciosa, con una fina película brillante, sudor con sabor dulce después de unas horas de sexo del bueno. Y recuerdo haber pensado en quedarme allí y comerte a besos, penetrarte de nuevo y hacerte mía hasta que de nuevo la luz tenue de la luna surgiera, y ni tu ni yo fueramos capaces de mover un sólo dedo. Y recuerdo la sensación de alegría.


También recuerdo los momentos en que me sorprendo a mí mismo queriéndote. Pensando en hipótesis escritas en amarillo miel. Recordando pasados y inventando futuros. Son instantes en que intento saber qué siento realmente, y en los que juego a perseguirme por las esquinas de mi mente...


Si alguna vez pensaste que era extraño no es más que por mi miedo a apostar todo mi dinero al quince rojo, y perder en un instante las pocas riquezas que llevo acumuladas. Odio las derrotas. Odio la tristeza.


Y lloro con los "seamos amigos" que me lanza la vida, que me golpean por la espalda y me hacen más viejo, sentimental y tonto que antes.

20.10.05

Sigur Rós (I)

Escucharlos es como dejar que te resbalen las tristezas, los llantos, las alegrías y esa íntima sensación de cobijo interior, aquella que solo crees posible cuando son las cuatro de la tarde de un domingo, aun te encuentras en la cama y fuera llueve y hace frío. Y tu retozas en tu cama y te tapas hasta la nariz, y se te escapa una sonrisa como de haber sido malo. Esa sonrisa. Esa sensación. Tú sabes de lo que hablo.

Oyes voces dulces y la piel se encrespa. Cada poro clama por acercarse más y más a las notas que surgen de los altavoces, en un idioma desconocido y que jamás aprenderás. Lo importante no es la letra, si no lo que dice. Lo que te dice.

Te dejas transportar hasta mundos de ensueño. No importa que solo existan dentro tuyo. En ellos bailas sin cesar, y tu rostro no es más que un marco de alegría, fotograma en blanco y negro, dejándose llevar por la marea de un domingo que anochece, y que abraza una luna que como no podía ser de otra manera, está llena.

Ojalá todos pudiérais sentir lo que yo siento cuando lloro, o cuando estoy triste, o cuando estoy melancólico. Sabríais que el espectro de colores va más allá del rojo, del blanco y del azul, y que la gravedad no atañe solo a planetas y astros.

Me voy a mi cama, a esperar a que aparezca, con la única compañía de un dolor leve en el pezón izquierdo. Triste lamento metálico, no quisiera tener que sacarte de debajo de mi piel.

Dejo un winamp repleto de recortes mentales.

Regalos, sonrisas, miradas, azul, mojarte bajo lluvia suave sin paraguas, esa sensación de lleno interior, ese sabor de victoria sobre las pequeñas cosas, esa melancolía de semanas de dos días, los nervios del volverá a pasar, las ansias de volverla a ver, la cálida compañía de tener a los que quieres cerca, cervezas, risas, abrazos, compartir, dar, recibir, detalles que el barro oculta y el sol hace aflorar.

En diferido desde Álafoss, Islandia.

Frío? Que alguien me diga dónde...

Sigur Rós (II)

Sería un necio o un inconsciente si cerrara los ojos y no admitiera que me conmuevo profundamente.
Sería un estúpido si me negara a aceptar que esta música habla de mitos nórdicos, de unos tiempos en que los dioses traían al mundo soles, y luchaban contra gigantes en grandes bosques verde oscuro.
Sería de piedra si me negara a aceptar que me mezco al ritmo de las notas. Y si me concentro en el suave vaivén, se me enredan en el pelo varias auroras boreales, y al intentar mirarme las manos me sorprendo al verlas enterradas en fría y blanca nieve.

Búscame. Más alla de esos bosques negros y esas rocas cubiertas de musgo y liquen. Más allá de los sauces y los abedules, cubiertos de nieve hasta hacer del verde un nuevo grado de blanco. Justo al borde de la siguiente colina. Pasa cerca del lago helado, y sin detenerte a contemplar los alces, entra en la cueva que tienes ante tí.

Te espero dentro, recitando mentalmente un poema sin vértices ni aristas:

"Nú vaknar þú
Allt virðist vera breytt
Eg gægist út
En er svo ekki neitt

Ur-skóna finn svo
A náttfötum hún
I draumi fann svo
Eg hékk á koðnun?

Með sólinni er hún
Og er hún, inni hér

En hvar ert þú....

Legg upp í göngu
Og tölti götuna
Sé ekk(ert) út
Og nota stjörnurnar
Sit(ur) endalaust hún
Og klifrar svo út.

Glósóli-leg hún
Komdu út

Mig vaknar draum-haf
Mitt hjartað, slá
Ufið hár.

Sturlun við fjar-óð
Sem skyldu-skrá.

Og hér ert þú

Fannst mér.....

Og hér ert þú
Glósóli....."

P.D.: Trae velas. Se acerca el invierno y la noche será larga. No soltaré tu mano en todo ese tiempo. No tengas miedo.

1.10.05

del amor (VI)

Me quedé dormido, como tantas otras noches. De fondo una película de las de hilo musical, una de esas que siempre puedes poner para rellenar silencios o para cubrir vacíos en el lado contrario de la cama. Allí es donde la galaxia es agujero negro de tristeza, y nada sustituirá tu cuerpo (celeste).


Soñé durante unos minutos, acaso segundos, con quimeras mudas de cartón piedra, sin rostro, sin alma y sin amarillos que las cubrieran. Y al despertar, intranquilo, triste y preocupado, la película vacía aún seguía en la pantalla.


Me incorporé desorientado y metafísico, desanudando ideas y intentando analizar (esfuerzo vano) porqué tenía un nudo en la garganta que no dejaba de crujir.


El motivo sigues siendo tú.


Algo me dice que enganchaste un retazo de ti en mi hipotálamo, justo cuando no miraba y soñaba con universos transparentes, aquellos en los que tú y yo hubieramos debido viajar, deslizándonos sobre el presente de subjuntivo como gotas por el dorso de un rostro sonriente.


Rostro de niño.


Cógeme la risa cuando consiga que surja. Sujétala fuerte, sin dejar que su cosquilleo de alas de mariposa te haga abrir las manos. La ocasión lo merecerá.


Recuérdalo: Llegado el momento hasta los puntos suspensivos y las comillas sabrán de lo nuestro, y probablemente se hagan eco de mil rumores infundados.





P.D.: Deja de nublarte... te lo ruego...